Capítulo 21: Convivencia

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Arthur se preguntó si debía salir solo del baño o llamar a Alfred, aunque momentos después aquella segunda idea le pareció totalmente estúpida e innecesaria, ¿Para qué iba a llamarlo? Se puso de pie y salió de la bañera, luego de eso, permaneció casi un minuto observando su cuerpo desnudo y mojado frente al espejo.

Sintió un leve sobresalto y abrió los ojos de una forma casi sobre humana, por poco y le costaba reconocer su propio reflejo a causa de lo desmejorado que estaba.

La preocupación de Alfred era más que fundamentada con aquel deplorable aspecto: sus globos oculares estaban casi amarillentos, o tal vez fuese un extraño efecto causado por las millones de venas rojas en miniatura que los cubrían, se dio cuenta que también le costaba mantener los ojos abiertos en su totalidad, sus parpados estaban caídos, también tenía ojeras que casi le llegaban a las mejillas, sus labios carecían de color y eran de un tono entre violáceo y gris. Sus ojeras contrastaban con la piel insanamente pálida, gracias a la cual pudo descubrir que poseía algunas diminutas y casi imperceptibles pecas. Se veía tan débil que luego de aquella sorpresiva primera impresión por poco rompe el espejo de un puñetazo.

—Algo está mal aquí— Se dijo intentando calmarse. —Eso no puedo ser yo.

—¿Todo bien ahí adentro?—. Escuchó la voz de Alfred del otro lado de la puerta. —¿Quieres que te ayude?

—¡No te atrevas a entrar!—. Fue lo primero que se le ocurrió decir, al recordar que aún se encontraba en completa desnudez. —Te lanzaré una maldición si lo haces—. Agregó mientras arrancaba casi de un tirón una toalla que se encontraba colgada de un tendero y la enrollaba alrededor de su cintura.

—Como quieras—. Le respondió Alfred del otro lado luego de que tratase de ocultar sin éxito una pequeña risita producida por aquella amenaza.

Arthur no escuchó pasos que se alejasen, ni ninguna otra señal que demostrase que el muchacho se haya marchado, así que permaneció unos segundos en completo silencio con el fin de que sus oídos se agudizaran un poco.

—Oye...— Aquello fue más un murmuro el cual inconscientemente escapo de su mente a su boca, sin embargo sirvió para confirmar sus sospechas de que Alfred seguía allí.

—¿Si?— Le escuchó decir.

—Mi ropa, ¿Dónde se encuentra?

—Oh, la tire a la basura- Le respondió Alfred de forma tan natural que no parecía entender que eso no era correcto.

—¡¿Qué...?! ¿Cómo...? ¿Con que derecho...?—. Las preguntas se amontonaban unas sobre otras sin dejarle pronunciar ninguna de forma correcta, sin contar que también intentaba medirse para no insultar, pues si bien aquello no le cayó muy bien que digamos, había tomado la determinación de no pelear, no insultar y no levantar la voz.

—¿Era necesario llegar a semejante extremo?—. Preguntó con una voz un tanto extraña la cual era producto de un vano esfuerzo por contener su indignación, aunque si Alfred hubiese visto el rostro que tenía mientras le preguntaba aquello, seguramente lo habría adivinado al instante.

—No puedes ir por ahí con eso, ese abrigo tuyo era como una cortina vieja y fea, además que estaba todo sucio y remendado. Si quieres te presto o ropa, al menos hasta que vayamos una tienda y encuentres algo más actual que te guste—. Todo aquello lo decía rápidamente y con espontanea naturalidad, parecía haberse adaptado demasiado rápido a la situación que se encontraban. Sin embargo, luego de un minúsculo silencio agrego en voz más baja y seria: —Además... me siento nervioso de tener que ir por ahí con un pirata fantasmagórico, aun si yo soy el único que te ve.

—Entiendo—. Fue lo único que Arthur se limitó a responder, luego bajo la vista y vio que no tenía más que aquella toalla para tapar "sus vergüenzas" y de ninguna forma iba a salir así. — ¿Entonces te importaría traerme ropa? Lo que sea estará bien.

Fairytale (usuk)Where stories live. Discover now