PRÓLOGO

13.5K 885 182
                                    

PRÓLOGO

《Si amarte es mi pecado, no me canso de pecar, por estar a tu lado, hasta el infierno iría a parar.》

En cuanto Itachi terminó de preparar su emparedado, se sentó en una de las sillas de la cocina y le dio un mordisco con muchas ganas. Se encontraba haciendo una investigación que le habían mandado en clase cuando le entró el hambre, por lo que decidió bajar a la cocina para prepararse algo rápido de comer y así poder continuar con su tarea.

—¿Onii-sama?—Detrás de él, se escuchó el murmullo somnoliento de una joven. No hacía falta voltear para saber de quién se trataba, la conocía a la perfección.

Suspiró, había tratado de hacer el menor ruido posible en el proceso para no despertar a sus padres ni a sus hermanos pero al parecer había fallado en ello.  

Se volteó a verla con el emparedado en mano. Se trataba de su hermana menor, que le miraba con mucha curiosidad desde la entrada de la cocina, daba la impresión de que se acababa de despertar.

Itachi casi dejó caer lo que tenía en sus manos al ver lo que su hermana llevaba puesto; un pijama rosa que él amaba y odiaba a la vez, el cual se ceñía de una manera provocativa a las curvas que comenzaban a presentarse en el joven cuerpo. Aunque, lo que le hizo tragar saliva, fue la tentadora vista de un par de pezones oscuros que trataban de escaparse de su fina camisa, la cual ni siquiera debería llamarse camisa en su opinión. Era una visión demasiado tentadora para un chico de dieciséis años, a pesar de que ella era su hermana.

Le dio la espalda, colocando el emparedado devuelta en el plato. ¿Qué clase de hermano era? Se reprochó internamente, asqueado por lo que pensaba.

Y no era la primera vez, lo cual lo hacía sentir peor.

— ¿Qué haces despierta a esta hora, Akemi?—Le preguntó, intentando disimular lo que ella le hacía sentir.

— ¿Qué haces tú despierto a esta hora?—Ella le devolvió la pregunta, risueña. Sintió como unos brazos le rodeaban el cuello desde atrás. Se tensó en su asiento al sentir sus suaves y redondos senos presionar contra su espalda.

Dentro de sí se libraba una batalla. Tenía que relajarse obligatoriamente o Akemi notaría qué sucedía algo, si es que no la había notado ya. Era tan perceptiva que lo más probable es que ya se hubiera dado cuenta.

Eso lo hizo sentirse peor, su deber era ser un buen hermano, cuidar de ella.

—Es de mala educación responder una pregunta con otra, te lo he dicho—le recordó, girando su rostro para ver el de ella, que se encontraba recostado sobre su hombro. Grave error. Sus labios ligeramente rosados estaban entre abiertos y su cálido aliento golpeaba contra el de él.

Le costaba recordar que eran hermanos.

—Onii-sama—se quejó, haciendo un puchero—. No comiences con eso de nuevo.

—Tengo que hacerlo. Soy tu hermano mayor—contestó, como un recordatorio más para él que para ella.

Akemi suspiró y lo soltó, provocando un relajo instantáneo en su cuerpo. Aunque la sensación no duró mucho tiempo debido a que ella se sentó con rapidez en sus piernas. Soltó una maldición interna. Sólo esperaba que su amigo no se despertara al sentir la suave presión.

— ¿Estás enojado conmigo?—Akemi lo miró, mordisqueando sus tentadores labios. No sólo sus labios eran tentadores, todo en ella lo era.

Itachi le sonrió con esfuerzo. Se preguntó que reacciones tendrían su familia al saber lo por su cabeza pasaba constantemente. Estarían horrorizados, por supuesto, así como él lo estaba.

—No, claro que no—le aseguró—¿Me dirás qué haces despierta tan tarde?

Ella me devolvió la sonrisa y seguidamente recostó su cabeza contra su hombro. Era tan pequeña, tan bonita e inocente.

—Sabes que tengo el sueño ligero, me desperté cuando bajabas. Además tengo hambre, no me llené con la cena y con hambre yo no duermo, lo sabes. Por esa razón bajé.

Claro que él lo sabía. Podía recordar todas las veces que ella lo había despertado a medianoche para que le preparara algo y sí no lo hacía, ésta se dedicaba horas y horas a prender y apagar la luz de su habitación hasta que finalmente se levantaba a cumplir sus deseos. Pero eso ya no sucedía en la actualidad, no desde que él tenía catorce años y ella doce.

Miró su emparedado, que había sido olvidado en su plato con apenas un mordisco.

—Ten, puedes comértelo—le ofreció, empujándola suavemente de sus piernas para levantarse. El hambre había desaparecido.

Akemi se sentó en la silla que él ocupaba hacía unos segundos.

— ¿Estás seguro?—Le preguntó insegura de tomarlo.

—Seguro—afirmó, alejándose. Era momento de alejarse de ella, su constante tortura—. No te preocupes. Solo come y luego ve a dormir.

Bienvenidas a esta nueva historia.

Espero les haya gustado esta parte tanto como a mí, saben que siempre me esfuerzo para darles lo mejor y espero estarlo haciendo.

Por favor, no olviden votar ni comentar.

Gracias por leerme.

Deseos ProhibidosWhere stories live. Discover now