Capítulo 26: Sonrisa

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Alfred tocó varias veces con impaciencia el timbre que había junto a la puerta principal. Arthur podía oír el sonido de una llave abriendo la cerradura del otro lado, pero aun así Alfred no se detuvo hasta que la puerta frente a él estuvo abierta.

Fueron recibidos por un muchacho de cabello castaño y ojos verdes, que si bien se comportó muy amablemente al darle la bienvenida a Alfred, el británico no pudo dejar de percibir la preocupación que nublaba el rostro del anfitrión.

—¿Por qué no respondiste ninguna de mis llamadas?—. Indagó Toris, el dueño de la casa, concluido el saludo, aun sin invitarlo a pasar.

Alfred miró a Arthur a su lado unos momentos, como queriendo decirle "Anda, explícale por qué no recibo llamadas"

—Mi celular ya no funciona desde la tarde, larga historia—. Contestó finalmente encogiéndose de hombros.

—Veras... Sucede que...—. Toris parecía incapaz de terminar ninguna de sus frases debido al nerviosismo, desvió la mirada y se rascó la nuca incómodo. —Ivan... está aquí.

—¿¡Que?!—. Exclamó Alfred sin molestarse en ocultar el desagrado que le causaba saber aquello. —¿¡Por qué lo invitaste!?

—Se invitó él solo.

—¡Pe-pero...

—P-puedes quedarte tú también—. Alegó Toris temiendo haber ofendido a uno de sus amigos, dándose cuenta que ni siquiera lo había invitado a pasar aun. —S-solo por favor, no peleen.

—Paso, no tengo ni las ganas ni el ánimo como para lidiar con Braginski. Mejor dejémoslo para otro día—. Y antes de que tanto Arthur como Toris pudieran decir o hacer algo, Alfred se dio la vuelta dispuesto a irse, no sin antes tomar bruscamente del brazo al británico para arrastrarlo tras de él.

—Vámonos, Arthur—. Le dijo olvidando por unos momentos que él era el único capaz de ver al nombrado.

Aún confundido, Arthur obedeció y caminó durante varias manzanas detrás de Alfred quien todavía no le soltaba del brazo y tampoco había vuelto a mirar ni una sola vez hacia atras.

—¿Adónde vamos?—. Preguntó curioso mirando a su alrededor, mas no obtuvo respuesta alguna.

Entonces el mayor detuvo abruptamente su caminata y luego de unos cuantos tirones logró zafarse del agarre de Alfred, quien se dio la vuelta y lo observó con una furia que Arthur jamás había divisado en los ojos del joven, se dio cuenta entonces de que nunca antes lo había visto realmente enojado.

El británico estuvo a punto de decir algo, pero entonces, la oscura llama en los ojos de Alfred se extinguió, ahogada por las lágrimas que comenzaron a deslizarse lentamente por su rostro. Sin dar ningún tipo de explicación, se dejó caer sentado sobre el cordón de la calle, cubriéndose el rostro con las manos. Pasados unos pocos segundos, por el movimiento de sus hombros y su agitada respiración, Arthur comprendió que el más joven lloraba.

Sin pensarlo demasiado, se sentó junto a él, y pasados unos pocos segundos, contraria a cualquier reacción que hubiese esperado, el muchacho se aferró a él, sosteniéndolo por la camisa, hundiendo su rostro en el pecho del británico, dando así rienda suelta a sus lamentos y sollozos.

Arthur podía sentir el calor del aliento de Alfred sobre su camisa, y como esta era empapada por las lágrimas.

—Ya, tranquilo—. Le susurró dulcemente, sin estar del todo seguro de lo que hacía, mientras que revolvía con cariño los cabellos del muchacho, como solía hacer cuando este era pequeño. —No llores, dime quien fue, y te prometo que le rompo la cara.

Fairytale (usuk)Where stories live. Discover now