t w o.

14.8K 1.6K 2.1K
                                    

Después de un día lleno de denuncias y robos de vehículos, Gustabo llegó a su casa. Se tiró en el sofá de la sala lleno de cansancio y por primera vez, en mucho tiempo, sintió la paz en aquel hogar. Sin embargo, la paz no duró mucho, ya que la imagen de su padre tras las rejas lo hizo volver a la realidad.

Se levantó y fue directo a su habitación, un cuarto muy pequeño que se encontraba en el sótano de la casa con lo básico que se necesita; una cama algo desgastada, una mesilla de luz en la cual estaba colocada una lampara junto una fotografía de él con Horacio y un armario viejo.

Rebuscó entre sus camisetas, y allí encontró la pequeña caja de madera que tenía una 'G' tallada a mano. Del interior de la pequeña caja, sacó sus ahorros; un total de cuarenta y cinco mil euros, y los guardo bien en el bolsillo de la chaqueta.

Muy en su interior, lamentó tener que gastar el dinero que venia ahorrando hace un buen tiempo para comprarse su propio departamento. Sin embargo, no quiso demostrar quejas y llamó lo más rápido que pudo a un taxi para volver a comisaria. (...)

Unos minutos de viaje después, bajó del vehículo agradeciéndole al conductor. Entró por las cristalinas puertas de comisaria llegando al vestíbulo, el cual no se encontraba lleno de gente como de costumbre, más bien, había una paz jamás vista. Miró el reloj, eran las nueve de la noche, por lo que lo más probable era que Conway ya se hubiera ido a casa. Antes de poder decir algo, el comisario Viktor Volkov apareció en su campo de visión.

—¡Volkov! —llamó Gustabo acercándose al chico de pelo grisáceo.

—¿Gustabo? —preguntó algo confundido.

—El mismo —rió levemente—. He venido a pagar la fianza de mi padre, David García.

—¿Su padre?

—Es una larga historia... —sonrió apenado el menor.

—Voy a buscar los papeles, supongo —habló aún confundido el comisario rascando su nuca—. Vaya usted para las oficinas, allí lo veo.

—Vale, gracias.

Y sin mucho rodeos, Gustabo se adentró en busca de las oficinas. Una vez allí, espero sentado en las bancas azules a que llegue Volkov con el papeleo, pero para su sorpresa, un carraspeó lo sacó de su pensamientos.

—¿Que coño haces aquí, capullo?

Se giró en dirección al dueño de la grave voz que lo hizo sentir escalofríos. Joder con Conway y su maldita voz extremadamente sexy.

—He venido a pagar la fianza de mi padre, señor Superintendente.

Escuchar la suave voz de Gustabo decir "Superintendente" provocaba un extraño calor en el interior del mayor.

—¿Qué?

—¿Qué de que?

—¿Con que dinero lo harás, capullo? He leído el expediente de tu padre, ha estado desempleado hace más de un año y tú cobras lo suficiente como para comer todos los días, no para pagar una fianza de 35 mil pavos.

—Son de mis ahorros —susurró Gustabo.

Conway quedó de piedra, ¿iba a gastar sus ahorros en pagar la fianza de un como su padre? En todo lo largo de su carrera como Superintendente en Los Santos, jamás había escuchado una gilipollez tan grande. Sin embargo, muy en el fondo, lo entendía. Es decir, es la única familia que tenia por muy capullo que sea.

—Muy bien —habló Conway—. Voy a buscar los papeles.

—Ha ido el comisario Volkov, gracias de todas formas.

El plan de Conway era no hacerle pagar un centavo a Gustabo. Lo que el menor pagara en esta fianza, él se lo repondría en sus horas de trabajo; diciéndole que sería un 'aumento' por el buen trabajo realizado en las pruebas.

—Vale —Jack se giró, dispuesto a salir de servicio, pero la voz de Gustabo lo frenó.

—Que tenga una linda noche, Superintendente.

La piel de Conway se erizó ante la suave voz del menor deseándole una buena noche; —Tu igual, mariconetti.

Y tan solo eso bastó para que se forme una sonrisa en la boca de Gustabo. (...)

Luego del papeleo que supervisó Volkov bajo las ordenes de Conway; se dirigieron a los calabozos en busca de David. Una vez llegado al lugar, Gustabo miró a su padre quien se encontraba acostado boca arriba en las literas.

—David García, han pagado su fianza —habló Volkov mirando seriamente al sujeto mientras abría las rejas de la celda.

—Por fin, ¿qué tanto esperabas? —preguntó mirando a Gustabo, quien se encontraba mirando al suelo.

—He tenido que esperar a que acabe mi turno, lo... lo lamento.

—Que sea la última vez que me dejas encerrado más de una hora aquí —y sin más agarró con fuerza la muñeca de su hijo arrastrándolo fuera del lugar. Gustabo soló atinó a saludar con la mano al comisario.

Llegaron a la calle, y una vez más David abrió la boca para quejarse: —Llama un puto taxi, joder.

—Si, de inmediato —Gustabo agarró con nerviosismo el celular y se dispuso a marcar el numero de la agencia. Pero un coche rosa con la ventanilla baja se estacionó frente a ellos.

—¿Necesitáis que os lleve? —preguntó Conway con su típico rostro serio.

Gustabo miró con sorpresa y alegría al Superintendente, adoraba cada puto detalle de ese señor, mientras que su padre solo soltó una risotada.

—Vaya auto de maricón —habló aún riendo.

El menor lo miró exaltado y al borde del colapso; sabía que su padre estaba algo fuera de sus cabales, pero tampoco sabía que tanto como para insultar a Jack Conway, quien bajó del vehículo dando un portazo y sacando la porra.

—¿Cómo coño me has llamado? —se acercó amenazadoramente al padre del chico.

Cuando estuvo a punto de darle un golpe, giró la vista a Gustabo, quien solo miraba la escena con temor. Un sentimiento de pena invadió su 'putrefacto' corazón ¿Qué cojones le pasaba y porque Gustabo tenía tanto control sobre él? Soltó un suspiró con pesadez y se dispuso a guardar la porra, hasta que escuchó la voz de David nuevamente;

—Él maricón ni se anima a defenderse.

Por la cabeza de Gustabo solo pasó la voz de su mejor amigo Emilio diciendo: "Ese compa ya esta muerto". Conway, esta vez no se contuvo ni mierdas, y con la porra en mano nuevamente, se dispuso a golpear al hombre repetidas veces bajo la mirada horrorizada del chico de abrigo rojo.

—¡Hijo de tu puta madre! ¡Anormal de mierda! ¡Puto gilipollas de los cojones!

Una vez que vio al padre de su agente inconsciente, limpió su frente llena de sudor y frenó los golpes. Gustabo solo se arrodillo frente a David y Conway simplemente se dispuso a llamar por radio.

—Volkov.

—Dígame, Superintendente.

—Hay un individuo en la puerta trasera de comisaria con varios porrazos, llama un puto EMS y acompáñalo al hospital; mi turno ya ha acabado.

—10-4.

Sin dirigir ni una mísera mirada al cuerpo en el suelo, subió al auto: —Súbete al coche, capullo.

—Pero, Superintendente... mi padre.

—Es una puta orden.

Gustabo miró por ultima vez a su padre inconsciente y subió al carro.

Dime la dirección de tu casa.

𝐝𝐚𝐝𝐝𝐲 𝐢𝐬𝐬𝐮𝐞𝐬 ; intenaboWhere stories live. Discover now