Capítulo 43: El juicio de Astreo

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La habitación en la que se encontraba era tan inmensa como fría, incluso sus suaves respiraciones producían tal sonido en el abismal silencio, que bien podrían ser confundidas con la brisa. De no ser porque allí no había ningún tipo de brisa.

Solo se encontraba Arthur, en un enorme cuarto blanco, cuyo único mobiliario era la silla blanca sobre la que estaba sentado, a cada segundo de soledad allí, el silencio se tornaba más y más pesado, como si se tratase de una bestia agazapada esperando devorar a su presa, quien se sabe constantemente observada.

Segundo tras segundo, los oídos de Arthur se agudizaban aún más, intentando captar alguna otra presencia en aquel cuarto donde todo parecía haber sido engullido por el silencio. Primero escuchaba su propia respiración, luego la saliva al pasar por su garganta, solo cuando escuchó los latidos de su corazón, se percató de lo alterado que este latía, y no entendió cómo es que su exterior se mostraba tan tranquilo.

Finalmente, un leve sonido, como si alguien contuviese la risa, fue audible. Arthur volteó con tal recelo que por poco se cae de su silla; pero no había persona alguna frente a él, sino que el intruso era ni más ni menos que una gran bola de luz, como si se tratase de un pequeño sol.

La bola de luz fue creciendo hasta cegarlo, Arthur se vió obligado a cubrirse los ojos; no obstante, cuando volvió a abrirlos, lo que se encontraba frente a él no era una bola de luz similar al sol, sino que se trataba del mismísimo Alfred.

En un principio, Arthur no supo cómo reaccionar, pero Alfred le sonrió cálidamente.

— ¿La forma que adopté es de tu agrado? —Inquirió.

Arthur frunció el ceño, pero no dijo nada.

— No sé qué apariencia estés viendo, pero te advierto que no soy esa persona, mi nombre es Astreo.

A pesar de que sus ojos se abrieron en toda su extensión debido a la sorpresa, aún no soltó palabra alguna, siguiendo al pie de la letra las indicaciones de sus hermanos, se puso de pie e inclinó respetuosamente la cabeza a modo de saludo.

— ¿De dónde vienes? — Inquirió el noble Astreo mientras se paseaba por la habitación con la figura de Alfred, a Arthur le resultaba demasiado incómodo observarlo, por lo cual simplemente bajó la mirada y respondió con voz calmada, estas preguntas no eran realmente importantes sino que más bien eran un ritual, por lo cual, hace algún tiempo venía ensayando las respuestas.

— Lo que importa es a donde voy.

— ¿Que eras antes y que quieres ser ahora?

— Polvo de estrellas es lo que fui, y una estrella completa es lo que quiero ser.

— ¿Cuál es tu nombre?

— Arthur Kirkland.

— Vaya, otro Kirkland. —Respondió Astreo. — Tienes algo que ver con...

— Son mis hermanos. —Respondió Arthur antes de que pudiese terminar la oración.

Astreo arqueó una ceja, dejando ver la incredulidad en su rostro.

— ¿Cómo hicieron tus padres para concebir hijos con tantos siglos de diferencia?

Arthur no respondió, sentía cierto temor debido a su imprudencia, a pesar de que sus hermanos le había recordado una y mil veces que debía observar altivamente los ojos de Astreo mientras hablase con él, sin dejar entrever el más mínimo rastro de duda o vacilación en su ser, no se atrevía a observar aquellos ojos y figura calcadas a las de Alfred, sin ser él.

— Supongo que ya hemos terminado con las formalidades, antes de dar inicio oficial a tu juicio, se te permite hacerme una pregunta.

Si bien tenía miles de cuestiones surcando su mente en ese momento, sabiendo que era la oportunidad única de preguntarle algo a una deidad, apenas abrió la boca, las palabras salieron por sí mismas.

Fairytale (usuk)Where stories live. Discover now