9. Adrenalina (pt. 3)

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No trato de alcanzarlo. A duras penas si nos hemos separado en los últimos tres días, y ambos necesitamos un poco de espacio si no queremos que alguien salga herido. Algo me dice que si mi humor sigue tan cambiante, no seré yo quien pague por los platos rotos.

Me reúno con Anna y con Rose en el mostrador de información, donde una enfermera ya está ayudando a la primera a diligenciar los documentos para la donación. Tras varias preguntas que van de "¿tiene algún tatuaje?" a "¿podría ser portadora de alguna enfermedad venérea?", la joven enfermera le pide a mi prima que la siga.

-Alguien puede acompañarla, si eso la tranquiliza. - Añade.

-Cuida mis cosas, Abril, volveremos en un...

-De hecho, abuela... ¿Te importaría si Abril me acompaña?

-¿Qué? Oh... No, en absoluto. Como te sientas más cómoda. Buscaré la cafetería y las veré allí. - Estrecha mi brazo cuando pasa junto a mí, y siento como cada uno de los músculos de mi cuerpo se tensa al contacto. Me dirige una triste mirada -por lo que sé que ella también lo sintió-y sigue por su camino.

-Lo siento. - Dice Anna, cuando vamos caminando por el corredor. - Pero tiendo a desmayarme, y la abuela puede ser bastante alarmista. Además... Tengo entendido que esto toma tiempo, y ¿por qué no aprovechar el tiempo para ponernos al corriente?

-¿Estás segura de que quieres hacer eso? Perderías dos años completos de trabajo.

-¿A qué te refieres?

-Hablas como si no supiera que llevas los últimos setecientos días haciendo todo lo que está al alcance de tu mano para evadirme.

Entramos a una sala no muy bien iluminada, pero amplia, cuyas paredes, techo están pintadas de un tono más claro que las baldosas del suelo amarillento. Hay una silla reclinable, y otras dos de apariencia mucho menos cómoda. En el rincón del fondo hay un carrito del que sobresalen tubos de muestras, agujas, una caja de paños desinfectantes, algodón, jeringas, vías para intravenosa... Todo aquello de lo que las pesadillas están hechas.

-Recuéstese aquí. - Ordena la enfermera, mientras lo arregla todo. Veo a Anna palidecer al mismo tiempo que la enfermera saca una aguja de su empaque. - Bien, sólo será un pinchazo.

-Abbie... -Pide, tendiéndome la mano. Pongo una mano en su mejilla para obligarla a mirarme.

-No vas a desmayarte si no ves qué está pasando, así que mírame a mí, ¿está bien? No, a mis ojos. Bien... -No pensé en mirar en otra dirección también cuando la aguja se introdujo en la piel de su brazo. La oigo contener el aliento, y la presión de su mano en la mía disminuye un ápice, pero sigue siendo perceptible. - Todo estará bien, ¿ya? Eso fue todo. No fue tan malo, ¿no?

-Trate de quedarse lo más quieta posible. Algo de mareo es normal, así que no hay que alarmarse. - La enfermera se sienta en una de las sillas restantes y comienza a ojear una revista, y yo acerco la otra a la silla de Anna.

-Así que... Dos años. - Digo. - Lo correcto sería decir que siento que hubiera sido ayer, pero con todo lo que ha pasado desde entonces, pareciera que fue hace tres siglos.

-Y medio. - Completa.

-Gracias por esto. De verdad.

-Lo hago por Sue, y... porque sé que aunque debes odiarme, harías lo mismo por mí.

-¿Odiarte? No. Tú me odias, ya sabes "arruiné esta familia, blah, blah, blah..." No es como si yo hubiera quemado el maldito Libro...

-¿Crees que algo de esto tiene que ver con el Libro? - Me sorprende ver que está realmente asombrada.

Las Crónicas de Ashbury: El LibroWhere stories live. Discover now