2. Universidad de Ashbury (pt. 1)

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Paso toda la tarde tratando de convencer a papá de que no me obligue a salir con Cedric, de que le diga que enfermé y que es extremadamente contagioso, pero el hombre no parece tener ni la más mínima intención de aflojar. Me han dicho desde que era pequeña que me parezco mucho a él, que somos muy similares por el pelo oscuro, espeso y rizado, y por la obstinación. Juro que si algún día llego a ser así de molesta, no me molestaré si alguien me golpea en el rostro. Es más: exijo que me abofeteen si es necesario para que recobre la razón. 


-Míralo como una experiencia pedagógica, Abril. Ayer en la tarde estabas diciéndome que no habías pensado en tu futuro. ¿Qué mejor oportunidad para explorarlo? - Dice, mientras endereza uno de los cuadros de la sala de estar. Tiene oscuros círculos bajo los ojos, uno de los varios efectos secundarios que el exceso de vino tiene sobre él. El otro, y mi favorito, es la docilidad que parece invadirlo. No ha gritado en todo el día, y son las cinco y cuarto. 


No he hablado con Samuel desde anoche. No creo que sea necesario. Si todo sale de acuerdo a mi plan, estaré de regreso justo antes de las siete, a tiempo para salir con él. 
¿Qué podría salir mal?

No respondas. 


Tocan a la puerta, y sé que ya no tengo escapatoria. 


-¿Qué estás esperando, Abbie? ¡Abre la puerta! - Y así de rápido cambia la expresión de papá. Si no lo conociera mejor, diría que tiene algún tipo de enamoramiento repentino con Cedric. Huh, tal vez así sea. 


A regañadientes hago lo que me pide, sintiendo cómo a cada paso se suma otra tonelada a la carga que llevo sobre los hombros.

¿Por qué tengo que hacerlo? 


Abro la puerta, y lo primero con lo que me encuentro es con un ramo de peonias. 


-Uhm, ¿qué es esto? - Pregunto, cuando veo la cabeza de Cedric asomar detrás de las flores. 


-Flores, ¿no es obvio? 


-Sí, eso lo veo, pero ¿para qué? 


-¿Y yo qué sé? Mamá dijo que tal vez te gustarían, así que... Ahí tienes. Que las disfrutes. 


-¿Se supone que me las coma, o algo? 


-¡Cedric! Qué gusto verte de nuevo. - Mi padre se para junto a mí, mirando las flores como si hubieran sido un regalo para él (está bien, tal vez no esté equivocada y papá tenga algún tipo de fijación con Cedric) y estrecha la mano que le tiende el muchacho. ¿Es todo esto necesario?

-Lo mismo digo, señor Ros. 


-Por favor, llámame Tomás. -¡Conoce a Samuel de toda la vida y nunca le ha dicho algo así! Bueno, no es como si me importara, la verdad. - No los retengo más. No quiero que lleguen a tarde a la clase de... ¿De qué dijiste que era la clase? 


-Teoría de la continuidad. 


-Teoría de la continuidad, claro. Bueno, diviértanse, chicos. - Sin decir nada más me empuja fuera de casa, poniendo el abrigo sobre mis hombros. Dejo las flores sobre la banca del porche y alcanzo a Cedric que ya se ha adelantado y está a medio camino entre la puerta de casa y de su auto. 


¿Qué más se puede decir de alguien que conduce un abollado Ford Focus blanco del 2004? Nada, además de que grita "Cedric Canonach" por dónde se lo mire. ¿Qué clase de auto es ese? 


-¿Algún problema? - Dice, enarcando una ceja. 


-¿Por qué habría de haberlo? 


-Para no preocuparme, porque eso parece ser todo lo que hay cuándo se trata de ti. 


Las Crónicas de Ashbury: El Libroحيث تعيش القصص. اكتشف الآن