La Legión de los Olvidados [S...

By ClaudetteBezarius

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[EN LIBRERÍAS DE AMÉRICA LATINA Y DE ESPAÑA GRACIAS A NOVA CASA EDITORIAL] La lívida mano de una siniestra cr... More

Sinopsis
El Inicio, Parte I
Nahiara
Los Valaistu
Emil
Déneve
El Inicio, Parte II
Memorias evanescentes
Comienzan las revelaciones
Sherezade
Gemelos
Arrepentimiento
Esbozo del futuro
El Protector Keijukainen
Galatea
Rosas blancas
Obsequiando sufrimiento
Tétricos sueños
La Alianza de Callirus
El Páramo de la Ira, Parte I
Los deseos de Kylmä
El Páramo de la Ira, Parte II
Tempestad
En lo profundo
Perturbadoras reminiscencias
El diamante rojo del Ave del Paraíso
Fragmentos
Tierra de plañidos
Nina
Al borde de la locura
Visiones
El beso de la muerte
Silenciado
Distante
Elecciones
Sydän de fuego
Bianca
El secreto de Fenrisulf
Conexión
Reencuentro
Vía de escape
Preparativos para la batalla
El principio del fin
Vínculo prenatal
Cumplimiento de una profecía
Cadena de atentados
Unidos
Oscuridad
Epílogo
Hija de luz y oscuridad
Marcapáginas descargable
Librerías
Personas que tienen un ejemplar y lugares en donde está presente la novela

Los Doce Páramos de la Destrucción

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By ClaudetteBezarius

Después de derramar algunas lágrimas de alegría y de estar unidos en un prolongado abrazo, padre e hijos dirigieron sus miradas hacia Sherezade, quien había estado de pie contemplando la enternecedora escena en perfecto mutismo. Los tres le sonrieron y le hicieron una respetuosa reverencia a quien les había ayudado tanto. Dahlia se aproximó despacio a la Keijukainen, se arrodilló y tomó las manos de ésta en las suyas, cubriéndoselas de tiernos besos. Ante ese gesto de la niña, la doncella se inclinó hacia el frente y le acarició los cabellos con un aire maternal, mientras que con sus ojos afables y tranquilizadores le daba a entender que sentía tanto afecto hacia ella como el que sentía por Milo. La rubia estaba tan agradecida con la poderosa dama que no pudo evitar estrecharla con fuerza entre sus brazos, siendo correspondida de inmediato, lo cual sin duda le infundió un poco de las fuerzas y la seguridad que tanto necesitaría. Mientras se abrazaban, no dejaron de mirarse, como si fuesen un par de amigas que conversaban de esa manera. Pasaron varios minutos, y ambas seguían prodigándose hermosas muestras de cariño fraternal. Aunque les hubiese encantado permanecer juntas por más tiempo, Sherezade consideró que había llegado el momento de despedirse. Pero antes de que partieran, convocó a Milo en privado y le dio unas instrucciones muy detalladas acerca del entrenamiento de su hermana, el cual debía comenzar lo más pronto que fuese posible. El chico estuvo de acuerdo con todas las aserciones de la doncella, así que procedió a hacer los arreglos necesarios para que todos pudiesen marcharse con rapidez.

Cuando estuvieron de vuelta en casa, Emil decidió que sería mejor si tanto él como los chicos se daban unos días libres de cualquier tipo de obligación. Habían atravesado muchísimos cambios abruptos en sus vidas, por lo que en definitiva les vendría muy bien descansar un poco y comenzar a prepararse para los importantes eventos que se avecinaban. Lo primero que hicieron fue sentarse a desayunar juntos, mientras conversaban de manera amena pero tomándose los asuntos con mucha seriedad. Dahlia fue la primera que tomó la palabra, pues sentía unos enormes deseos por conocer hasta el más pequeño detalle de la vida y habilidades de Milo.

—Oye, Milo, por favor, cuéntame qué fue lo que pasó desde que llegaste. Hay tantas cosas que aun no comprendo sobre ti... Lo harás, ¿verdad? —aseveró la chiquilla, con sus facciones contraídas y un bamboleo constante de sus piernas, mostrando a las claras su impaciencia.

—Claro que sí, te lo mereces. Esta vez lo diré todo, como lo había prometido antes. ¿Por dónde quieres empezar? —respondió Milo, al tiempo que una expresión juguetona se le dibujaba en sus finos labios.

—Pues, me gustaría que me expliques lo del estruendo que escuché en el pasillo y por qué tu cuerpo se sentía como si estuviese hecho de piedra cuando choqué contigo.

