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—¿Mi pequeño sol? ¿Dónde estás, mi corazón?—México buscaba por la casa a su amorcito, estaban jugando a las escondidas en su tiempo libre, el menor escondido obviamente. El mexicano sonrió al creer haber encontrado a su solecito.
Si era Argentina, pero mejor actuó como si no supiera dónde estaba aunque era muy obvio, se había escondido debajo de una sábana y se notaba un bulto moviéndose, era Argentina, pero México decidió mejor seguir con el juego.
—Mmh... ¿Dónde estará mi solecito precioso?—Preguntó, escuchando la risita linda del menor en la misma habitación. Sonrió, acercándose a la sábana.
Quitó la sábana, sorprendido al menor quien también ya iba a quitarse la sábana de encima para asustar al mexicano. Rieron ambos, el mexicano agarrando al menor en sus brazos, besándolo en toda su carita, haciéndolo reir lindo por toda la tierna atención que el tricolor siempre le daba.
—¡México, no!—Argentina rió, colocando sus manitas sobre la boca del mexicano quien quería comenzar a besarlo más abajo. Lo separó de él, sonriendo.—No es tiempo para hacerlo, México, sabes que sigue doliendo un poco...
—Ah, lo siento, se me había olvidado, mi amor.—Se disculpó, acariciando las mejillas del menor.—Bien, ¿Te parece que salgamos hoy por la noche?
Asintió emocionado. México levantó a Argentina cuando él lo hizo primero, agarrándolo entre sus brazos para seguir jugando un rato más para después hacer el trabajo pendiente que tenían.
