Nota fuera de historia; La gestación subrogada permite a dos hombres tener un hijo; se necesita el óvulo de una donante para ser fecundado por los espermatozoides de uno de ellos. Una vez fecundado deberá ser transferido a una mujer que lleve a cabo el embarazo y de luz al bebé.

 Una vez fecundado deberá ser transferido a una mujer que lleve a cabo el embarazo y de luz al bebé

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—De igual forma, es un gran paso para ustedes —Gustabo abrazó a su amigo—. Estoy muy feliz por ti.

—Gracias —el chico de cabello azulado dejó escapar unas lágrimas que secó al separarse con una sonrisa.

Comenzaron a revolver el lugar de arriba abajo buscando algo adecuado para la fiesta; según Ivanov, irían personas de fuera de la malla, sería más una reunión elegante que una fiesta. Aun así, Horacio no perdió su gusto y no tardó en elegir los conjuntos ideales para sus amigos.

—¡Guapo! —el chico de cresta aplaudió a el rubio quien salía del vestidor con una camisa blanquecina y unos pantalones de vestir ajustados oscuros, sin olvidar el detalle de los zapatos negros.

—Detesto las fiestas elegantes —bufó el ojiazul mirándose al espejo.

—Que va, si te queda de maravilla —opinó Segismundo quien salió de los probadores de la izquierda con una camisa roja y unos pantalones negros.

—Si tú lo dices —se encogió de hombros Gustabo—. A mí me gusta tu estilo, Segis. Vas guapísimo.

—Gracias —sonrió el azabache.

—Oigan —habló Horacio—. Volkov me acaba de avisar que la fiesta se adelantó y comienza en...—miró su reloj—. Una hora.

—No me jodas —se quejó Gustabo—. Quería un café, tío.

—¿Y quién dijo que no podemos ir? —preguntó Horacio confundido.

—Nuestra vestimenta —se señaló a si mismo con obviedad.

—Que va, no se va a arruinar por subir un camino. Como última opción; nos colocamos lo tenis.

Gustabo dudó, sabía que Conway se reiría si llegaba desaliñado a la reunión. A pesar de eso, no podía resistirse a las peticiones de Horacio.

—Va, pero vayamos con los tenis y guardamos los zapatos en el coche.

—Hecho —sonrió el de cresta. (...)

Llegaron al café al cual habían ido Gustabo y Conway la vez anterior, básicamente, repetirían los mismos movimientos. Pero esta vez, estaba con sus amigos y no se arrepentía en lo más mínimo, quería enseñarles las hermosas vistas desde la colina a ellos.

Bajaron y ordenaron cada quien lo suyo y Horacio parecía seguir empeñado en invitarlos con el gusto de derrochar plata de la tarjeta de Volkov como si fuera propia. Así era él, no había remedio.

Al tener cada uno lo suyo; subieron al vehículo de Gustabo, obsequio de, ya hace unos años, su pareja y condujeron hasta la entrada de la montaña.

𝐝𝐚𝐝𝐝𝐲 𝐢𝐬𝐬𝐮𝐞𝐬 ; intenaboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora