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México ordenaba unas carpetas tranquilamente de la oficina por orden alfabético, eran un desastre todo el como estaban ordenadas. Entre todo su trabajo, recibió una llamada, era de Chile.
Se acercó a su teléfono, agarrándolo y contestando.
—Dime, Chile.
—México... Uhm, no te asustes por lo que te voy a decir, pero... Argentina está en el hospital y-
—¡¿Argentina?! ¡¿Qué le pasó a Argentina?! ¡¿Él está bien?!
—México, México... Tranquilo, solo fue un accidente, Argentina está bien, se lastimó la pierna y su mano, no va a poder ir a su viaje, y me pidieron que te llamara para que regreses, te deben de decir que regreses hoy por la noche.
México le agradeció a Chile, colgó la llamada, yendo por sus cosas, tenía que irse ya, no quería que Argentina este mal en el hospital. Después de que le dieron el permiso, regresó con su solecito.
Fue un viaje duro y largo para él. Estaba nervioso, no sabía cómo estaba Argentina, si estaba en dolor o durmiendo, y aún así, le dolía también a él en pesar en todo el dolor por el que pasó.
Cuando llegó, fue casi corriendo al hospital. Al llegar al lugar, pidió ver a Argentina, fue hasta la habitación del hospital, viendo al menor ahí, tenía un vendaje en su pierna y en su manita.
—Solecito... ¡Mi corazón!—Se acercó, preocupado, abrazando a Argentina quien se sorprendió de verlo ahí.
—México... ¿Que... Que haces..?
—Vine lo más pronto posible, me llamaron para que vuelva para verte, ¿Cómo te sientes, angelito? ¿Te duele mucho? ¿Cómo ocurrió, mi vida?
—Pero... Deberías de estar trabajando, México, no deberías de estar acá conmigo.
—Lo se... Me dieron permiso para irme.—Sonrió. Se apargo, viendo a Argentina al rostro, le acarició sus mejillas, besándolo en los labios, feliz de poder estar ahí con él, ver qué estaba bien, o lo que veía.—Me alegra que no haya sido mucho peor, pero aún así, te lastimaste, ¿Cómo?
—Oh, eso... Digamos que había un gato... Y ese gato estaba en un árbol... Y... Ya sabes, me caí cuando trate de salvarlo... ¡El gatito está bien!—Sonrió en grande, alzando sus bracitos hacia el mexicano para que vuelva a abrazarlo.
—Argentina.
—... Uhm, no me llames así... Me asusta.—Hizo un puchero.—Es ilegal que me llames así, ya no lo hagas.
—Argentina, eso fue peligroso, hubiera pasado a peores que solo una fractura, ¿No pensaste en eso?
—Pero no ocurrió.
México lo miró, Argentina podía ver qué estaba molesto con él. Miró hacia abajo, bajando sus bracitos.
—Lo siento... No volverá a pasar... ¿Puedo quedarme con el gatito?
—... Bien, te lo puedes quedar, pero-
Argentina lo abrazó, besándolo en todos lados, feliz de que lo haya dejado. Se separó de él, sonriéndole feliz, besándole una vez más en los labios antes de sacar un quejido por el dolor en su pierna.
—No hagas eso, todavía estás lastimado, te llevaré a casa, y ahora sí te vas a tomar las pastillas para el dolor, como sea te las daré, pero te las vas a tomar, pequeño.
Argentina asintió, mirando a México, todavía usaba el traje de color negro de su trabajo, se veía más atractivo que en la televisión. Jaló del saco de color negro, queriendo que se lo quite.
—¿Qué pasa, mi amor? ¿Tienes hambre?—México preguntó, mirando como jalaba de su saco.
—Lo quiero.
—¿Esto?
Asintió. México se lo quitó, dándoselo a Argentina quien lo abrazó, oliendo la colonia de este, era tan fuerte y le encantaba el aroma. México le acarició el cabellito, besándole su mejilla.
—Ire por las medicinas, ¿Quieres que te cargue, verdad?—Asintió nuevamente.
Argentina adoraba ser cargado por México ahora, era bastante alto y era divertido a veces.
