Capítulo 45: El deseo de una estrella fugaz

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Como si su cuerpo y su cerebro discreparan, descubrió que se había dado la vuelta antes de que su mente siquiera procesara la idea, se encontró con la figura de Alfred, cuya sombra era alargada por la luz que entraba del enorme ventanal a sus espaldas, provocando que su rostro quedase a contraluz, siendo iluminado únicamente por sus ojos, de modo que Arthur no pudiese dilucidar la expresión que mantenía.

— No huyas. — gritó el más joven con desesperación, más a pesar de la fuerza de su voz, no parecía enojado en lo absoluto, sino que asemejaba más una súplica, y antes de que Arthur fuese capaz de percibir las verdaderas emociones que surcaban sus oceánicos ojos, Alfred desvió su mirada hacia el suelo. — ¿Por qué...?

La pregunta pareció no estar completa, el muchacho guardó silencio de forma súbita, poco faltó para que cubriera sus labios con las manos para evitar que las palabras escapasen.

Algo que Arthur podría presumir de su vida, es el hecho de haber logrado un significativo entendimiento respecto al carácter de Alfred, y si bien, de vez en cuando le gustaba molestarlo, sabía cómo tratar con él, por lo cual, no lo presionó para hablar, y aún si quisiera, sentía que no tenía ningún derecho a pedirle nada, por muy mínimo que fuese, por lo cual, simplemente guardó silencio, dejando que fuese él quien decidiera si lo que quería decir valía la pena.

Alfred nuevamente reunió valor, y con la luz aún en sus espaldas, levantó la vista, como si cada acción realizada le costase una batalla interna consigo mismo.

— ¿Por qué... siempre huyes? —Dijo al final, con un hilo de voz, que Arthur no habría sido capaz de oír de no ser por el aplastante silencio a su alrededor.

Esas simples palabras, combinadas con el afligido rostro del joven, provocaron un nuevo quiebre en el interior del británico.

¿Por qué huía? Porque ya no quería lastimarlo, pero por una u otra razón, siempre terminaba haciéndolo, ¿No era entonces mejor irse y ya? Como si se atreviera a verle la cara luego de todo lo que le había hecho.

Hace apenas unos segundos, esa filosofía resultaba totalmente obvia y razonable para Arthur, pero con una sola frase, Alfred la había quebrado por completo. Al parecer, en esta vida, estaba irremediablemente condenado a equivocarse una y otra vez, tampoco podía echar culpas sobre alguien más qué sí mismo.

— ¿Quieres que me quede? —inquirió, dando un paso adelante. — Si no me quieres cerca tuyo, entonces me iré por siempre, lo juro por mi vi... —se detuvo al instante, ¿Por que vida iba a jurar? —Lo juro por mi existencia.

Guardó silencio unos instantes, pensando cuidadosamente las palabras que diría, asegurándose de que no estaba imaginando cosas erróneas en las que depositar sus vanas esperanzas debido a la amargura y desesperación.

— Pero si no es así yo... no me atrevo a prometer que permaneceré siempre a tu lado, porque ya una vez fui arrancado contra mi voluntad, pero sin temor a equivocarme, te aseguro, por todo lo sagrado de este mundo, que no importa quien o que trate de alejarme, una y mil veces regresaré a tí, no importa dónde y cuándo, lo haré.

Cada palabra que decía, ayudaba a disipar brevemente el miedo en su corazón, rompiendo ladrillo a ladrillo, la imaginaria pared que los separaba, por cada palabra dio un paso adelante, y cuando finalmente se atrevió a levantar la vista, comprendió que la distancia entre ambos se había acortado enormemente, un solo paso más, y podría tocarlo.

— Pero solo si es lo que tú quieres. —concluyó, determinando no huir.

Alfred siempre había sido un libro abierto, cuyas emociones se escribían en su cara, y se ilustraban en sus ojos, los cuales comenzaron a lagrimear, un sentimiento agridulce lo invadía, y no sabía como reaccionar.

Fairytale (usuk)Where stories live. Discover now