11. Sobre la soledad de la estación, y otras tantas cosas desagradables. (Pt. 7)

68 12 2
                                    


En las horas siguientes, tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no saltar cada vez que suena la campanilla sobre la puerta, en parte porque el tintineo empeora el dolor de cabeza de la resaca, en parte porque cada vez que la puerta se abre, espero encontrar a Cedric, y nunca es él.

Cuando el sol comienza su descenso, me doy cuenta de que las cosas en serio están... mal.

-¿Mamá?

-¿Sí, querida? - Me siento frente a ella, en la barra del mostrador, y cruzo los brazos frente a mi para evitar que note el temblor en mis manos. Ella sabe mejor que nadie que, a diferencia de todos los otros humanos del planeta, no cierro las manos en puños para contenerme, sino para infundirme valor, para ocultar mi debilidad.

-Cedric no fue a recoger su auto, ¿o sí? - Baja el libro que estaba leyendo y se quita sus anteojos de marco color berenjena.

-¿Qué te hace decir eso?

-Tal vez que ya no estaba cuando desperté en la mañana, y que no ha venido en todo el día...

-Es posible que se haya retrasado.

-¿Por qué siento que hay algo que no estás diciéndome?

-No tengo la más mínima idea de por qué es eso, pero puedo asegurarte que no tienes nada de qué preocuparte.

-No es que esté preocupada, es que...

-No puedes mentirme.

-Está bien, tal vez esté un poco preocupada. Él no se iría sin decir adiós, ¿o sí?

-Eso sólo lo sabes tú.

-En realidad, sólo lo sabe Anna. No recuerdo gran cosa sobre lo que pasó anoche, y temo haber hecho o dicho algo imprudente, y que ahora no me dirija la palabra.

-Si de algo te sirve, fue él quien te cargó escaleras arriba cuando llegaron, y tú estabas en el país de los sueños.

-¿Él hizo eso? - Sentir el rubor esparcirse por mis mejillas es como sentir el alma regresarme al cuerpo.

-Por supuesto que sí. Más allá de eso, bueno... no hay mucho que pueda decirte, pero estoy segura de que lo que sea que haya pasado no fue tan malo como lo imaginas.

-Bien. Eso es... no puedo decir que "tranquilizador", pero al menos me hace sentir un poco mejor. Gracias, mamá.

-No me lo agradezcas.

-¿Estaría bien si voy a caminar? Necesito un poco de aire.

-Por favor, querida, sabes que eso no tienes que preguntarlo. Sólo... no tardes mucho. No quiero tener que enviar una partida de búsqueda cuando caiga la noche.

-Vaya, creo que la confianza se desvaneció casi tan rápido como...

-¿Los mojitos en la mesa? - Pregunta, enarcando una ceja.

-¿Cómo es que no estás enojada?

-Créelo o no, yo también fui joven, Abbie, y recuerdo la primera vez que sobrepasé mis límites. No fue muy agradable, pero me enseñó una importante lección.

-Ah, ¿sí? ¿Y qué lección es esa?

-Nunca mezclar Ron y vodka.

-Sabiduría proverbial, damas y caballeros.

Cuando abandono el café, mamá aún no ha dejado de reírse.

Hacía mucho tiempo no la veía tan feliz, mucho menos tan tranquila como lo está ahora. No estoy segura de sí tenga que ver con Emberbury, o con el hecho de estar cerca de la abuela de nuevo.

Las Crónicas de Ashbury: El Libroजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें