Capítulo 36: La noche en la que las estrellas bajan a la tierra

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—Oye, Patrick, no me lo tomes a mal, pero... ¿Tú no estás muerto?—. Preguntó Alfred, tras meditar unos instantes, entre tanto caminaba unos cuantos pasos detrás de su guía.

—¿Te parezco muerto?—. Inquirió Patrick a su vez, sin dignarse a mirar a Alfred para responderle, como así tampoco detener su marcha por el bosque.

—No se, por eso pregunto—. Respondió el americano encogiéndose de hombros al tiempo que utilizaba su camiseta para secar sus ya maltratados anteojos.

—Bueno... digamos que hace mucho tiempo dejé de existir como persona.

—¿Qué eres exactamente?

Antes de responder, Patrick se detuvo de forma abrupta, y permaneció un largo instante observando el cielo sin decir nada, mientras que las gotas de agua impactaron en su rostro sin mojarlo.

—Está prohibido revelarlo a los vivos—. Confesó apenado, mirando a Alfred. –Pero... ¿Te has preguntado alguna vez que sucede con las personas que mueren?

—Bastante seguido.

—Quien muere nunca abandona a sus seres queridos, es todo lo que puedo decirte—. Y tras decir esto, volvió a mirar hacia el cielo con ojos melancólicos, buscando alguna estrella entre los nubarrones de la tormenta.

Alfred le imitó, por curiosidad, entonces notó, como una pequeña y tenue luz parecía encontrarse cada vez más cerca, hasta que lo que había sido un punto luminoso, le obligó a cerrar los ojos para no encandilarse debido a su ferviente luz.

Una especie de estallido, la tierra se movió, como había sucedido antes de encontrar a Patrick, al abrir los ojos no vio más que una luz cegadora, un zumbido ensordecedor, y la ya conocida sensación de que el mundo se está desmoronando.

Alfred cayó de rodillas sobre el lodo, con las manos presionando los oídos para no escuchar aquel ruido, y con los ojos cerrados.

Cinco minutos transcurrieron así, hasta que de pronto, el bosque fue inundado por una inusitada calma y quietud, ni el viento soplaba ni la lluvia seguía cayendo, los nubarrones se habían disipado y la luna iluminaba a sus anchas, junto con todas las estrellas que existen y existieron alguna vez.

De la apocalíptica escena transcurrida anteriormente, no había más evidencia que el recuerdo de Alfred.

—Calma—. Soltó entonces Patrick, quien no parecía haber percibido todo aquello, pues se encontraba parado en el mismo lugar y en la misma posición que antes, y no aparentaba otra cosa más que calma. —Ese fue mi hermano, acaba de llegar—. Explicó.

Tras oír aquello, lo que menos le faltó a Alfred fueron ganas de indagar en aquellas enigmáticas palabras, no obstante, tal era el estado de aturdimiento en el que se encontraba, que al abrir su boca no pudo hacer más que balbucear palabras incompletas.

"¿Su hermano acaba de llegar?" Pensó, creyendo por unos segundos que podría tratarse de Arthur.

Se percató entonces, de que una secuencia similar había acontecido momentos antes de que se encontrara con Patrick, razón por la cual consideró que este había "caído" de la misma forma. Al verlo desde cierta lejanía, notó como la caída había sido tan rápida que la estela de luz que dibujó momentáneamente asemejaba un rayo. Pero en la "caída" de su hermano, al producirse esta mucho más cerca, había sido imposible verla como un rayo, de hecho, habría sido imposible ver cualquier otra cosa.

De a poco, el bosque que había sido silenciado tras lo que fuese que haya sido eso, volvió a poblarse de ruidos como el croar de las ranas, sonido de los grillos, el suave canto de la brisa arrastrando consigo hojas de árbol.

Fairytale (usuk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora