7. Feliz navidad y Próspero año nuevo (pt.2)

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-¿Navidad en la Biblioteca? Vaya, Ros, eres el alma de la fiesta. - Cedric me alcanza cuando ya he descendido los primeros diez escalones de granito. Tal vez esto de caminar no sea tan mala idea después de todo. El sol se siente bien sobre mi piel. Por ahora. Carpe diem, ¿no?

-¿Tú? ¿En la Biblioteca? Espera, ¿Sabes leer? No, ya sé, eso es lo que pusiste en tu carta de navidad este año, y lo recibiste como un regalo adelantado. Debes estar muy orgulloso de ti mismo.

-¿Ni siquiera en navidad puedes dejar semejante hostilidad?

-Lo siento, ¿herí tus delicados sentimientos?

-Pues ahora que lo mencionas...

-Por más que disfruto... diría conversar, pero "discutir" parece ser más apropiado, contigo, debo irme. Como ya dijiste, es navidad, y algunos de nosotros sí tenemos mejores cosas que hacer que ir por el mundo siendo completamente irritantes. Feliz navidad, Cedric. Que tengas una buena tarde.

Empiezo a caminar en dirección a la avenida principal, cuando poco después siento sus pasos resonar como un eco de los míos.

Trato de ignorarlo, pero cuando está a punto de pisar mis talones, tengo que girarme en redondo, -estrellándome contra su todo-menos-fornido pecho de frente en el proceso-.

-Perdón, pero ¿necesitas algo?

-No, nada. Es espacio público, ¿no?

-Sí, así es, siempre y cuando no invadas el espacio vital de alguien más, puedes andar por donde te plazca.

-Gracias por la clase. ¿No tenías prisa? Sigue por tu camino, por favor. No quiero retenerte más.

-Gracias. Adiós. - Sigo caminando, pero él no deja de seguirme. Giro a la izquierda en la vía principal y comienzo a caminar un poco más rápido, pero no pasa mucho tiempo hasta que sus pasos acompasan los míos.

Camino incluso más rápido, y él hace lo propio para que la distancia que nos separa nunca supere el metro. Es en el segundo cruce que se me ocurre mirar el cielo. Una gigantesca nube negra ha tapado el sol, y aparentemente sus amigas vienen en camino. Una brisa helada que se cuela por entre mi camisa y que acaricia mi espalda haciendo que se me erice el vello de la nuca, confirma mis sospechas de que en un par de minutos el diluvio universal se va a ver opacado por la tormenta que caerá sobre nosotros, haciéndolo parecer una suave llovizna primaveral.

-Pregunta rápida: ¿de casualidad no habrás traído tu auto? - Pregunto sin siquiera girarme, porque sé que está lo suficientemente cerca como para escucharme.

-¿Crees que estaría caminando si lo hubiera traído?

-No sé hasta dónde eres capaz de llegar para molestarme, así que parecía posible.

-Supongo que estamos juntos en esto. - Dice, reteniéndome por la muñeca y obligándome a dar la vuelta.

-Hasta donde sé, tu casa queda en la otra dirección.

-Vaya, qué observadora, Abbie. La tuya no.

-¿Qué se supone que significa eso?

-No creerás que voy a dejarte caminar sola hasta allí, ¿o sí?

-Tus padres están invitados a la cena, ¿no es así?

-¿Por qué pensarías eso? ¿No podría ser este un desinteresado gesto de mi parte, motivado por el espíritu de las fiestas, a manera de regalo de navidad?

-Cedric Canonach, casi podrías haberme convencido antes de decir eso último.

-En mi defensa, mis padres están invitados, pero la invitación no me fue extendida, así que pensaba...

Las Crónicas de Ashbury: El LibroWhere stories live. Discover now