Capítulo 44: Un vistazo a la verdad

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La constelación bailó en el aire, cambiando de estructura varias veces, hasta que las estrellas dieron forma a un gran círculo en cuyo centro se juntó todo el polvo estelar, Arthur, quien se encontraba al frente del círculo de estrellas, pudo ver su propio reflejo en este.

El polvo estelar dentro del círculo se movía constantemente, dando vida a nuevas formas, el británico no entendía cómo podía ver su reflejo, cuando entonces este repentinamente desapareció, lentamente, el polvo estelar fue adquiriendo formas familiares, primero un niño con tres complicados hermanos mayores, luego la figura de ese niño caminando solo por un bosque hasta encontrarse con dos hadas, y así, su prolífica vida fue reflejada segundo a segundo por el polvo estelar.

Observó incluso la escena acontecida semanas atrás, cuando sin pensarlo, corrió a abrazar a Alfred quien se encontraba con sus hermanos, sin siquiera percatarse de que el muchacho palideció apenas lo vió, y como su cuerpo permaneció rígido cual cadáver al ser abrazado.

Cuando finalmente volvió a sus cinco sentidos, se dio la vuelta, observando a sus hermanos con ira y estupefacción, al tiempo que preguntó:

— Ustedes... ¿Por qué no me dijeron? Sabían que él estaba aquí, ¿Y guardaron silencio?

Los tres hermanos se miraron entre sí, buscando entre ellos la aprobación para hablar o permanecer en silencio, cuando entonces, para su sorpresa, una clara y fría voz se escuchó a sus espaldas.

— Yo fui quien se los pidió —Explicó Alfred. — Yo... no quería verte.

Arthur sintió como si su pecho fuese enteramente de cristal, y en vez de palabras, lo que recibió fueron férreos golpes, que lo dejaron dolorosamente aturdido mientras que el débil cristal de su interior se resquebrajaba tan lentamente que podía sentir cada grieta formándose.

— ¿Por qué?

Si bien fueron solo dos palabras, Arthur requirió de un gran autocontrol para que su voz no se quebrase al decirlas, Alfred guardaba silencio, observándolo con amargura, cada segundo, un nueva grieta se formaba, el cristal en el pecho de Arthur se volvía cada vez más inestable, más difícil de contener y más doloroso de sobrellevar.

— ¿Por qué? Porque dos veces entraste en mi vida por la fuerza, dos veces confié en ti, y dos veces me abandonaste rompiendo mi corazón, ¿Por qué habría de arriesgarme una tercera vez? Soy idiota, pero no masoquista.

Ese último golpe fue fatal, en su aturdimiento, el británico incluso creyó oír vagamente los miles de pequeños fragmentos de cristal estallar en todas direcciones, clavándose en sus órganos, en su piel, y en sus huesos; ya estaba roto, se había roto en miles de pedazos que a su vez se esparcieron por todas partes, dañando todo lo que encontraban, ya no podría arreglarse jamás, solo quedaba el dolor de la ruptura, y el aún más intenso dolor que provenía del nostálgico recuerdo del pasado, de aquello que ya nunca más volvería a ser.

Todo en su ser parecía haberse fragmentado, al punto que ni siquiera era capaz de pensar en una oración en respuesta, quería llorar, quería largarse a llorar con todos sus fuerzas, y dejar salir esas lagrimas que había contenido durante tantos siglos que sus ojos bien podrían haberse secado hace mucho tiempo, a la vez quería gritar hasta que su garganta ronca y gastada se quedase sin voz. Su fragmentado ser, deseaba terminar de destruirse por completo para así desaparecer; de pronto, con todo este caos en su mente, la simple acción de conectar dos palabras se volvió un acto demasiado complejo como para ser realizado sin derrumbarse por completo.

Arthur pestañeó pausadamente, conteniendo así las lágrimas que aún no abandonaban sus ojos. Sus labios temblorosos se separaron, como si quisiera decir algo, pero inmediatamente se arrepintió y los cerró. El tormentoso mar de emociones desatado en su interior, permanecía oculto a ojos exteriores, y el británico no pretendía mostrarlo, apretó los puños y se clavó las uñas intentando contener el temblor de su cuerpo.

Fairytale (usuk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora