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México y Argentina volvieron por fin a casa, habían sido las semanas más exhaustivas, llenas de trabajo, yendo a todos lados, corriendo de ahí para allá todos los días, estaban cansados, necesitaban unas vacaciones. México se tiró al sillón, Argentina se colocó sobre él, con cuidado de su pancita, por lo que no se acostaba boca abajo en México.
México lo sostuvo entre sus brazos para que no vaya a caer, debían de tener cuidado con la pancita de Argentina y que no se haga daño, de igual forma irían a revisarlo a partir de mañana y todos los meses que faltaban.
—México...~
—Mmh...
—Tengo sueño...
—Yo también, mi vida, ¿Quieres ir a la camita, corazón?—Argentina asintió.
México, aunque cansado y exhausto, cargó al menor en brazos, llevándolo a la habitación, no quería que su solecito se cansé al subir las escaleras. Una vez en la habitación lo dejo acostado en la cama. No pasó mucho cuando ambos ya estaban durmiendo juntos y abrazados en la gran cama.
Se escuchó el teléfono de México, el tricolor despertó sin ganas, suspirando molesto y agarrando su teléfono, no espero nada y colgó, no tenía tiempo para eso, quería dormir. De paso lo puso en no molestar, estaba muy cansado y lo único que quería hacer era dormir.
Mantenía a Argentina cerca de él, tapándolo bien con la sábana. Iban a despertar hasta el día siguiente.
