8. Emberbury (pt. 1)

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Mamá consiguió que papá no preguntara qué estuve haciendo mientras el nuevo año se escabullía en silencio -al menos para mí-a través de la noche. Sin embargo, no tuvo tanta suerte tratando de convencerlo de no preguntar sobre qué diantres me había hecho salir perfectamente normal y regresar destrozada.

Le dije que Anna no me había contestado, y que eso me había afectado mucho.

Eso no lo convenció, pero por lo menos dejó de insistir.

Así que terminé todo con Samuel poco después de que empezara, y con Cedric incluso antes de eso. Qué maravillosa manera de comenzar el año, ¿no es así?

Ahora estoy aquí, tendida sobre mi cama, con la mirada clavada en el techo y una idea casi suicida rondándome la cabeza. ¿Debería ir a hablar con Samuel?

Así por lo menos obtendría el cierre que siento que necesito, y tendría la oportunidad de tratar de recuperar los escombros de nuestra amistad. Tal vez, y sólo tal, vez exista la remota posibilidad de que eso sea suficiente para volver a tenerlo en mi vida, esta vez como el chico con el que tanto había extrañado mirar al techo.

Me sorprendo caminando hacia su casa, a un par de manzanas por la misma calle, ¿No diría mi madre que es una "muestra de madurez" de mi parte? Estoy a puertas de la adultez, y va siendo hora de que me comporte como tal. Aún con eso, cada paso que doy resuena en mis oídos como un "no lo hagas, no lo hagas, no lo hagas", que trato de ignorar, pero sé que esta es la máxima expresión de mi estupidez.

Me paro frente a su puerta unos segundos. Es mi última oportunidad de dar la vuelta y volver a casa, y escapar de todo. Samuel mismo lo dijo, es lo que sé hacer mejor: huir de mis problemas.

Con energía renovada, toco el timbre.

Abre la puerta la madre de Samuel, Marcia Kor, una mujer de oscuro pelo negro y ojos rasgados del mismo color verde de los de su hijo, que al verme se cubre la boca sorprendida.

-¡Abril! - La mujer me atrae hacia sí y me abraza con fuerza. - ¡Pero mírate nada más! Cuánto has cambiado. Te hemos echado mucho de menos por aquí.

-¿Mamá? ¿Quién es? - Lindsay, la hermana mayor de Samuel asoma la cabeza por la ventana. -¿Qué hace ella aquí?

-Hija, no seas descortés. Adelante, Abbie, por favor ponte cómoda. Creo que Samuel sigue dormido, pero puedes esperar en la sala mientras voy por él.

-Gracias, señora Kor. - Paso junto a una muy sorprendida Lindsay y me siento en el sofá de la sala de estar que da la espalda a la puerta principal. Es una casa decorada al mejor estilo de los sesenta, con muebles minimalistas y muy bajos, está bien iluminada, y huele a todas las tardes que compartí con Samuel hace años.

Espero pacientemente, hasta que alguien se lanza sobre mí. Es Lía, la hermana menor de Samuel, que debe estar por cumplir 16.

-¡Abril! - Exclama contra mi oído, dejándome temporalmente sorda.

-¡Hola, Lía! - Pasan los segundos y empiezo a dejar de sentir las manos. - Uhm, perdón, no quiero sonar grosera, pero... espacio. Por favor.

-Uy, lo siento. - Se sienta junto a mí y clava sus grandes ojos oscuros sobre mí, como si mi mera presencia le causara curiosidad. - Decían que habías vuelto, pero no te había visto, así que no les creía. ¿Cómo has estado?

-Uh, de maravilla.-Ah, las maravillosas reglas de convivencia, ayudándonos a sobrevivir a conversaciones incómodas sobre, por ejemplo, por qué esa afirmación es falsa, desde tiempos inmemoriales.

Las Crónicas de Ashbury: El LibroWhere stories live. Discover now