10. Doogie Howser (pt. 3)

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El doctor Luke Trest debía estar esperándome en la sala del primer piso para ir al café que queda a un par de calles de la Clínica de la Costa desde las 6:00, la hora a la que acordamos encontrarnos.

De alguna forma logré sobrevivir sin que nadie se enterara de mis planes para esa tarde. Sin embargo, antes de salir, tuve que enfrentarme a las preguntas de este último, que empezó a sospechar cuando le pedí a Anna su maquillaje prestado por unos minutos.

-¿Qué estamos celebrando? - Preguntó, cuando me senté junto a él.

-¿A qué te refieres? - Pasé mis dedos por mi pelo en un inútil intento por aplacarlo.

-No creerás que no me doy cuenta de...

-¡Pero mira qué tarde es! Debería ir a...

-¿Cuál es la prisa?

-Uhm... Ya que estamos aquí pensé que sería un buen momento para... programar una cita médica. - La deliciosa ironía...

-¿Y por qué no me lo habías dicho? Podría acompañarte si...

-No, no hay problema. Estaré de regreso en... Te veo en el hotel más tarde.

-¿Qué? No. Puedo esperarte para ir juntos y...

-Te veo en el hotel más tarde. - Sé que esa no fue la forma de disipar sus sospechas, sino que seguramente las fortalecí, pero tiempo es precisamente lo que más falta me hacía en ese momento.

Luke había dicho que estaría esperando a las 6:00, y son las 6:10. Diez minutos de retraso que acrecientan mi incomodidad, y que...

Olvido todas las palabras de un sólo golpe cuando lo veo cerca de la entrada de la sala de espera en la que estuvimos los primeros días en Emberbury. Usa una camisa blanca de botones sin apuntar los de más arriba, una chaqueta de invierno roja y jeans. Casi podría pasar por un chico de la UA, y, una vez más, la palabra casi es la clave aquí.

-¿Lista? - Pregunta, dándome un beso en la mejilla en cuanto me acerco lo suficiente, como si nos conociéramos de años y no de días. Lo dejo pasar sin más al recordar que éste es el mismo hombre que salvó la vida de mi madre hace más o menos setenta y dos horas.

-Lista. - Trato de sonreír, pero al no conseguirlo clavo la mirada en el suelo. Lo único que me haría falta sería tropezar para darle la oportunidad de lanzarse al rescate, y seamos honestos: eso sería épico.

No dice nada mientras me conduce a través del estacionamiento hasta la zona exclusiva para los funcionarios de la Clínica. Se detiene frente a un brillante Accura RLX del color de la plata, y las luces del mismo responde en cuanto acciona un botón en el control que sostiene en la mano. Abre la puerta del copiloto y espera a que me acomode para cerrarla con una sonrisa.

Aquí estoy yo, Abril Ros, la chica que quemó su Libro, en el auto de Doogie Howser McDreamy, y nadie puede saberlo.

Demonios, si fuera el tipo de persona que suele documentar su vida en las redes sociales... mi teléfono ya se habría quedado sin batería.

No estamos lejos del café, pero el silencioso camino me resulta eterno. Esto de interactuar nunca ha sido mi fuerte, para ser sincera, mucho menos dadas las condiciones. Debe estar arrepintiéndose ahora, debe estar preguntándose cuál es mi problema, o...

-Me alegra que hayas aceptado venir. - Dice, cuando por arte de magia nos sentamos en una mesa cerca de la puerta en el café al que Cedric me llevó antes de buscar a Rose por toda la ciudad. Al ver que no digo nada más, añade: -No creí que fueras a hacerlo, especialmente si tienes en cuenta todo lo que está pasando, y...

Las Crónicas de Ashbury: El LibroWhere stories live. Discover now