—Verás... Yo casi corría hacia la banca donde estabas. Me sentía muy feliz de estar contigo, pero me daba un poco de nervios al imaginarme la reacción que tendrías cuando supieras quién soy yo en realidad, y eso en sí ya me tenía bastante turbado. Aunado a ello, durante el trayecto y no muy lejos de allí, vi a una chica pelirroja muy bonita caminando solitaria. Ella iba escuchando música por medio de unos grandes auriculares verdes, y la canción que sonaba en aquel momento de seguro le gustaba mucho, pues sonrió de oreja a oreja. De repente, sentí un extraño calor en el rostro, se me aceleró el pulso y comencé a sudar frío. Jamás había experimentado nada semejante, no entendía qué me estaba pasando. Por un momento, permití que la confusión en mí fluyera sin control alguno, y eso hizo que perdiera la concentración que me permite mantener la apariencia y la masa corporal de un ser humano común. Lo que más me preocupó al percatarme de que mi escudo se había resquebrajado era que alguien viera mi verdadera apariencia, por supuesto. Entonces me enfoqué por completo en recuperar mi forma primero, ya después estabilizaría mi masa. Un solo paso que di en ese estado fue suficiente para causar ese sonoro estruendo que te sobresaltó. Cuando llegaste, aún no había logrado terminar de equilibrar mi masa, y por ello mi cuerpo estaba tan duro y pesado como un asteroide.

—¡Impresionante! Si no hubiese visto tu verdadera forma con mis propios ojos, nunca te hubiese creído ni una sola palabra de lo que me estás diciendo.

—Lo sé, Dahlia. Siempre has sido una persona muy analítica, alguien que lo cuestiona todo.

—¿Cómo es que puedes describir mi personalidad con tanta exactitud, si nosotros no crecimos juntos?

—Eso sucede porque tengo una conexión psíquica y onírica muy leve contigo. Unas cuantas veces al día, puedo ver y sentir lo mismo que tú estás viendo o sintiendo, ya sea en la realidad o en tus sueños. Esas conexiones duran sólo unos pocos segundos cada vez que suceden. Pero al haber sido tantas las veces que he tenido esas breves visiones, ellas me han permitido conocerte mejor.

—¿Y puedes controlar esas visiones? Quiero decir, ¿puedes detenerlas o extender su duración?

—No, no las puedo controlar. Van y vienen en cualquier momento. Hay días en que tengo hasta siete u ocho visiones, y hay días en que no tengo ninguna.

—Me parece que esto es algo sorprendente. Me gustaría que esa conexión funcionase conmigo también. Sería genial ver lo que tú ves cuando estás con Sherezade... Y dime, ¿cómo funciona eso que haces cuando me sostienes de la cintura? Ese destello dorado me resulta fascinante.

—Pues, tengo dos dimensiones portátiles conmigo. Están ubicadas dentro de cada una de mis pupilas. Si te acercas lo suficiente, te darás cuenta de que, aunque son diminutas, son visibles. Tienen nombre propio. La dimensión del jardín se llama Hedelmätarha, y la dimensión donde está Sherezade se llama Loimu. Puedo acceder a ellas cuando me plazca, pero si decido llevar a alguien allí, debo sujetar con firmeza a esa persona para que no haya riesgo de que se pierda en el camino y se encuentre con el vórtice de alguna dimensión errante, donde podría acabar siendo succionada por accidente. Y también debe vérseme a los ojos en todo momento. De esa manera, puedo activar una barrera que repele un poco la inconmensurable fuerza del resplandor estelar ocasionado cuando se entra o sale de allí, dado que esa luz puede cegar e incluso matar a los seres humanos. En las dimensiones portátiles, el tiempo transcurre al mismo ritmo que el de la Tierra, pero éstas tienen una característica muy especial. Al salir de ellas, puedes escoger el punto temporal al cual quieres regresar. En otras palabras, es posible decidir si quieres volver al mismo día y hora exactos en que partiste o si, por el contrario, deseas retornar tantos minutos, horas o días después del momento en que ingresaste, lo que por lógica simple dependerá de la duración del periodo en que hayas permanecido dentro de la dimensión. En nuestro caso, siempre elijo volver al mismo momento en que nos fuimos.

—¡Oh, Dios mío! ¡Qué maravilla! Por eso hacías todo ese extraño ritual cada vez que me ibas a llevar ahí... ¡Es genial! Y yo que pensaba que el pan rancio del almuerzo me estaba causando alucinaciones —comentó Dahlia entre sonoras carcajadas, a las cuales no tardaron en unírseles las de Milo.

