Entro a la escuela y una rubia se me lanza, me envuelve en un abrazo. Planeo echarme hacia atrás para preguntar qué ocurre, pero en cuanto siento la fuerza de sus sollozos, le regreso el agarre.
Hannah hunde su cabeza en mi pecho y llora desconsoladamente. Intento resistir las ganas que llevarla afuera y permitir que me explique a solas, termino cepillando su cabello sedoso. Me balanceo con suavidad porque sé que eso suele calmarla.
No soporto verla llorar, no puedo borrar la aprehensión que siento en mi pecho al sentir su tristeza. No sé qué hacer para que esté mejor. Hannah rompe mis barreras y los obstáculos que ponga entre los dos, es feo darse cuenta de ello, de lo fácil que es caer.
—¿Qué pasa, linda? —pregunto en un susurro.
—Es mi abuela, está en el hospital. —Suspiro profundo y hago más fuerte el abrazo, sé que la ama sobre todas las cosas, es la única que apoya sus decisiones, aunque al final hace lo que sus padres ordenan. Voy a preguntar, pero se me adelanta—. Se cayó de las escaleras y se quebró una pierna. Había sangre por todas partes.
Vuelve a lanzar una serie de lloriqueos que me ponen los nervios de punta, siento que no puedo abrazarla lo suficiente para consolarla.
Espero a que se calme para poner distancia, sus suspiros de dolor disminuyen y se quedan en lentas y profundas inhalaciones. Limpio las lágrimas que resbalan por sus mejillas y le doy una sonrisa.
—Todo va a salir bien, solo fue la pierna, Han. Además, la señora Bo es la anciana más fuerte del mundo. —Sorbe por la nariz, sus comisuras tiemblan, solo entonces me siento un poco mejor.
—¿Podemos hablar en otro lado? En serio lo necesito, estos últimos días han sido difíciles, quería llamarte, pero mis padres me prohibieron todo. Quiero sacarlo, quiero dejar de llorar cada vez que la recuerdo tirada en el suelo. —Su vista vuelve a nublarse, su voz temblorosa me hace asentir con preocupación.
Hago la seña para que caminemos por el pasillo, me detengo de golpe cuando la escucho.
—S-shawn. —La vocecita tartamuda de Nat a mis espaldas me hace sonreír. Me doy la vuelta para saludarla—. ¿Estás ocupado? Me gustaría hablarte de algo.
Quiero decirle que puede hablarme de lo que sea, que me gustaría porque no he dejado de pensar en ella; luego recuerdo que Han me ha pedido tiempo para desahogarse, seguro Natalie puede esperarme unas horas, ¿no?
—¿Puedo buscarte en el almuerzo? —pregunto—. Lo que pasa es que Han está teniendo un momento difícil y me necesita.
Por un instante dudo, más cuando Natalie mira hacia otra parte y se queda enmudecida unos cuantos segundos mirando a la nada.
—De acuerdo, te veo luego. —No alcanzo a detenerla para pedirle que bese mi mejilla porque se escabulle muy rápido y se pierde en el mar de estudiantes. Hago una mueca, no obstante, no voy detrás de ella.
Al final Hannah se desahogó alrededor de veinte minutos, y después empezó a hablar de Liam. Oficialmente volvieron, siento extraño por pensar esto porque sé que una parte de mí todavía tiene una esperanza, pero por primera vez me siento feliz y espero que dure su relación.
No puedo olvidar algo que se ha ido construyendo con el tiempo de la noche a la mañana, en el amor no hay bola demoledora que destruya todo con un solo golpe, se necesita quitar ladrillo por ladrillo para poder dejar de querer a alguien. Y quiero dejar de querer a Hannah por completo, que no quede ni un poco de cemento. Nat vale la pena.
Salgo quince minutos antes de que suene el timbre del almuerzo para buscar a Natalie afuera del salón de Química pues es la clase en la que está en este momento. Harold palmea mi hombro a modo de saludo y camina junto a Jasmine, mis cejas se disparan, escuché que la amiga de Nat volvió con Greg; pero, al parecer, a Harold no le importa.
Me quedo de pie como un poste, esperándola. Cuando los alumnos escasean y ella no sale de ahí, me asomo. El salón está vacío, su banca está vacía. ¿Tal vez fue al baño? Camino hasta ahí, espero a que alguien del sexo femenino decida entrar.
—¿Podrías decirme si Natalie Drop está adentro? —le pregunto a una chica que me observa como si estuviera demente.
Una vez adentro, se asoma por la ventanilla de la puerta y niega con la cabeza.
Y así pasan los minutos, la busco por todas partes: la biblioteca, el laboratorio, el jardín, el estacionamiento, la dirección y, por último, la cafetería.
Sin más remedio —y debido a que no contesta mis llamadas—, me acerco a Jasmine quien eleva una mirada malhumorada hacia mí. Alza una ceja, no es la persona más amable, pero nunca me ha tratado así. Es decir, las pocas veces que hemos coincidido por lo menos me sonríe.
Algo en su actitud me hace pensar que está enojada
—¿Sabes dónde está Natalie? —pregunto.
Me da una sonrisa forzada y deja el tenedor en el plato, Greg me da una mirada de reojo e, incómodo, se acomoda en su asiento.
