Capítulo 23: Problemas

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Una vez Alfred se fue, Arthur volvió a quedarse solo en aquel reducido apartamento el cual conocía en su totalidad.

¿Qué se supone que debía hacer para distraer su mente? ¿Barrer? ¿Tender la ropa? No, ya lo había hecho con anterioridad. Cuando iba a sentarse nuevamente en el sillón notó que de pasar tanto tiempo en él ya había dejado huella, así que decidió no hacerlo. Dejó el libro sobre la mesilla y camino por la casa abriendo las ventanas para que entrase un poco de sol, realmente era reconfortante.

Para alguien como él, que pocos eran los lugares en el mundo que le quedaban por conocer, el permanecer tanto tiempo encerrado en el mismo sitio era realmente una tortura, sin embargo nadie le imponía el encierro, ya que Alfred jamás le había cerrado una puerta, ni exigido que se quedase allí. La triste y humillante realidad es que Arthur era prisionero únicamente de sí mismo.

El realmente no quería ser una molestia, sin embargo le resultaba imposible verse a sí mismo como otra cosa. No era más que una carga con la que Alfred debía lidiar, y si no tenía otra opción, al menos quería asegurarse de interferir lo menos posible con la rutina del muchacho.

Pero el encierro había terminado por agobiarlo, de vez en cuando sentía que el aire era irrespirable en aquella casa, cada pequeña cosa servía para molestarlo, primero la humedad, luego la pequeñez del lugar, llegó incluso a irritarse al contar los ladrillos en una pared y descubrir que eran un número impar.

—¿Cómo puede vivir en este chiquero? ¿Es que en su casa no le han enseñado a ser aseado? ¡Zopenco!—. Solía susurrar entre dientes siempre que se encontraba haciendo la limpieza, cabe aclarar que siendo esta una de las pocas distracciones que se permitía, se entregaba de lleno a ella al punto de ir arrastrándose por el suelo con un pequeño trapo en la mano. —¡Cuando venga se lo diré, definitivamente le escupiré en la cara todo lo que pienso de el!

Sin embargo, cuando Alfred se presentaba no hacía más que callar, ya que todas aquellas quejas pasaban a segundo plano, y únicamente se dedicaba a sentirse culpable por haber pensado con tanta crueldad de aquel que lo soportaba, maldiciéndose a sí mismo por ser tan mal agradecido, estúpido y egoísta, y maldiciendo a Alfred por ser tan bueno, tan idiota, y hacerlo sentir tan miserable.

¿Qué debía hacer ahora? Solo trataba de actuar de la forma más correcta, y al parecer había sido un completo fracaso en ello.

No supo discernir si se debió al mal momento que acababa de pasar, o a ese extraño malestar que lo asaltaba de vez en cuando, pero durante unos segundos fue invadido por un fuerte mareo el cual lo hizo creer que todo a su alrededor se movía, se llevó la mano a la frente y comprobó que estaba sudando, con su mano libre se aferró con fuerza al brazo del sillón temiendo caerse debido al imaginario movimiento de las cosas que le rodeaban, su garganta parecía cerrarse impidiendo el paso del aire.

Su mano bajó de su frente a su pecho, y allí permaneció unos segundos, con los ojos cerrados y la boca entreabierta esforzándose por respirar. Más con la misma espontaneidad que el mareo vino se fue. Y en un parpadeo ya se encontraba nuevamente en tan buen estado que le costó creer que hace apenas un segundo se sentía fatal.

De pronto, su pequeña paz fue interrumpida por el agudo sonido de una melodía la cual no logró hallar su procedencia.

—¡Duendes!—. Gritó alarmado tapándose los oídos con el fin de no escuchar aquella mágica y pegadiza tonada que de pronto calló de forma abrupta para volver a comenzar.

Arthur se destapó los oídos confundido ante tan súbito corte en el ritmo, sabiendo de sobra que ese no es el modo en el que los duendes solían proceder.

"¿Hadas? ¿Sirenas?" Se preguntó mentalmente. Mas aquella melodía no parecía ser creada por ninguna criatura de origen feérico, no era demasiado bella ni hipnotizante, solo era pegadiza, y después de escucharlas más de tres veces terminaba por volverse irritantemente repetitiva, además de que la forma en que tocaban era muy torpe, no terminaban la canción que ya la estaban comenzando de nuevo, de pronto apenas comenzaba, bruscamente volvía a empezar sobreponiéndose, y así estuvo varios minutos hasta que Arthur se acercó al lugar del que venía.

Fairytale (usuk)Where stories live. Discover now