Capítulo 22: Sinceridad

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—¿Tienes hambre?—. Preguntó Alfred mientras le daba un mordisco a un chocolate para luego extendérselo a Arthur.

—No, gracias—. Le respondió Arthur rápidamente sin despegar la vista de las páginas del libro que sostenía en su regazo.

Alfred se dejó caer sobre el sofá a su lado y apoyo la piernas sobre una pequeña mesilla. Arthur se pegó a uno de los costados del sillón, haciéndose lo más pequeño que pudo para dejarle más espacio.

El más joven se percató rápidamente de esto, pero no dijo nada.

—Estaba pensando en ir a casa de unos amigos esta noche, ¿Te gustaría acompañarme?

Arthur volvió a negar con la cabeza, Alfred puso los ojos en blanco y se acomodó los lentes. ¿Cuánto tiempo más podría soportar esa actitud?

—¿Te gustaría elegir la cena de hoy?—. Fue su último intento.

—Lo que tú quieras está bien—. Respondió Arthur restándole importancia para luego pasar la página del libro. —No sé si comeré, la verdad no tengo mucha hambre.

Sin embargo, el británico no tardó en ser desmentido por el fuerte y sonoro rugido de su estómago el cual suplicaba por cualquier cosa que sea comestible, si seguía así, pronto incluso el mismo Alfred terminaría pareciéndole apetecible.

—Claro, casi no comes, pero no tienes hambre—. Se quejó Alfred cruzándose de brazos frustrado, haciendo de cuenta que no había escuchado la clara prueba de que Arthur si tenía hambre, y al parecer mucha.

—Que tú tenga hambre todo el tiempo no significa que todo el mundo sea así.

Alfred, quien se encontraba distraído contestando un mensaje de del celular levanto la vista de forma rápida, para posar sus grandes ojos azules sobre Arthur con la frente arrugada.

—¿Qué insinúas?—. Preguntó al cabo de unos momentos, con demasiada seriedad.

—Nada—. Le replicó este, sin poder evitar que una pequeña y maliciosa sonrisa ocupara sus labios. –O sea no insinúo nada porque fui lo bastante claro. -Guardó silencio unos segundos, preparándose para pronunciar aquella palabra, casi podía saborearla. –Gordito.

El rostro de Alfred se contrajo en una mueca de horror, su boca se convirtió en una "O" perfecta, no se habría sentido más ofendido se alguien se metiera con su madre muerta. Parecía que quería decir algo, sin embargo la indignación no permitía que la aglomeración de inultos escapara fuera de sus labios. Por ende no podía dejar de balbucear frases incompletas ya que cada que trataba de responder, se le ocurría una contestación mejor, dejando la anterior a medias.

—Tu..., maldito hijo de..., pirata desgra..., momia cejo...

Y ese último, el inulto definitivo, también quedó inconcluso ya que Arthur ya no fue capaz de contener la risa ante aquella escena. Al menos había logrado distraerlo de la conversación anterior.

—Como sea—. Exclamó de forma tajante aun cuando el otro aun reía. —No me cambies el tema.

Arthur dejo de reír de forma abrupta, resulta que de vez en cuando llegaba a subestimar demasiado la inteligencia de Alfred, quien si bien no era el más iluminado por la sabiduría, no resultaba tan denigrantemente estúpido como Arthur solía creer. ¿O sí? Tenía sus momentos.

—¿Vas a decirme por qué nunca quieres comer? ¿Ni salir? ¿O por qué te la pasas recluido en un rincón leyendo siempre el mismo libro? Y la última pregunta, discúlpame si soy demasiado idiota, pero ¿En tu época tenían alguna idea de que la tierra gira alrededor del sol? Porque de no ser así no creo que entiendas nada de lo que has leído hasta ahora.

Fairytale (usuk)Where stories live. Discover now