—¡Ahh! ¿Así que ahora ya tienes tiempo? No te preocupes, ya no necesita charlar con nadie, me encargué de ello. —Se gira y me ignora, me siento como un estúpido parado en medio de la cafetería, siendo ignorado por la mejor amiga de la chica que me gusta y pensando que, quizá, Natalie de verdad necesitaba hablar con alguien y me eligió antes que a esta chica, sin embargo, yo me fui con Hannah.
—Soy un idiota —murmuro en un suspiro. Me aclaro la garganta—. Por favor, ya la busqué por todas partes, no tengo idea.
—Tómalo como un señal, si la conocieras, sabrías dónde demonios está. —Gruñe entre dientes y mastica su comida con agresividad.
¡Vaya! ¡Sí que es grosera si se lo propone!
—Salón de artes —dice Greg, quien se gana una mirada mortal.
—¡¿Por qué demonios le dijiste, Gregory Lancot Fisher?!
—Mírale la cara, Jas, está preocupado y... —No me quedo a escuchar la conversación. Salgo rápidamente del sitio para dirigirme al lugar correcto.
El pasillo está desolado, lo que me favorece a no hacer pausas innecesarias. La puerta está abierta, así que me asomo y veo al pequeño cuerpo sentado en un pupitre. No puedo verle la cara porque su cabeza está agachada y su cabello rubio la cubre. Sus manos se mueven sobre un papel, desde aquí puedo ver sus dedos manchados de carboncillo negro.
Permanezco unos segundos de pie en el umbral, contemplándola. Las palabras de Jasmine se repiten en mi mente, no la conozco lo suficiente, si lo hiciera, me hubiera dado cuenta que en verdad quería charlar.
Doy pasos suaves y cortos para no perturbar su calma. No se da cuenta de mi presencia, ni siquiera cuando me siento en el asiento de adelante.
—¿Me dejas ver tu dibujo?
—¡¡Aaaaaaah!! —grita a todo volumen, asustándome a mí también. Salta y se endereza como un resorte. Primero la ignoro y ahora la asusto, bravo, Shawn. Suelta un suspiro para controlar su respiración cuando me identifica—. ¡Rayos! ¡Me asustaste, tonto!
Sus intentos por calmarse me dan la oportunidad de ver qué estaba haciendo. Es una hoja blanca con unos labios. La tomo por inercia porque hay algo que se me hace familiar.
—¿Es mi boca? —cuestiono, asombrado, contemplando cada línea y surco. Me gustaría colocarme frente al espejo para comparar, pero su mano pálida me la arrebata más rápido de lo que me hubiera gustado.
La observo con una sonrisa de lado, esconde sus mejillas enrojecidas evitando mi mirada. Me pongo de pie, cierro la puerta con llave, esperando que no nos descubran pues iríamos directo a detención.
—¿Qué estás haciendo? —No respondo su pregunta nerviosa. Comienza a guardar sus cosas y se levanta—. Yo... necesito irme.
Dando zancadas me acerco a su espalda y le doy la vuelta. Su mirada sorprendida se fija en mis ojos. La apreso, asegurándola en mis brazos. Verme en su dibujo me ha vuelto loco, cada vez me siento más perdido por Natalie, cada vez quiero más de ella. Y esto, definitivamente, es más. La quiero, punto.
—Lo siento —susurro antes de robarle el beso más desesperado que le he suplicado hasta ahora.
Necesito saber que estamos bien, necesito que sepa que está entrando en mi corazón y necesito demostrarle que mueve mi suelo.
Al principio no puede seguirme, pero coge el ritmo y me asombra la necesidad con la que me besa.
La abrazo más fuerte, sus puños aprietan mi camisa. Observo todo lo que hace, su sonrojo, su flequillo despeinado. El momento en el que sus pestañas aletean y descubren sus ojos marrones calienta algo en mi interior. Sin detener el beso, nos observamos, me deja ver con claridad que la lastimé, yo permito que ella vea que lamento haberlo hecho.
Nos separamos solo lo necesario para respirar.
—¿Qué fue lo que ocurrió? —pregunto.
—Nada importante —murmura con una sonrisita. Algo me dice que lo es, pero ya no quiere decírmelo y eso me duele pues lo eché a perder.
—Igual quiero saber —digo. Relame sus labios y arruga la frente.
—No soy una chica que va por ahí lamentándose de todo y no quiero hacerme ilusiones como una idiota, me gustaría que fueras claro. Dime algo, Shawn, ¿así va a ser siempre? ¿Tú besándome y diciéndome cosas bonitas para luego correr lejos cuando otra chica te lo pide? —Siempre he relacionado a Nat con cosas relajadas, su ceño me demuestra que puede ser una chica seria. Por algún motivo me encanta.
—No corrí lejos, su abuela está en el hospital y quería hablar con alguien, nunca pensé que lo necesitabas también tú. Si me lo hubieras dicho, me habría quedado contigo sin dudarlo, Nat. —Entrecierra los ojos como si fuera complicado creerme.
—Debo ir por mis libros para la clase que sigue. —Ahora es mi turno de entrecerrar, el intercambio se convierte en una guerra.
—Te dejaré ir hasta que me escuches porque seré bien claro. —Tomo aire, voy a ser honesto con esta chica—. Me gustas, te quiero y eso es lo único que debe importar. No Hannah, no tus hermanos que me odian, no el resto del mundo. Solo nosotros, Nat. ¿Crees en mí?
—Sí —musita.
—Ahora tú dime algo, preciosa. —Con mi dedo índice recorro su pómulo, hasta que llego a su barbilla y la tomo para elevarla—. ¿Quieres ser mi novia?
* * *