Capítulo 18: Alas rotas

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La visita a la galería, le devolvió a Alfred su característica jovialidad, la cual varios amigos suyos temían que hubiese perdido para siempre.

Si de por si, el viaje no había sido lo suficientemente divertido, el ver al chico siendo nuevamente alegre, ruidoso y un poco problemático, contribuyó significativamente al buen humor general. 

Te ves animado— Comentó Matthew luego de analizar a su hermano quien parecía incapaz de permanecer quieto en su asiento, mientras ojeaba un folleto que le habían entregado en la galería. 

—Conocí a un pintor muy agradable,me mostró uno de sus cuadros y era muy lindo, incluso tenía una historia— Exclamó Alfred emocionado, quien secretamente esperaba que alguien le preguntara la causa de su felicidad, aunque de igual forma lo habría contado aun si nadie lo hacía. 

—Oh, eso es genial— Respondió Matthew prestando poca atención al relato de su hermano, mientras que irónicamente leía en el folleto sobre el pintor del que Alfred le hablaba. 

—No vas a creer lo que voy a contarte— Volvió a decir Alfred desbordante de emoción, casi sin poder soportar los pocos segundos de espera que tardaria su hermano en volver a preguntarle.

Matthew levantó la vista, dejando el folleto a un lado, encontrándose con el ansioso rostro de su hermano quien parecía haber recibido una descarga eléctrica y tenía las energías renovadas a mil. 

—¿Que esperas? ¡Cuenta!— Lo alentó movido por la curiosidad.

Uno pensaría que una vez le hubiesen alentado, la boca de Alfred no se detendría hasta escupir el ultimo y mas conciso detalle sobre la experiencia de aquel dia. Pero la verdad, es que el mismo se trabo y guardó silencio casi un minuto, pensando por dónde debía empezar su historia: Por la leyenda del pueblo, cuando conoció al pintor francés cuyo nombre había olvidado o la pintura. Cuando finalmente  acomodo medianamente los hechos de forma que su hermano pudiese entenderlos, se sorprendió cuando al abrir la boca para hablar, una sola palabra salió de esta, con tal emoción y felicidad que casi lo grito. 

—¡Arthur!

Cómo bastó ese nombre, para que Alfred comenzará a contar todo, a la vez la mención del mismo fue suficiente para que Matthew perdiera todo deseo de escuchar. 

—El es real— Continuo Alfred con ilusión. —En el pueblo que solía vivir aún le están esperando, hay toda una leyenda sobre él, incluso hacen una fiesta en su honor.

—Creí que ya habías recapacitado— Soltó Matthew luego de un funesto suspiro. —Arthur no exis...

—Shhh— Lo callo Alfred con irritación mientras le tapaba la boca con su mano, ya estaba más que harto de que todos le dijesen que Arthur no era real, también estaba enojado  consigo mismo por haber llegado a creer en aquello. Definitivamente Arthur se sentiría ofendido si llegaba a enterarse que Alfred había dudado de su  existencia. 

Luego de recuperar la compostura y retirar su mano del rostro de su hermano antes de que este le muerda, Alfred procedió a explicar con más calma y detalle como y porque su creencia en la existencia de Arthur se había reforzado. Desde el cuadro, hasta la leyenda que Francis le había relatado, y sumado como un plus, también le dijo la versión de Arthur, quien más de una vez le había relatado cómo pasó a formar parte del mundo feérico y como había sido su vida en este. 

—¿Lo ves? Todo encaja— Finalizó diciendo cual loco conspiranoico. 

Matthew asintió varias veces, no porque le creyera, sino porque había aprendido que cuando su hermano se ponia asi de intenso era mejor seguirle el juego, y si aquello servía para alargar su buen humor, entonces si era necesario incluso el mismo fingiría poder ver a Arthur y hablar con en aire en su lugar. 

