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—Argentina.
—No, solecito.
—Tu nombre es Argentina, y deja de actuar como un niño, tomate tu pastilla, mi amor, es pequeña, es fácil de tomar, corazón, vamos...—Se acercó, dandole la pastilla en su manita.—Vamos, es fácil, angelito, no tengas miedo, nada va a pasarte, amorcito, te lo prometo, después puedes comer tu pastelito de chocolate que te traje.
Argentina miró a México con miedo. Después de algunos intentos, pudo tragar la pastilla y tomar de su agüita de su vasito.
—Muy bien, solecito. Te traeré tu pastelito.—Le besó su frente. Cuando volvió, había un pedazo de pastel de chocolate con unas cuentas fresas alrededor cortadas en pedazos pequeños.
Se acercó, dejando el platito en la bandeja, tomando un pedazo con el tenedor y acercándolo a Argentina para que coma. Su mano lastimada era la derecha, con la izquierda era muy difícil comer.
—¿Por qué no comes?—Argentina le preguntó.
—Porque es para ti, mi amor.
—Uhm, quiero compartir.
Argentina agarró el tenedor con su manita izquierda, con trabajo corto un pedacito, llevándolo a la boca de México, el tricolor sonrió, comiendo así con su solecito. México le daba caricias en su cabello, quitando algunos mechones de su rostro para que no estorben.
México le dió besitos en sus labios, haciéndolo reír. Por lo menos estaban juntos por fin.
