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By ZelaBrambille

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"Novela publicada por Nova Casa Editorial, disponible en librerías de España y América Latina. COMPLETA EN WA... More

Miradas azucaradas
MIRADAS AZUCARADAS EN FÍSICO
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Personajes
Prefacio
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08
Capítulo 09
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Extra
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Extra
Capítulo 31
Extra | Jasmine
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Extra | Hannah
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Epílogo
Extra

Capítulo 32

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By ZelaBrambille


Respira, Natalie, no te ahogues con tu propia saliva, no quieres conocer a tus posibles suegros como una uva morada, ¿verdad?

Miro al frente, a pesar de que quiero disfrutar del camino, no puedo hacerlo pues siento mis piernas temblorosas y mi corazón acelerado. Nunca he ido a la casa de Shawn, ni siquiera sé dónde vive, espero que no en un cementerio porque me daría mucho miedo comer sobre las tumbas.

Veinte minutos después se adentra a una colonia bastante amigable, no es nada fuera de lo común, casi temía que fuera un millonario o qué sé yo. Estaciona la motocicleta afuera de una casa de color beige, en el jardín hay arbolitos y una maceta con una estaca que dice «welcome».

Recorremos el camino a la entrada en silencio, entierro mis uñas en las palmas de mis manos, creo que tengo que ir a orinar. Oh, maldita vejiga llena, por favor no me hagas esto ahora. No puedo hacer del uno en la casa de los padres de mi crush.

—Oye, tranquila, estás temblando. —Él toma mi mano y me da un jaloncito para detenerme. Da un paso hacia mí y me sonríe—. Todo estará bien, ¿de acuerdo?

—¿Q-qué debo decir? ¿Hay algo que no deba hacer? —pregunto, llena de pánico, me siento como una palomita de maíz explotando en el microondas. Levanto mi mano y empiezo a enumerar—. Definitivamente tengo que tener cuidado al comer o creerán que no tengo modales, mamá decía que comía como pollito cuando era pequeña y tenía que limpiar el mantel una y otra vez porque yo lanzaba la comida; no debo decir mis estupideces de unicornios o pensarán que soy una chiflada que sigue jugando con las muñecas; mucho menos debo hablar de los ceros de matemáticas, ¡oh, Dios! ¡Los ceros de matemáticas! Van a pensar que soy una mala influencia que te está llevando por el camino de la perdición de los alumnos reprobados e irresponsables que no hacen sus tareas en casa, pueden odiarme porque los dos terminaremos en los parques aventándoles granos a las palomas.

La risotada de Shawn me hace sacudir la cabeza para concentrarme, lo enfoco, todavía perturbada, sin entender qué es lo que le parece tan gracioso.

—Esos son muchos pensamientos juntos, Nat —dice cuando logra recomponerse, da un paso hacia mí, me envuelve en un abrazo, obligándome a enterrar mi nariz en su cuello. Huele bien, así que no me quejo, por el contrario, me quedo quieta pues de verdad estoy nerviosa y él me calma—. Me da gusto que tengas el problema de la comida porque así fue como te conocí, me aventaste un caldo. Me gustarías incluso si tuvieras un cero tatuado en la frente y montaras un caballo de colores. No necesitas ser otra persona porque esta es la chica que a mí me gusta, ellos no están conformes con nada, preciosa, ni siquiera les agrado yo, no te esmeres porque no vale la pena.

—Gracias —susurro.

Nos separamos cuando alguien carraspea, él se echa hacia atrás y acuna mi mano con la suya. Caminamos hacia la entrada, levanto la vista muy despacio, me encuentro con los ojos escrutadores del señor Price, el mismo que conocí el día de la competencia de atletismo. Es alto e imponente, como un gran gorila enojado golpeando su pecho, me amedrenta su ceño fruncido.

—Papá, esta es Natalie, una amiga. —Vuelve a mirarme con intensidad, mierda, ¿puedo convertirme en hormiga ahora?—. Nat, él es mi padre.

—Mucho gusto, señor Price —digo con una sonrisa, o eso creo que es. Después de un segundo su ceño de relaja, me regresa el gesto.

—El gusto es mío, hija. —Se hace a un lado abriendo la puerta para dejarnos pasar.

—¡Shawn, qué bueno que llegas! Hannah me estaba diciendo que las finales del equipo de baloncesto son en unos días... —Ella se queda callada cuando se da cuenta de que su hijo no viene solo.

Doy un respiro tembloroso, desearía limpiarme el sudor de las palmas en mi pantalón, pero siento que me veré patética porque ahora todos están mirándome como si fuera una mosca molesta cagando en sus comidas. Y la verdad es que eso no me molesta en absoluto, hasta creo que las moscas son geniales, lo que enfurece un poquitín es que Hannah está aquí.

Sus ojos azules me enfocan, pero luego se apartan, clava sus pupilas en la alfombra y no vuelve a levantarla. La madre de Shawn le lanza una mirada interrogante a su hijo, entonces es cuando me doy cuenta de que ellos ni siquiera sabían que iba a venir acompañado, y eso me enoja también.

La señora Price también es alta, su cabello negro está recogido en un moño elegante, trae puesto un vestido de color aceituna que resalta la palidez de su piel; se parece a Shawn, mucho. Se acerca dando pasos largos en sus enormes tacones que traquetean en el suelo hasta detenerse frente a nosotros.

—¿Y esta hermosa chica quién es? —pregunta con alegría, sin embargo, no la suficiente como para alegrarme. A mamá no le importa que invite amigos a la casa, pero la madre de Jas, por ejemplo, detesta que mi amiga no le avise que alguien irá; quizá a los padres de él tampoco les agrada la idea.

—Es Natalie, ¿te acuerdas que te dije que invitaría a una amiga? Bueno, pues aquí la tienes. —Su mano se flexiona en la mía, la verdad no sé quién de los dos está más nervioso.

—Oh, sí, ya recuerdo, perdona, creí que te referías a Hannah. —De acuerdo, eso me dolió, ¿los padres de Shawn también están deslumbrados con la chica? La señora Price me enfoca, sonriente, y me ofrece su mano—. Un gusto, cielo, soy Cathy.

Le regreso la sonrisa, a pesar de que no me siento feliz en absoluto, mis nervios y mis ánimos han disminuido considerablemente.

Los dos nos sentamos en un sillón, nunca suelta mi mano, eso es lo único bueno que tengo justo en este momento, pues creo que soy un fantasma, tal vez pueda llorar en el baño y lanzarle libros a las personas, eso sería divertido.

El tiempo pasa, miro alrededor y los observo, solo están las dos familias y yo, los adultos conversan de alguna cosa aburrida que apareció en las noticias. Cathy le pregunta a la otra rubia de la habitación si quiere algo de tomar, Hannah niega sacudiendo la cabeza, luego le pregunta a su hijo, posteriormente se pierde en la cocina para preparar las bebidas; no pasa desapercibido para mí el hecho de que no me preguntó.

Más tarde pasamos al comedor, el señor Price se coloca en el extremo, a su lado su esposa, luego Shawn y luego yo; del otro lado se encuentra la familia Carson, Hannah está justo frente a mí. Desde que llegué no me ha mirado ni una sola vez, al chico a mi lado sí, a él sí que lo ha visto bastante y creo que eso es muy evidente para todos ya que no lo disimula. Vi que él le correspondió unas cuantas sonrisas, pero la verdad no quise ver mucho porque no estoy en mi mejor estado de ánimo.

—Cathy, ¿te dijo Shawn que Hannah ganó el otro día en el concurso de debate? La hubieras visto, fue increíble —asegura su madre—. Estoy convencida de que será una abogada increíble, ya estamos investigando para que entre a la mejor universidad.

—¡Eso es maravilloso, Lou! Ya sabemos que Hannah es todo un ejemplo a seguir, inteligente, amable, guapa, atlética, talentosa, ¿hay algo que no haga bien? —Sí, ¿hay algo? Eso mismo me pregunto yo todo el tiempo. Intento tragarme las zanahorias para no vomitar, no sé si es por lo que está pasando o porque odio las verduras—. Por eso siempre he dicho que mi hijo tiene buen ojo.

