LIBRO 2 - CAPÍTULO 2

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LIBRO 2 - CAPÍTULO 2: SHISUI

No olviden votar, ¿sí? 🥺

Él asintió al escucharla y se agachó para coger del piso un teléfono. Eso era lo que había sonado caer. Se sintió apenada al ver que la pantalla estaba totalmente agrietada, lo había dejado caer para sujetarla a ella.

—Lo siento mucho por tu teléfono, lo pagaré. —Se apresuró a decir. Al parecer su familia tenía dinero de sobra, así que podía permitírselo. Aunque, se preguntó si podría disponer de ello de esa manera.

—No hace falta, tranquila. —Se negó, guardando el mismo en su bolsillo—. Ven, las escaleras para llegar a la azotea están por aquí.

Comenzaron a caminar, con las manos entrelazadas. La sensación se le hacía familiar, incluso su corazón latía acelerado. Sus pasos eran lentos porque todavía estaba un poco adolorida, pero él se mantenía a su lado, sin prisa.

Llegaron hasta una puerta, que tenía el aviso que por allí podían llegar a donde ella quería. Entraron y luego se desanimó, eran muchos escalones. Jamás podría subirlos en su estado actual. Miró de reojo a su acompañante, tendría que irse de regreso a su habitación y quizás no volvería a verlo.

No quería eso.

Pero entonces, él la cargó como si fuera una princesa. Jadeó por la impresión, rodeándole el cuello.

—No puedes subir esos escalones—le explicó, casi como si hubiera leído sus pensamientos—. Podrías lastimarte.

Se sonrojó y comenzó a balbucear incoherencias, hasta que decidió callarse. Se recostó contra su pecho, escuchando los latidos de su corazón.

Cuando la bajó de sus brazos, una vez que terminó de subir, suspiró con tristeza pero no dijo nada. Abrió la puerta delante de ellos y dio varios pasos hasta llegar al borde del edificio. Desde allí, la vista era impresionante y hermosa. Sintió el primer soplo de aire fresco golpear su rostro.

Inhaló y exhaló, sintiendo su cabello moverse, algunos cabellos golpeaban su rostro. Se sentía libre y tranquila. Se giró, de repente, a ver a su acompañante, que la contemplaba en silencio. No podía comprender la razón de dolor y tristeza en sus ojos.

—Pareces conocerme—le preguntó, colocándose delante de él—. ¿Cuál es nuestra relación?

Él no parecía sorprendido por su pregunta, pero se estaba tomando su tiempo para responder. Comenzó a mover el pie con impaciencia, ¿era tan difícil decirlo?

Cuando por fin parecía que iba a responder, lo interrumpieron.

—Así que aquí estabas. —Era su enfermera, que la miraba con el ceño fruncido desde la puerta—. No puedes estar aquí, necesitas descansar.

Se mordió el labio, sabía que ella tenía razón, pero le molestaba la interrupción justo en ese momento.

—Es cierto—concordó el hombre a su lado.

Estuvo a punto de mirarlo mal, no podía creer que le hubiera costado tanto contestar su preguntas pero que hubiera estado de acuerdo tan rápido con su enfermera.

—No quiero volver, quiero quedarme un rato más aquí, por favor—le rogó, haciendo nuevamente un puchero en su dirección.

Curiosamente, esa acción lo hizo reír.

—Siempre haces eso, pero esta vez no funcionará. —Esbozó una suave sonrisa. Sus palabras le confirmaron que sí se conocían—. Tu salud es lo primero para mí.

Deseos ProhibidosWhere stories live. Discover now