Capítulo 25: Una gran cruzada

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Muy a su pesar, Arthur se vio obligado a acompañar al muchacho a aquella reunión con sus amigos. No porque quisiera, sino porque descubrió lo monstruosamente persistente que Alfred podía llegar a ser. Prácticamente no lo había dejado en paz, ni siquiera cuando le dijo que ya se había hartado de discutir. En definitiva, le había ganado por cansancio.

Por mucho que se esforzase, no podía comprender del todo al más joven, a veces se comportaba como un niño (o peor que uno) en otros momentos se lo veía sumamente triste o asustado, luego de la nada volvía a su acostumbrada jovialidad. El deseo de comprender qué era lo que pasaba por aquella cabeza comenzaba a transformarse en una obsesión para el británico, más aún sabiendo que este le ocultaba cosas.

Al caminar por la acera aquella tibia noche de verano, unos pasos por detrás de Alfred observando únicamente su espalda, Arthur reflexionaba sobre lo predispuesto que solía ser con sus exigencias, es decir... ahora que lo pensaba bien jamás le había dicho que no en algo, siempre que se negaba al principio terminaba por ceder al final, como ahora. Ante este pensamiento, se preguntó levemente sorprendido, que tanto estaría dispuesto a ceder si el muchacho se lo pedía.

¿Qué tal si Alfred le pedía que se quedase?

Rió incrédulo ante aquella posibilidad, ¿Porque le pediría eso? Si claramente Alfred era quien más deseos tenía de que se fuera.

"Si, lo sé, pero... si hipotéticamente él te pidiese que te quedases ¿Lo harías?"

Preguntó curiosa la voz de su conciencia, e inconscientemente, aquel pensamiento casual, terminó convirtiéndose en una idea genuina.

—¿Lo haría?—. Se cuestionó deteniendo su marcha y sin ser consciente de que sus reflexiones habían pasado a ser en voz alta. —¿Por qué lo haría? Solo le causaría problemas, no entiendo por qué querría que me quedase.

Detuvo unos momentos su caminata, se percató entonces del cálido clima, del bello cielo entrado en un avanzado ocaso, de los imponentes edificios similares a gigantes, de las farolas que le recordaban a las estrellas, de los pequeños árboles graciosamente podados en las aceras, también reparó en la gente; parecían venir de todos los rincones del mundo: eran altos, bajos, asiáticos, rubios, de piel tan oscura como el azabache, e incluso presenció gente con cabellos de colores que no había visto nunca (al menos no en humanos) como rosado, o celeste. La variedad en la vestimenta también lo impresionó, los autos que surcaban las calles, los perros. Se dio cuenta de que era la primera vez que apreciaba todo aquello, pues cuando había llegado no pensó ni por un segundo en "hacer turismo" además de que hacia un clima horrible, sin contar que una vez había entrado en el departamento de Alfred, ya no había vuelto a salir. Ciertamente todo aquello le llamaba la atención, como los niños que se maravillan de todo lo desconocido, por más ordinario que esto pueda ser.

Y pensar que se había perdido de todo aquello por permanecer encerrado.

—Oye, camina más rápido—. Le dijo Alfred que caminaba unos pasos más adelante, al notar que el británico se encontraba bastante atrasado y distraído.

—S-si—. Respondió Arthur aún ensimismado en sus propios pensamientos, para luego acelerar un poco el paso y posicionarse junto al muchacho.

—Oye... ¿Cómo es tu empleo?—. Preguntó el británico quien comenzaba a sentir cierta curiosidad por aquel mundo.

—Horrible—. Replicó el más joven sin darle demasiada importancia.

Arthur no dijo más nada, pero permaneció varios minutos observándolo expectante, esperando que le explicase aquella respuesta.

—Es bastante difícil tener que cargar la bandeja con una sola mano, peor aún si hay que llevar dos, e ir a toda velocidad entre las mesas como si fuesen un laberinto. Algunas personas son muy poco agradables y te tratan mal, te insultan por tardar con sus pedidos, no les importa que haya muchas otras personas que hayan llegado antes que ellos. El sueldo es una miseria, casi no hay descanso y... no importa lo mal que te traten, siempre debo ser educado y tratar a todos amablemente. Y hay otros que son realmente asquerosos, es decir... terminan de comer y dejan las sobras y todo el desastre sobre la mesa, no sabes si comieron o vomitaron allí. Y los niños... no tengo ganas de hablar de eso—. Dijo tajantemente al final en tono resignado.

Fairytale (usuk)Where stories live. Discover now