—¡Sabía que podía confiar en ti Matt!— Estalló en alegría mientras se abalanzaba sobre su hermano en un abrazo que Matthew, luego de la sorpresa, no tardó en corresponder, después de todo un abrazo es una de esas cosas que jamás se le deben negar a nadie, menos a un hermano. 

—Hoy haré que Arthur regrese— Le susurro en el oído antes de separarse.

Matthew se quedó inmóvil unos segundos, para luego deformar totalmente su rostro convirtiéndolo en una exagerada mueca de confusión y fastidio. 

—¿Qué?—Preguntó con evidente disgusto ante aquello a pesar de aun no saber qué es lo que su hermano planeaba. 

Para cuando Alfred iba a explicarle su plan, el autobús llegó a su destino, obligando a todos los niños a bajar de este. Dejando a Matthew no solo con la duda, sino también con un mal presentimiento. 

Ya en el orfelinato, los niños se disponían a continuar con sus habituales tareas, uno que otro se acercaba a las monjas y les relataba lo divertido que fue el viaje. Matthew había sido reclutado para jugar nuevamente a las escondidas, Matthew puso su mejor y más forzada sonrisa mientras aceptaba la oferta e incluso se ofrecía a contar. 

Todo parecía ir tan bien, tan monótono, tan normal... nadie hubiera creído lo que sucedería, y por extraño que fuera, nadie había notado que uno de los niños no se encontraba en el patio con los demás. 

Alfred se encontraba en su habitacion, frente a la ventana que daba a la calle, recordando aquella vez que Arthur le habia hecho bajar volando. "No lo olvides, puedes contar conmigo siempre". Recordó las palabras de Arthur en su cabeza, si era verdad, entonces el británico no permitiría que nada le sucediese al pequeño. 

Alfred abrió la ventana con cuidado, y miró hacia abajo sintiendo como el vértigo se apoderaba de él. 

—No hay nada que temer—. Se dijo a sí mismo. 

Su confianza en Arthur era tal, que estaba totalmente convencido de que sería igual que aquella vez. 

No podía echarse atrás, hacerlo sería dudar de Arthur, y eso era como no confiar en el. Alfred se sintió mal nuevamente al desmerecer de esa forma la amistad del ingles quien tanto amaba compartir su magico mundo con el. 

Con su confianza nuevamente renovada, Alfred cerró los ojos y se dejó caer de espaldas por la ventana, creyendo que su descenso lentamente se alargaría hasta llegar al suelo sin ningun daño y cuando abriese los ojos, Arthur estaría nuevamente parado a su lado, regalándole una dulce sonrisa. 

No fue así... En su miserable y sufrida vida, Alfred jamas habia experimentado un dolor similar al que embargaba su cuerpo y su alma en el momento de la caída.

El aturdimiento lo embargo completamente, el grito de una mujer llena de angustia que le había visto, los autos que se detenían al verle, las personas que se acumulaban a su alrededor, las monjas, los demás niños, incluso Matthew. Nada de eso le importaba, pues había olvidado completamente la existencia de todo aquello, ahora solo estaba él, con su dolor como única compañía, el dolor físico debido al fuerte golpe, que le imposibilitaba todo movimiento, incluso le impedía llorar, o gritar de impotencia, y el dolor que embarga su corazón, sumiendolo en la angustia más profunda.  Pues nuevamente le habían fallado, finalmente había creído, había depositado toda su fe en Arthur, y este le había abandonado.

 Con su vista nublandose, y sus sentidos cada vez menos hábiles, Alfred volvió a preguntarse lo mismo que cuando había divisado aquella estrella fugaz a la que le pidió regresar a sus padres. ¿Como había sido tan tonto, como había podido creer en algo tan absurdo?

No todo era tan malo, el hermoso cielo, iluminado por el sol, sin ninguna nube opacando su bello color azul, fue lo último que el niño vio antes de perder el conocimiento.



Fairytale (usuk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora