6. Regina Dubh (pt.4 )

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Cuando abro los ojos de un sobresalto a la mañana siguiente, lo primero que hago es confirmar la hora en mi teléfono. El reloj debe estar mal, tiene que estar mal.

No son ni siquiera las nueve. ¿Pero qué demonios pasa conmigo?

El vacío en mi estómago me recuerda la reunión con R, y entiendo que mi falta de sueño se debe a la ansiedad.

Salgo de mi habitación para buscar a mis padres, pero en su lugar, encuentro una nota de mi padre diciendo que había llevado a mamá al mercado de los granjeros, a la salida de Ashbury, muy cerca de la bodega en la que estuvimos ayer en la tarde, para comprar frutas y verduras, entre otras muchas otras cosas que pueden conseguirse allí.

Busco en el refrigerador, y me doy por vencida cuando no encuentro mucho que haya sobrevivido íntegramente al ataque de creatividad culinaria que mamá sufrió anoche. Me resigno a no desayunar esa mañana, y regreso a mi habitación para prepararme tanto para la reunión como para ver a Samuel de nuevo.

¿Por qué siento una extraña punzada de culpabilidad en el pecho? No es como si lo hubiera engañado, ni nada por el estilo. No pasó ni pasará nada con Cedric, así que no tengo por qué sentirme de esta forma, ¿no? ¿NO?

Busco algo bonito, y pongo un esfuerzo adicional en mi apariencia esta mañana. Dedico casi media hora a mi maquillaje, y otros cuantos minutos para decidir qué ponerme. Finalmente uso una camisa que compré poco antes de volver a Ashbury, verde como las hojas de los árboles más jóvenes, y una falda color crema.

Estoy lista a las diez menos cuarto, pocos segundos antes de que alguien toque a la puerta.

Me extraña un poco que alguien nos visite a esta hora de la mañana, pero cuando los gatos empiezan a maullar y a andar en círculos y a dar volteretas, comprendo de quién se trata.

-Cedric... me gustaría decir que es una sorpresa, pero en realidad no es así. ¿Qué haces aquí?

-Tu desayuno. Mamá dijo que tus padres salieron muy temprano esta mañana, y pensé ¿por qué no?

-Tal vez porque pude haber salido con ellos.

-Sí, claro, como si eso fuera a pasar. - Entra, y tras saludar a los tres gatitos que enloquecen cuando lo ven, se acomoda en la sala de estar. De una bolsa de papel blanca saca dos sándwiches, dos tazas de café en empaque de viaje, y dos vasos de jugo de naranja. -¿No vas a sentarte? Espera. ¿Vas a salir?

-No es de tu incumbencia. - No lo pienso mucho más y me acomodo frente a él. Ataco el sándwich vorazmente. Estaba muriendo de hambre, tengo que admitirlo.

-Así que piensas encontrarte con Samuel... Interesante.

-Claro que no. No es como si quisiera más problemas, Cedric.

-Eres una pésima mentirosa, ¿te lo han dicho?

-No, en realidad... Touchè.

-Está bien, no voy a decírselo a nadie.

-Tengo mis razones para no creer eso. - Le doy un sorbo al café. Está en su punto perfecto, oscuro, sin azúcar, tal como me gusta.

-¿Cuántas veces voy a tener que disculparme?

-Ya, no estaba diciendo nada más. Sólo que la evidencia histórica demuestra que...

-Si, sí, sí, evidencia histórica mis polainas. ¿Quieres escapar un rato?

-¿Qué demonios...?

-Podríamos ir a la ciudad, ya sabes. Hacer algo alocado por una vez. ¿Qué dices?

Las Crónicas de Ashbury: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora