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México y Argentina no se vieron en más de dos meses, ambos estaban ocupados en sus territorios todo el tiempo. No se dieron cuenta cuando vieron la fecha, no habían estado en contacto en varias semanas, ni hablado por mensaje o llamada, nada.
Se llamaron casi al mismo tiempo, México contestó, sonriendo al escuchar la voz del menor, por lo menos estaba bien.
—¿Estás bien, corazón? Lo siento por no llamarte, estaba muy ocupado y no tenía tiempo para eso.—Se disculpó.
—No te disculpes, estoy bien, tenía demasiado trabajado igualmente. Quería llamarte, pero no tenía tiempo. Espero no estés tan estresado ahora.
—Solo un poco. Ya quiero verte, solecito, nos veremos en una semana en la junta, recuerda que podemos abrazarnos y darnos besitos antes de que inicie la conferencia, sabes cómo debemos de estar sentados.
—Separados... Lo sé...
—Lo siento, sabes que no podemos decir nada acerca de nuestra relación, sería perjudicial para ambos.
—México, llevamos casi dieciséis años juntos, ¿Por qué todavía tenemos que esconderlo?
—No es por mi, pequeño... Son indicaciones que nos dan, si fuera por mi lo hubiera dicho al mes de iniciar a salir, pero no podemos.
Argentina se sentía muy triste, porque era la primera vez en años que iban a estar juntos en una conferencia, pero no podían sentarse juntos, más bien habían como cinco o seis personas entre ellos, a veces ambos presidentes están entre ellos, haciendo imposible que por lo menos rocen sus manos.
—Solecito, recuerda que te amo, no amo a nadie más que a ti, corazoncito, eso jamás va a cambiar, te amo demasiado, te adoro y te aprecio.
—Lo se, yo también te amo mucho, pero no quiero que escondamos nuestra relación, ya no más tiempo.
—Argentina, por favor, solo unos años más, cuando nos digan que si podemos decir algo.
