13. Festival del Destino (Pt. 3)

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Mamá dice que Cedric me trajo inconsciente a casa. Por el estado de mi ropa y pelo, creyeron que me había embriagado más allá de los confines de la dignidad, y que me había desmayado, pero Cedric les dio su palabra de que no hubo ni una gota de alcohol involucrada y le creyeron.

Aún después del incómodo incidente de la sala de descanso, se preocupó por mí lo suficiente como para traerme a casa.

¿Y luego me culpan de hacerme ilusiones?

De alguna forma logré dormir 18 horas seguidas. El reloj marca las 8 de la mañana.

Me levanto de la cama sintiéndome pesada y desubicada. Las cortinas están corridas, pero como afuera brilla el sol puedo hacerme una idea del maravilloso clima de hoy.

De la puerta de mi armario cuelga una bolsa de lavandería dentro de la cual encuentro un vestido aguamarina con un fajón negro a la altura de la cintura. No es mi estilo, pero no es feo y cubre la espalda por completo.

-¿Se puede? -Mamá toca a la puerta, y la empuja lo suficiente para asomar la cabeza pasado el mediodía.

Asiento.

-La buena noticia es que eres la primera en la lista de espera del doctor. La mala es que no podrá verte sino hasta después del Festival, así que de momento lo único que puedo hacer es mantenerte hidratada. Te traje un poco de té y de jugo de naranja porque no sabía qué querrías cuando despertaras.

-Agua hubiera estado bien, gracias.

Mamá vuelve a sentarse al borde de mi cama.

-Quiero hacerte una pregunta. ¿Qué te pasó?

-No estoy segura. Me sentí mareada, y luego desperté aquí.

-En la espalda.

-Oh. Eso fue.... Uhm...

-¿Qué hiciste?

-¿Qué? ¿Por qué asumes que fue mi culpa?

-Porque él nunca haría algo así sin provocación. ¿Has hablado de esto con alguien?

-Mamá, ¿qué demonios...?

-Contesta. ¿Has hablado con la policía?

-No, pero estoy en todo mi derecho.

-Te recuerdo que sigues teniendo 17.

-Por si no lo recuerdas, ya tengo 18, y soy perfectamente capaz de tomar mis propias decisiones.

-¿Has sido así de insolente todo este tiempo?

-¿Mamá? ¿Qué...?

-No me respondas. -Me corta. Se pone de pie y camino hasta el escritorio donde garabatea algo en un pedazo de papel que me entrega con un movimiento fugaz.

"Él escucha".

Se lleva un dedo a los labios para pedirme que mantenga silencio.

-Anna pensó que este vestido te quedaría bien, así que cámbiate. Iremos todos juntos a la ceremonia inaugural.

-Pero... -Con una mirada de advertencia de su parte basta para hacerme cerrar la boca. -Quiero decir... Uhm... Bien.

-Esa es la Abril que conozco. Y que no se repita esta... uhm, este jueguito. ¿Está claro?

-Si.

-¿Si...?

-¿Señora?

-Bien. -Satisfecha, me da un rápido beso en la mejilla y estrecha mi mano. Está tan asustada como yo. -¿Lo ves? Ser firme es suficiente para lograr que se mueva. No hay necesidad de recurrir a medidas desesperadas.

Las Crónicas de Ashbury: El LibroWhere stories live. Discover now