9. Adrenalina (pt. 1)

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En menos de una hora sentí la temperatura de la habitación descender drásticamente. Los dedos de mamá comienzan a adquirir un tono azuloso que es todo menos tranquilizador. Veo uno de los monitores sólo para darme cuenta de que mamá no está saturando bien, y que la maldita máquina está en silencio.

Oprimo una, dos, tres y cuatro veces el botón de asistencia, y como la enfermera de la entrada me dijo, unos segundos después una corpulenta enfermera entró corriendo a la habitación. Luego entró una auxiliar menuda en estado frenético.

-¡Código azul! Llama al doctor. - Le dice la primera. -¡Ahora!

Con un rápido movimiento pone la cama en posición completamente horizontal y me lanza las almohadas.

De nuevo tengo problemas para respirar, pero empujo el nudo que me lo impide fuera del camino del aire. Mamá me necesita consciente, cuando menos.

El médico con el que me crucé al entrar se abalanza sobre mamá, revisa los monitores y abre la bata de mamá, dejando su pecho expuesto.

-No respira... Llame a Cardiología. - Le indica a la auxiliar. -¡El desfibrilador! ¡Rápido!

Otros dos enfermeros llegan para ayudar, uno llevando el carrito que tantas veces he visto en las películas, otro preparado para intubar.

Me siento tan inútil, tan impotente... Mi madre está ahí, sufriendo frente a mí. Si no hubiera mirado hacia arriba la habría perdido para siempre, y todo sería mi culpa, y...

-Tiene que salir, señorita. - Dice la enfermera que llegó primero.

-Uno de epi, y 0,7mg de adrenalina. - Pide. ¿Cómo puede estar tan tranquilo? Sus manos ni siquiera tiemblan. ¿Cómo es que no tiemblan? - Carga a 210. ¡Despejen! - Veo el cuerpo de mi madre contorsionarse con la descarga eléctrica que acaba de recibir, pero vuelve a caer en la cama. Los monitores gritan, claman por atención, pero el médico no parece satisfecho. Deja las paletas en su lugar y comienza a practicarle RCP. - 65 de Lidocaina. Ahora.

-Señorita...

-¡Despejen! - Mi madre vuelve a temblar, pero esta vez parece responder a la violencia del procedimiento favorablemente. - Consíganle un lugar en la UCI, reporten esto, y por el amor de Dios, ¡que alguien me consiga la maldita AB-! Señorita Ros, la veré afuera en unos instantes, por favor espere allí.

Asiento como en trance y dejo la habitación arrastrando lo pies.

Cuando cruzo las puertas de cristal, no busco a Cedric, ni a mi padre. Busco un baño.

Tras desocupar el contenido de mi estómago y lavarme la cara varias veces, salgo del baño para encontrarme con un Cedric recostado contra la pared con los brazos cruzados.

No dice nada, y me envuelve en sus brazos para halarme de regreso a la sala de estar, en la que ya está el médico que acaba de salvar a mi madre, y que por lo mismo se ha convertido en una especie de superhéroe al que nunca sabré como pagarle.

-¿Cómo se encuentra? - Me pregunta. Vaya si es joven. ¿A qué edad entró a la universidad para estar ejerciendo ahora? ¿A los diez?

Miro a Cedric en busca de auxilio. Aunque no le he dicho una sola palabra sobre lo que presencié, tengo la sensación de que él ya lo sabe, y por lo mismo se encarga de responder por mi, poniendo un brazo sobre mis hombros.

-Más tranquila que hace cinco minutos. - Me da un suave apretón en el brazo y me estrecha contra su cuerpo.

Me siento segura a su lado, como si todo lo demás fuera una estúpida pesadilla.

Las Crónicas de Ashbury: El LibroWhere stories live. Discover now