44

22 11 39
                                    

DISCULPAS SINCERAS Y COMPAS ENTRE CANCIONES

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

DISCULPAS SINCERAS Y COMPAS ENTRE CANCIONES

Sofia Henderson

Le cierro la puerta en la cara una cuarta vez en lo que va de la semana, estoy harta de sus intentos de buscar un perdón de su parte. Cada vez se esfuerza más pero yo soy más exigente.

Había traído unas rosas el primer día en que vino a mi casa, sintiendo la rabia en mi interior me acerqué a él hasta que toqué su hermoso regalo para tirarlo lejos. Fue una conducta cruel e infantil pero no me preocupe demasiado pues estaba enfadada.

Al segundo día lo vi pararse frente a mi puerta con chocolates, los acepte. No podía negarme ante tal manjar aunque no le dije nada más. Al día siguiente vino con una nota que escribía un "Perdón" con su caligrafía perfecta casi del siglo XIX. La nota venía envuelta en una rosa de color azul, debo admitir que su acto si hizo encoger mi corazón. Después de eso no lo vi en tres días, creo que se rindió porque nunca le di una respuesta, así que me enoje más porque no se esforzó lo suficiente.

Había ya pasado por bastantes emociones en dos semanas como para tener que tolerar la suya también, me sentía tan sola que lo único que buscaba era esconderme en mis sábanas escuchando música que le diera más entrada a los sentimientos melancólicos. Era masoquista pero lo necesitaba mucho. 

Mi reproductor de música al lado de mi cama, mis audífonos, mi manta para dormir y yo.

 Hacíamos una perfecta mezcla para hundirme en tristeza, no todo el tiempo podía estar de buenos ánimos, por tal razón, mis padres no me molestaban mucho, me estuvieron dando el espacio que pensaron necesitaba, después de una ruptura amorosa se le puede dar el espacio que uno necesite para reponerse.

Hoy llegó de nuevo aquí un tanto más confiado, esa imagen del chico arrogante y frío que suele tener estaba en su semblante más presente que nunca, ya no tenía nada en las manos, no traía un presente ni siquiera algo pequeño, creo que había entendido que con lo material jamás lograría que le perdonará su estúpida actitud.

—Por favor abre la puerta —lo escucho a través de la puerta.

—¿Qué quieres?

—Tenemos que hablar, no quiero que esto siga así. Ya busqué una y otra manera de disculparme pero tú no pones nada de tu parte.

—Pues tus métodos no son nada efectivos —replico a través de la madera que nos separa. Después de eso no logro escuchar nada más, es como si se hubiese ido.

Pongo mi mano en la fría perilla de la puerta, estoy a un movimiento de abrirla y no sé si es realmente lo que quiero hacer. Dudo, si la abro lo tendré que enfrentar, pero si me quedo aquí podría quedarme con la duda para siempre de lo que pudo ser.

—Como sea —murmuro para mí misma antes de abrir la puerta.

Ahí está él.

Recargado sobre la pared a un lado de la puerta, sus manos están cruzadas sobre su pecho y su mirada es dirigida a mí en ese momento. Sus ojos azules me penetran sin remedio alguno, me siento intimidada cuando estoy con él, por no decir estúpida.

—Damián

—Sé que lo que hice hace unas semanas no tiene perdón alguno, fue algo muy bajo y ya no te voy a poner excusas de las razones que me orillaron a hacerlo, lo hice porque quería, porque estaba enojado. Pero estoy muy arrepentido y sobre todo avergonzado contigo por mi actitud tan... —No siguió con su palabrería. Se queda callado observándome como si con la mirada pudiera transmitir lo que su boca se niega a decir.

Y siendo sincera, puedo sentir su arrepentimiento.

—Te dije que te había perdonado —murmuro.

Deja su postura recargada para pararse frente a mí, por un segundo pienso que su intención es acercarse más pero la duda se siembra en su rostro haciendo que se quede a más de un metro de distancia. Lo agradezco mucho pues aún no quiero tenerlo cerca.

Suspira antes de hablar.

—Lo sé, lo recuerdo muy bien. Pero lo que vengo a pedirte es una segunda oportunidad para poder seguir siendo amigos. ¿Se puede? —Al ver su imagen menos calculadora me sorprendo bastante, es como si hubiera dejado caer todas sus barreras frente a mi. No había nada del chico que hace unas semanas estuvo en mi casa cenando con mi familia.

—No sé...

—No suelo hacer esto con nadie y ¿aún te atreves a dudar si darme una oportunidad? Enserio que me estoy esforzando Sofía —comenta regresando a la realidad que tanto le pertenece.

Su bipolaridad se puede sentir hasta en el aire.

—¿Serás un buen amigo? —digo tratando de ocultar mi sonrisa.

—Puedo ser incluso tú mejor amigo.

Mi sonrisa se ensancha sin poder evitarlo, si tuvo una actitud demasiado incorrecta y no estoy segura de que haya pensado muy bien lo que acaba de decir. Él permanece de pie con sus manos en los bolsillos de sus shorts negros, su torso es cubierto por una camisa blanca y de ella cuelgan unos lentes oscuros.

¿Qué es lo que busca Damián al volver?

—¿Por qué estas aquí? —le pregunto de sorpresa, su rostro demuestra que no es lo que esperaba.

—Vine a disculpar...

—No, no, no. Quiero la verdad.

Me cruzo de brazos bajo el umbral de la puerta, tiene que quedar en claro que no voy a dar mi brazo a torcer solo porque haya venido con regalos y buenas intenciones. Si algo he aprendido estando con él es que es muy bueno fingiendo así que debo tener mi guardia activa en todo momento.

Veo una lucha interna en la manera en que suspira y se mueve, su sonrisa se ha ensanchado asi que definitivamente no esperaba esa pregunta de mi parte. Pasa una de sus manos por el desorden de su cabello, aun asi sigue luciendo como un modelo de revista. Lame sus labios con su vista en mí y trago saliva con dificultad.

—Pues aquí no soy yo el mentiroso —dice entre un suspiro —Pero mi única verdad es que tu compañía de una u otra manera hace que mi vida sea menos monótona. Te metes en mis pensamientos mas vagos y me imagino ¿Qué es lo que harías en mi lugar?, seguro seria algo muy estúpido pero me entretiene, eres un buen método de romper la rutina.

—¿O sea que soy tu payaso personal? —pregunto con sorna.

—Te lo quise decir de una manera mas elegante pero lo has arruinado —dice entre risas.

—Eres de lo peor, Damián —le digo y en ese momento los dos empezamos a reír. Jamás lo había visto sonreír de esta manera y el sonido de su risa es hermoso.

—¿Eso quiere decir que seguimos siendo amigos?

Dejo de reírme para verlo a los ojos, su hermoso color siempre me ha llamado la atención. No puedo evitar sonreír y tampoco puedo evitar lo bien que me hace su compañía, aunque ha sido breve fueron momentos hermosos, como el día que tocó el piano solo para mí, cuando me ayudó con mis clases de piano, incluso la vez que jugamos en la consola.

Fueron breves momentos donde supe que su compañía no era tan mala, que, aunque tuviera un genio que nadie puede aguantar, yo puedo tolerarlo porque no parece lo que deja ver, sino que conmigo se siente... diferente.

—Amigos —le digo sonriendo al mismo tiempo que estiro mi mano para estrecharla con la suya.

Él la toma y duramos un minuto así hasta que le hago una seña para que entre, mis padres ya lo adoran y no será difícil que en poco tiempo también se gane mi cariño.

Solo espero que ya no lo arruine.


Melodías del CorazónWhere stories live. Discover now