Emil observaba la animada conversación de sus hijos con mucho interés, sin interrumpirlos tan siquiera con su respiración. Mientras tanto, les preparaba unos apetitosos panqueques con miel, acompañados por un refrescante jugo de naranjas naturales, recién cultivadas del huerto familiar. Intentaba quedarse callado, pues quería que Dahlia y Milo tuvieran la oportunidad de hablar entre ellos tanto como quisieran. Sin embargo, su instinto paternal lo hizo romper su voto de silencio.

—Muchachos, ¡disculpen que los interrumpa! Hijo, ¿puedes venir un momento a la cocina? Ya casi te lo devuelvo, Dahlia —exclamó el joven padre, tratando de sonar relajado.

—Claro, voy para allá —respondió con presteza el chico.

Estando ya lejos del alcance de los oídos de la rubia, los hombres de la casa pudieron hablar con mayor libertad, aunque en voz muy baja, dado que ninguno deseaba alterarla si no era necesario.

­—Me encanta ver que ustedes dos han logrado llevarse bien en tan poco tiempo, y ojalá pudiéramos tomarnos las cosas con calma. No quiero presionarlos u obligarlos a nada, pero en verdad me preocupa lo que Sherezade me mostró, por lo que pienso que deberías empezar a preparar a tu hermana mañana mismo —expresó Emil, con un dejo de tristeza.

—Te apoyo, papá. Yo también estoy muy intranquilo, aunque procuro no demostrárselo a ella. Creo que lo mejor será que Dahlia duerma todo lo que resta del día de hoy, para que así tenga sus capacidades cognitivas y motoras al máximo de su capacidad. Enfrentarse a los desafíos de los "Doce Páramos de la Destrucción" es una misión muy compleja y peligrosa, pero es de vital importancia que ella pase por eso si queremos salvar su vida y el futuro de la humanidad. Yo salí airoso de esas pruebas, y aun teniendo sangre Keijukainen en mis venas, algunos de los páramos me resultaron más difíciles de superar que otros. Pero sé que ella puede lograrlo, es más fuerte de lo que aparenta —concluyó el muchacho, con un tono solemne.

—Un momento, Milo... ¿A qué te refieres con los Doce Páramos de la Destrucción? Sherezade nunca me dijo nada al respecto.

—Esos páramos se encuentran ubicados dentro de Solu, una dimensión oscilante en el corazón de la constelación de Cepheus, hogar de las estrellas púrpura. Es un sitio en el cual se le da capacitación a las guerreras como Sherezade para que puedan enfrentarse a cualquier tipo de adversario con una victoria asegurada. Cada uno de los páramos le presentará diversos retos a Dahlia, en los cuales deberá hacer uso de su facultad de raciocinio, de sus habilidades físicas y del control de sus emociones para superarlos. A nadie se le repiten las pruebas, pues se diseñan de manera especial para cada guerrero o guerrera, tomando en cuenta su personalidad, sus fortalezas y sus debilidades. No podré prever lo que mi hermana encontrará allí, sólo podré mostrarle los principios básicos de supervivencia, y deberá hacerlo sola. Si no consigue culminar todas las misiones, existe el riesgo de que se quede atrapada para siempre en Solu e incluso podría perder la vida. Sin embargo, es la única esperanza que tenemos para derrotar a la Legión de los Olvidados.

—No me agrada para nada la idea de que Dahlia se exponga a tantas cosas terribles sin nuestra ayuda, pero si con eso podemos salvarla de las garras de Nahiara, pues que así sea.

—Entonces, no perdamos más tiempo. Pondré una "Perla Regenerativa" en su jugo de naranja, como la que le di para dar fin a aquella horrible y dolorosa pesadilla... Por cierto, ella todavía no me ha revelado lo que vio... Pero bueno, ya me lo describirá después. Ahora necesita descansar.

Dicho eso, Milo ejecutó de nuevo el proceso de invocación de perlas. Puso su mano derecha sobre su ojo izquierdo, mientras pronunciaba unas palabras en el lenguaje de los Keijukainen. De su cuenca brotó una esfera idéntica a la que había utilizado para acabar con el mal sueño de Dahlia, con la única diferencia de que ésta no brillaba, sino que era opaca. Al introducirla en el jugo, al instante se disolvió. El chico volvió a la sala muy sonriente, sosteniendo el vaso con aquel brebaje en ambas manos. Tan pronto como se lo ofreció a la rubia, ella se lo arrebató de las manos.

—Me muero de sed. Esto es justo lo que necesitaba. ¡Muchas gracias! —espetó la cándida muchacha con entusiasmo.

Se bebió hasta la última gota de golpe, casi sin pausas para respirar. Tras ello, sentía que su cabeza le pesaba al menos unas diez toneladas. Sus párpados se cerraban sin que pudiese evitarlo y no paraba de bostezar. En menos de cinco minutos, estaba sumida en un profundo y placentero sueño.

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