Capítulo 30: Una hermosa vista

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A medida que el auto avanzaba por las incipientes calles, el sol lentamente iba descendiendo haciendo que el azul del cielo lentamente fuese devorado por tonalidades más cálidas.

Alfred hablaba sin parar, de meras trivialidades, Arthur le observaba concentrado sin hacer más que asentir ante su constante parloteo, dedicando de vez en cuando breves miradas al conductor, preguntándose si este se percataba de que su pasajero parecía hablarle al aire, más a aquel hombre no podría importarle menos.

—Hay algo que mencionaste hace tiempo—. Le interrumpió el británico. –Que llamó mi atención.

Arthur guardó silencio tras aquello, como si esperase que Alfred fuese quien le diese permiso para continuar hablando, pues el muchacho había dicho también una vez que no estaba listo para contarle las penurias que le había causado su amistad, si bien eso no había sido hace mucho, Arthur no estaría presente para que el otro se dignara contarle la verdad. Debía ser en el transcurso de aquel día.

—¿Qué?

—Puede que sea solo una trivialidad, pero...—. Nuevamente guardó silencio unos instantes, buscando la forma de abordar aquella conversación de modo que Alfred estuviese dispuesto a continuar. –Habías dicho que no volviste a ver tu hermano hasta los diecisiete años, ¿Es que pelearon?

Alfred se quedó callado al instante, y la tranquila expresión de su rostro se borró. Aún sin que dijese nada, su mirada bastaba para decirlo todo. Con solo ver aquellos ojos, Arthur sentía que el más joven le reprochase el haberle preguntado aquello.

—No peleamos, es que a Matthew lo adoptaron—. Respondió el muchacho, era curiosa su forma de hablar, pues si bien lo hacía con irremediable incomodidad, trataba de soltar aquellas palabras como algo casual, como si realmente no le importase demasiado, creyendo que así su acompañante perdería el interés.

—¿Los adoptaron?

—No, lo adoptaron a él—. Rectificó el comentario de Arthur, desviando su vista hacia la ventana.

Nuevamente el silencio fue lo único que se oyó dentro del coche, aunque ambos sabían bien que no era más que una pausa para procesar aquella información, y saber cómo abordarla causando el menor impacto posible en la sensibilidad del muchacho.

—¿Fueron adoptados por familias diferentes?—. Se aventuró a cuestionar nuevamente el británico.

Alfred se limitó a negar con la cabeza, sin despegar sus ojos de la ventana.

—¿Quién adoptaría a un demente?—. Concluyó el más joven antes de que Arthur dijese algo.

—No digas eso de ti mismo, sabes que no es verdad.

Alfred rió amargamente, luego se quitó los anteojos, para observar nuevamente a su compañero.

—Yo ya no tengo idea que es verdad y que no...

—Si yo... nunca fue mi intención hacerte daño, como te dije antes: cuando me fui, lo hice pensando que sería lo mejor para ti. Realmente necesito que me digas si es que me equivoqué.

Alfred seguía observándolo, con aquella expresión que derramaba melancolía, el muchacho siquiera pestañeaba, sumado al hecho de que se había quitado los anteojos, sus ojos comenzaron a enrojecer y humedecerse.

***

—"¿Sabes cuál es la mejor forma de terminar con un fantasma? Haciéndolo desaparecer, si no hablas de él, si no piensas en él, lo entierras muy en lo profundo de tu memoria y lo olvidas, el fantasma desaparece—". Recordó aquellas palabras que Lukas le había dicho una vez hace tantos años. –"¿Sabes por qué te digo esto?—. Preguntó, a lo que el niño negó moviendo la cabeza. –"Porque los verdaderos fantasmas son los recuerdos, Arthur es tu fantasma Alfred, debes terminar con él, hazlo desaparecer de tu vida, expúlsalo de tu cabeza y reserva tu memoria para recuerdos felices, como tus padres, tus amigos o tu hermano, así las cosas comenzaran a acomodarse por sí mismas.

Fairytale (usuk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora