t h i r t y s e v e n.

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Todos se encontraban frente a la gran puerta de chapa que poseía el galpón. Emilio les había llamado avisando que estaría allí para rescatar a Gustabo y Conway no se pudo negar; sabía que al mexicano se le daban bien las armas.

—Preparaos —avisó Conway por radio—. A mi señal, todos apuntando al frente. Ivanov, Horacio y Volkov a mi derecha. Torrente, Greco, Emilio y Serjay a mi izquierda, los alumnos atrás de nosotros siguiendo nuestros pasos —hizo una pequeña pausa de unos pocos minutos mientras los policías se posicionaban—. ¡Ahora!

Abrieron la puerta comenzando a apuntar a todos lados. Pero grata fue su sorpresa al encontrarse a Gustabo tirando en el suelo inconsciente; rodeado de cinco hombres cargados de subfusiles Thompson, fusiles SCAR y escopetas de alto calibre más las cuatro personas enmascaradas atrás de ellos. Todos apuntaban a los oficiales.

—Vaya, pensé que negociaríamos.

Los pasos de un hombre comenzaron a resonar en todo en todo el lugar alertando a Conway quien apuntaba a la oscuridad de la zona. David, el padre de Gustabo, se acercó al grupo que rodeaba a su hijo y se colocó en frente con arrogancia.

—Hijo de puta —susurró Conway apuntando directamente a su cabeza mientras este sonreía.

—Tengo entendido que no vais a disparar; tenemos mejores armas que ustedes —se encogió de hombros desviando su vista de él y comenzando a caminar entre los de su banda—. Los mataríamos a todos en un segundo.

—Somos más —contestó con coraje—. ¿Qué te hace creer eso?

—Que yo tengo a Gustabo —respondió mirándolo sonriente—. Pero eso no es lo que nos compete el día de hoy.

—¿Ah no? ¿Y qué es? ¿Qué te vuele la jodida cabeza?

—Eres bastante gracioso, a decir verdad. Al parecer el maricón de mi hijo eligió bien. Hubieras sido un bueno nuero, porque claro, tenemos casi la misma edad, nos hubiéramos llevado bien hablando de nuestras épocas.

—Deje de vacilar —ordenó Volkov con valor—. ¿Qué cojones quiere?

—Creo que ya se lo he dicho al teléfono, comisario Volkov. Quiero romper negociaciones —sonrió con maldad—. Juanjo, dispara.

El chico acató la orden de su jefe y disparó directo al chaleco antibalas de Serjay, alertando a todos y comenzando a dispersarse en el lugar. Greco tomó a Serjay, quien había caído al suelo debido al impacto, y corrió con él en brazos hasta un lugar 'seguro'.

—¿Estas bien? —preguntó desesperado.

—Dame unos minutos, debo recobrar el aire.

Greco asintió y se asomó entre las cajas comenzando a disparar.

Las balas volaban por el lugar haciendo eco y aumentando más la tensión en aquel galpón.

Conway corrió hacia Gustabo tomándolo en brazos con los nervios a flor de piel. Se estaba exponiendo mucho; tan así que un disparo le rozó el brazo desestabilizando el agarre de su novio. Tan pronto se giró en dirección al que le había disparado, vio que una bala atravesaba su cabeza matándolo en el instante.

Volvió a correr, pero esta vez hacia una pared a unos pocos metros de distancia, refugiándose junto al menor allí. Lo miró por unos segundos, observando como su pecho se elevaba y descendía con normalidad, dándole a entender que aún respiraba. Buscó heridas de bala, pero no halló ninguna, simplemente estos hijos de puta le habían hecho creer eso.

Comenzó a dispararle a unos enmascarados que parecían tener agilidad para disparar porque le dieron a Yuu en el brazo. Tanta fue su impotencia al ver esta escena, que clavó la mira en la cabeza del hombre que le había disparado a su agente haciendo que terminara con una bala entre ceja y ceja.

El pequeño alumno rubio se ocultó detrás de unas cajas buscando detener el sangrado rasgando un pedazo de la tela de su camisa.

Por otro lado; David se escabullía entre los agentes buscando terminar con la vida de su hijo. No le importaba en lo absoluto los disparos que se escuchaban a centímetros suyo, y mucho menos le importaba la vida de los partícipes de la mafia. Tenía una oportunidad, y no la iba a echar a perder.

Ivanov se ocultaba junto a Horacio atacando con rabia a los enmascarados; tenía ganas de verles la cara a todos y hacerles pagar por todo lo que les estaban haciendo pasar, tanto a él como a sus amigos. Le hizo una seña al chico de cresta para acercarse a los bandidos, pero un hombre a punto de emboscar a Volkov llamó toda su atención haciéndolo caer al piso de un disparo. El comisario se giró a ver el cuerpo que había caído detrás suya y luego a Ivanov, sonriéndole en forma de agradecimiento.

Conway, a punto de moverse de posición, comenzó a escuchar la tos de Gustabo detrás suya. Se giró desesperado y tomó la cabeza de su novio levantándolo poco a poco.

—¿Jack?

—Cariño, no es el momento. No hagas fuerzas, solo, quédate aquí si.

El menor admiró la escena de fondo sentando un escalofrío recorrer su espina dorsal. Miró a su novio y le extendió su mano.

—Dame algo.

—¿Qué? No.

—¡Que me des algo! —ordenó el ojiazul mirándolo serio.

Jack solo lo miraba como si estuviera loco, pero ¿qué más podría hacer? Le entregó en manos el subfusil y lo miró a los ojos.

—Como te pase algo...

—No me va a pasar nada. Gracias por salvarme.

El rubio plantó un pequeño beso en sus labios antes de echarse a correr a una columna ocultándose de la mafia y comenzando a disparar a cubierto.

Los disparos eran ser infinitos; agentes heridos y bandidos muertos, pero, aun así, ninguno pretendía cesar ante el otro. Era sabido que el CNP estaba en un punto que, si aflojaban un poco, podía irse todo a la mierda y el arduo trabajo sería en vano. La mafia parecía no cansarse, simplemente querían salir con vida y éxito de allí, pero eso claramente no estaba en los planes de la policía, que parecía atacar con cada vez más ganas.

El más pequeño de todos los agentes, miró hacia sus costados comprobando que nadie le interceptara y corrió hasta adelante, casi pegado a dos agentes los cuales le sonrieron ladinos. Pero todo pareció frenarse ante sus ojos al oír un disparo que aturdió sus oídos.

El grito desgarrador de Gustabo sonó en todo el lugar haciendo que los disparos se aquieten en seguida y giraran en su dirección.

Un gran charco de sangre se formó en el suelo llegando a sus botas manchando las suelas de estas.













Habían abatido a Horacio.

𝐝𝐚𝐝𝐝𝐲 𝐢𝐬𝐬𝐮𝐞𝐬 ; intenaboWhere stories live. Discover now