t h r e e.

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Gustabo miraba por la ventana del carro las luces de la ciudad de Los Santos. Solía ser un caos, pero esta noche en especial, todo estaba tranquilo. Conway notó la preocupación en los ojos del chico por su padre. Había estado a punto de pedirle disculpas, pero no le iba a mentir; no se arrepentía una mierda.

—Tranquilo, Gustabín. El capullo de tu padre estará bien, le he pedido a Volkov que llame una ambulancia.

—Señor Superintendente, me hubiera dejado quedarme con él. Si se despierta y no estoy, será para más alboroto.

—Que no, coño. Te vas a ir a dormir —Jack había observado al menor anteriormente, y las ojeras debajo de sus ojos delatan que no había podido dormir bien en mucho tiempo—. ¿Sueles dormir bien, capullo?

—Algo así. Llegó de la comisaría y preparo la cena para luego irme a dormir, y me levantó a las seis de la mañana para dejarle preparado el desayuno a mi padre.

—¿No sabe hacerlo solo? —preguntó Jack molesto. Detestaba ver como abusaba de su hijo con las tareas del hogar.

—Mi madre solía hacerlo por nosotros, hasta que bueno...

Conway se percató de que habían estado dando vueltas en todo este rato, y todo porque se había distraído hablando con Gustabo, quien no le había dado la localización de su hogar.

—¿Cuál es la zona de tu casa?

—Strawberry —habló Gustabo mirando por la ventanilla.

—¿Strawberry? Es un barrio de mierda.

—Lo sé —suspiró el menor— solo que no tenemos recursos suficientes para mudarnos de casa. 

—¿Y tu padre no ha pensado en conseguirse un empleo?

Gustabo se removió con incomodidad en el asiento; ¿Cómo le diría que su progenitor tenía problemas con el alcohol y que por eso no conseguía empleo?

—No lo sé, no he hablado de ello con él. Por el momento, el que trae los ingresos al hogar soy yo, y con lo que gano trato de que salgamos adelante.

Conway admiró al chico por el espejo retrovisor. Para tener solamente diecinueve años, el chico lograba adaptarse a la situación.

—¿Es por aquí? —preguntó el mayor observando el vecindario nada agradable.

—Allí mismo —señaló Gustabo una casa de un solo piso color beige desgastado. Jack estacionó en el frente de la casa, y el chico se giró a mirarlo.

—Muchas gracias por traerme, Superintendente. Le pido disculpas por las molestias y el comportamiento de mi padre.

Conway iba a responder, pero Gustabo jugueteando con sus manos con nerviosismo lo interrumpió: — ¿Le podría compensar con un vaso de whisky?

La oferta sonaba tentadora, pero por un lado no sabía si debía aceptar. Miró al menor quien lo tenia su vista en el con una sonrisa y no pudo negarse.

—Esta bien.

Gustabo sentía una manada de elefantes pasando por su estomago en ese mismo momento. Jack Conway, el Superintendente de la ciudad, había aceptado tomar un trago en su maldita casa. En esos momentos agradeció mentalmente a que durante el día había ofrecido dinero a Emilio con tal de que le limpie la casa.

Ambos bajaron del coche, y Jack no tardó en cerrarlo porque, repito, el barrio no era nada agradable. Gustabo se dirigió a la entrada, y del bolsillo de su pantalón de mezclilla sacó las llaves del hogar, al cual se adentraron. 

𝐝𝐚𝐝𝐝𝐲 𝐢𝐬𝐬𝐮𝐞𝐬 ; intenaboWhere stories live. Discover now