t h i r t y f i v e.

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Voces indistintas se lograban divisar en el oscuro lugar. Gustabo estaba consiente hace un par de horas; pidió ayuda varias veces, pero nadie venia en su auxilio.

De la puerta de metal a unos pocos metros sonó un chirrido horrible a los oídos de Gustabo quien hizo una mueca de disgusto. Un hombre con pasamontañas y gorro de pescador de color negro entró a la habitación cargando un arma larga.

—¿Es este? —preguntó mirándolo fijamente. El menor alzó una ceja confundido y de entre las sombras un sujeto salió de brazos cruzados.

El aire comenzó escasear en el organismo de Gustabo al ver a su padre frente a él.

—Sí, es él —sonrió maliciosamente.

—¿Papá? —preguntó con la voz entrecortada.

—Tal como lo ves —contestó con arrogancia y burla mientras sonreía ladino.

—Vámonos, David —el hombre vestido completamente de negro tomó el brazo del hombre arrastrándolo nuevamente hasta fuera.

—Me vas a hacer pagar por todo, idiota —exclamó David mirando amenazante a el ojiazul antes de desaparecer por la puerta.

Gustabo se sintió desfallecer; nada de esto podría estar pasando. En su cabeza se proyectaba una y otra vez la imagen de Jack en el suelo herido de bala. No resistió mucho más y comenzó a llorar desconsoladamente suplicando que su familia —Conway, Horacio y Emilio—, junto a la malla se encontraran bien. (...)

El coche patrulla de Conway e Ivanov se dirigían al 10-20 que había enviado Moussa hace no más de tres minutos. El nigeriano había informado ver el vehículo rojo yendo a toda velocidad por la autopista, hasta que chocó yendo contra una barandilla de cemento en el carril contrario.

—Déjamelo a mí —informó Jack una vez que Ivanov aparcó el carro.

—Voy detrás de ti —le avisó Alexander saliendo del zeta con una pistola en mano.

El chico de tez oscura les hizo una seña de que hicieran silencio mientras que los tres rodeaban en coche.

—Bajad con las putas manos en alto —ordenó el superintendente con el dedo en el gatillo.

La puerta del conductor se abrió dejando caer a un hombre al cual reconocieron todos de inmediato como Emilio. El mexicano estaba atado de pies y manos con la boca cubierta e inconsciente.

—¿Qué cojones? —el mayor bajó la pistola y se acercó tomándole el pulso dándose cuenta que no tenía—. ¡Joder, al zeta ya!

Moussa e Ivanov se acercaron rápidamente quitando las sogas y la cinta de la boca para luego subirlo al vehículo de Conway.

—Iros a buscar señales de Gustabo, debo llevarlo al hospital ya —les ordenó Jack.

Ambos asintieron alterados y subieron a coche patrulla del nigeriano arrancando por el lado contrario. El superintendente solo aceleró yendo en dirección al centro.

Al llegar al hospital, bajó a Emilio en brazos y corrió hacia dentro gritando a todo pulmón.

—¡Ayuda!

Claudio se acercó corriendo y Conway dejó al mexicano en el suelo con cuidado.

—¿Qué ocurrió? —preguntó alterado el doctor muerte mientras revisaba el pecho del chico con el estetoscopio.

—No lo sé, no lo sé —susurró Jack perdido, agarrando su cabeza y caminando de un lado al otro.

—No tiene pulso pero aún respira—informó— ¡Un desfibrilador ahora! —le ordenó a una enfermera quien asintió apresurándose a buscar lo pedido mientras el doctor comenzaba a hacer presiones en el pecho de Emilio.

La mujer llegó con el kit de emergencias en mano junto a una camilla. Se ubicó a la altura de Claudio, quien rasgó la camisa del chico con las tijeras, colocó los parches electrodos en el pecho del mismo mientras realizaba una descarga eléctrica haciendo que el torso se elevara.

Después de tres descargas, el mexicano pareció reaccionar recobrando por la boca el aire perdido.

—Subámoslo a la camilla.

La enfermera lo tomó por las piernas y el doctor muerte por los brazos para elevarlo con habilidad. Ambos corrieron hacía la sala de urgencia tomando los barandales de la camilla.

Conway tomó asiento en los sofás del vestíbulo, inhalando y exhalando el aire varias veces tratando de normalizar los latidos de su corazón después del susto. Un enfermero se acercó con un vaso de agua extendiéndoselo y Jack agradeció.

Su cabeza maquinaba muchas cosas por segundo, causándole un fuerte dolor en ella y deseando muy fuertemente que todo se parara; en estos momentos solo necesitaba estar con Gustabo.

Si él estuviera, no estarían en el hospital. Estarían en su hogar, acostados en el sofá o en la cama, comiendo los dulces que tanto le gustaban a su bebé o simplemente mirando la televisión, riendo por sandeces y colmándose de besos y caricias mutuamente. Cerró los ojos un momento imaginando el tacto de Gustabo y sintió su corazón encogerse. Lo necesitaba tanto.

Una hora después; Claudio llegó admirando como el mayor se había quedado dormido en una posición incomoda. Muy a su pesar, tocó su hombro despertándolo de inmediato.

—¿Cómo está? —preguntó poniéndose de pie.

—Ya está lucido, su cuerpo presenta hematomas recientes y sus muñecas muestran signos de forcejeo. Está preguntando por usted. Sígame.

Jack procesando la información, siguió al doctor sin decir palabra alguna. Llegaron hacia una puerta color café que Claudio abrió de inmediato. Emilio estaba allí, de espaldas a ellos, murmurando groserías mientras colocaba su remera.

—Hijos de su puta madre —fue lo único que escuchó Conway al acercarse a él.

—Explícame que cojones pasó —le ordenó haciéndolo sobresaltar.

—Pinche confleis me asustó —llevó una mano a su pecho—. Dígame usted, ¿Dónde está Gustabo?

—No lo sabemos, ahora explícame qué coño hacías en el carro donde fue secuestrado Gustabo.

—Estaba de camino a comisaría porque Horacio me llamó informándome lo del joto. Fui caminando porque pues no tenía el coche y a unas cuadras de allí, me interceptaron dos furgonetas negras. Llevaba una faca, pero cuando apuñale a uno, me noquearon, pero bien. Y no sé, después aparecí acá al borde de la pinche muerte.

—Conway —la voz de Ivanov sonó por la radio.

—¿Lo encontraron? —preguntó esperanzado.

—No...—murmuró apenado Alexander—. Pero incautaron el vehículo, y el acelerador estaba siendo mantenido por una roca. Eso explica el choque de Escobilla.

—¿¡Qué, que!? —preguntó alterado—. Voy a matar a esos hijos de la chingada, ahora sí estoy en modo diablo cabrón.

El mexicano salió hecho una furia de la habitación dejando a Conway atónito.

¿Qué tan sádicos eran esos hijos de puta?

con emilio en modo diablo,, prepárense para la tercera guerra mundial, i'm just saying 👀

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con emilio en modo diablo,, prepárense para la tercera guerra mundial, i'm just saying 👀

𝐝𝐚𝐝𝐝𝐲 𝐢𝐬𝐬𝐮𝐞𝐬 ; intenaboWhere stories live. Discover now