Miro el chícharo de mi plato como si fuera lo más interesante y hago como si ella no me hubiera roto el corazón con sus palabras, sin embargo, siento cómo caen los trozos y repiquetean en el piso. De reojo veo que Shawn está apretando los puños debajo de la mesa hasta que sus nudillos se vuelven pálidos, quiero alcanzarlo, darle un apretón para que vea que no ha pasado nada, pero no estoy muy segura de que sea verdad pues mi pecho empieza a calar, mis ojos se sienten calientes, me recuerdo una y otra vez que no debo llorar.

—Sí hay algo que no puedo hacer, de hecho soy un desastre. —Miro a Hannah, sin entender qué demonios está haciendo—. Nat siempre me pasa los exámenes de Artes, hace pinturas muy hermosas y unos jarrones de arcilla que el profesor coloca en las ventanas después de poner gerberas multicolores pues desde afuera se ven geniales, cuando paso por ahí siempre me detengo y los miro porque tienen formas graciosas.

Muy bien, el nudo en mi garganta solo crece más y más, ella está intentando aligerar el ambiente diciendo cosas buenas de mí después de lo perra que fue la señora Cathy, me hace sentir mal porque yo siempre pienso cosas desagradables de Hannah.

—Ay, querida, pero no te preocupes por eso, no te vas a morir de hambre por no saber hacer jarrones de colores. —Una risa silenciosa sale de mi boca, creo que esta señora de verdad quiere que ellos dos queden juntos. Hannah la observa con incredulidad, luego me mira y musita un «lo siento» que correspondo con un encogimiento de hombros—. En fin, ¡Natalie! Dime, ¿qué otras cosas sabes hacer? ¿Cuál es tu promedio?

¿Eso es todo lo que piensa preguntarme? ¿Sabiendo mi promedio sabrá qué clase de persona soy? ¿Todos los valores, las enseñanzas que me inculcaron mis padres no sirven de nada si no tengo una nota alta? Abro la boca para responder, pero alguien se me adelanta, al principio creo que le dirá algo para que deje de ser tan mala, pero no es así.

—Natalie es la calificación más alta en química, literatura y m-matemáticas —dice Shawn.

No.

No ha hecho eso. No él.

No después de decirme que le gusta cómo soy, que no finja delante de los otros.

Cierro los párpados con dolor, al tiempo que dejo el tenedor sobre la mesa. Vuelvo a abrir los ojos, me quedo enmudecida porque no puedo creer que haya dicho esas mentiras para quedar bien, para que sus padres crean que soy otra Hannah.

No me ha dolido, me ha destrozado porque yo no soy esas cosas, yo solo soy la chica que hace jarrones de colores.

Tomo un respiro profundo y tembloroso, pues no pienso quedarme un segundo más aquí, él es igual que todos ellos, no quiso decepcionar a sus padres diciéndoles la verdad porque le avergüenzan que no sea lo que esperan.

Me pongo de pie, deteniendo el parloteo de la señora Cathy y sorprendiendo a ambas familias. No me atrevo a mirarlo porque justo ahora quiero romperle la nariz... y porque no quiero que vea cuánto me ha lastimado.

—De hecho, señora Price, soy un desastre en química, no me gusta leer, no sé encontrar el valor de equis y odio levantarme temprano para ir a la escuela; pero ¿sabe qué? Amo hacer jarrones de colores porque, aunque me vaya a morir de hambre, alguien va a pasar por el jardín, los va a mirar y va a sonreír porque son graciosos, aunque estén pasando un mal día. Tal vez no sea la mejor de mi clase, sin embargo, mis padres me enseñaron valores y sé que lastimar a otros no me hace mejor persona. —Tomo aire—. Provecho.

Me doy a vuelta y, dando zancadas, salgo de la casa de Shawn Price.


* * *


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