1. Ashbury (pt. 1)

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El miedo al futuro siempre me ha desconcertado. Es parte de la naturaleza humana, supongo, esa incertidumbre sobre lo que podrá pasar después. Para los egipcios era el Libro de los Muertos, para los cristianos, la Biblia, para los musulmanes, el Corán. Todas las culturas crearon de una u otra forma un "manual de instrucciones", una especie de guía para la vida, y eso es lo que debe ayudarlos a sobrevivir. Me pregunto cómo lo hacían. 
¿Cómo vagan a ciegas por el mundo? ¿Cómo poder despertar cada mañana con el miedo de dar un paso en falso y acabar con todo? 


Así viven los Otros, supongo, y parecen bastante felices con eso. No lo entiendo. 


"Ahora no es momento para eso", me digo, mientras siento cómo mis uñas parecen estar abriendo agujeros en las palmas de mis manos. Yo no quería regresar, esa es la verdad que mis padres tratan desesperadamente de ocultar tras miles y miles de "volver a casa es lo mejor", pero ignoran que este lugar dejó de ser mi hogar cuando mi futuro desapareció de aquí. 



Recibí mi Libro como todos los demás la noche de la segunda Luna Nueva del año, como parte del festival del Destino. El Libro se abriría tres días después cuándo las festividades hubieran terminado, y los Escritores fueran honrados antes de recluirse para continuar con su labor. Cuando mi Libro se abrió...
Bueno, debería hablar un poco más de los Libros antes de ir a lo mío, ¿no?

Hace siglos, se nos fue dado un regalo. Un regalo único en su especie, un regalo que bien y podría ser una maldición. Cada uno de nosotros recibe un Libro en el que se encuentra una recapitulación de lo que pasaría los 362 días de nuestra vida. Así las cosas son mucho más tranquilas. No existen remordimientos, no "debí haber hecho esto o lo otro", por el simple motivo de que las cosas ya están escritas. Esa es la forma en la que las cosas deberían funcionar, y cómo funcionan por lo general.

Mi caso fue un poco diferente. 


2012

Tomé aquél pesado Libro de cubiertas de cuero y cierre de bronce que me quemó la piel al contacto, cuyo lomo estaba cubierto de intrincados dibujos en oro y que brillaba cuando la luz le daba directamente, cuando llamaron mi nombre desde el escenario. 


-Yo seré tu Guardiana. -Anna, mi prima, sonreía brillantemente. La Biblioteca la había elegido para cuidar la Llave de mi Libro por los siguientes tres días, y yo estaba encantada con la idea. Confiaba en ella más que en cualquiera, y mi madre había sido su Guardiana en su momento, así que era algo como una tradición que la Llave quedara en familia por lo que durara el Festival.

La larga toga color vino tinto ocultaba su estilizada figura, pero no por eso lucía menos hermosa. Había ido al salón para que se encargaran de su pelo y maquillaje, cómo si lo necesitara. Esa noche, Anna resplandecía. 


Regresé a sentarme junto a mis padres llevando el Libro conmigo. Mi madre lo miró y asintió como en medio de un sueño , y mi padre sonrió como si aprobara que no lo hubiera dejado caer en el camino de regreso a mi asiento, como tantas otras chicas y chicos de manos sudorosas. Ellos estaban nerviosos, ansiosos, enloqueciendo con la expectativa. 
Yo no. Yo estaba completamente tranquila.

En parte había estado deseando tener mi Libro desde que tenía memoria, y en parte me aterraba el hecho de qué mi vida pudiera terminar en cualquier momento, y saberlo de antemano. ¿Cómo podría vivir con eso? Bueno, como lo había estado haciendo hasta entonces, supongo. 
El caso es que había tantas cosas que quería saber, y tantas otras que quería omitir, que para mí el Libro no era realmente algo tan... importante, podría decirse. 


Las luces volvieron a encenderse, y los Guardianes colgaron las Llaves de sus cuellos. Era desconcertante ver a tantas personas allí, cuando los años anteriores habían sido apenas unos cien o doscientos asistentes. Ese año debía haber por lo menos dos mil personas. No entendía qué podría ser tan importante, pero lo descubriría tiempo después. 
La ceremonia terminaría con unas palabras de la Bibliotecaria, una mujer lo suficientemente mayor para inspirar respeto pero no lástima, como lo hacía su antecesora, cuyo nombre se había llevado el tiempo para ese momento.

Las Crónicas de Ashbury: El LibroWhere stories live. Discover now