LIBRO 2 - CAPÍTULO 1

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...

Sus padres estaban en la habitación, mirándola fijamente. Su madre, sentada al lado de la camilla, se veía bastante triste mientras que su padre, que estaba cerca de la ventana, se veía tranquilo y serio.

Se sentía incómoda.

—Estaba tan asustada, Akemi—le contó su madre, sollozando—. Pensé que había perdido a mi única hija.

—Estoy bien...—murmuró, sintiéndose mal al ver sus lágrimas. Parecía preocuparse por ella—. Pero tengo amnesia.

—Eso no es importante—intervino su padre, acercándose a la camilla—. Lo importante es que estás viva y recuperándote.

Él decía que no era importante, pero ella no lo sentía así. Quería recordar, no le agradaba esa sensación.

—Es verdad—concordó la mujer, limpiándose las lágrimas con una pañuelo—. Pronto podrás volver a casa con nosotros, quizás en unos días.

—¿A casa?

—Sí, a casa. —Sonrió—. Itachi y Sasuke están realmente ansiosos por verte. Están afuera porque no se les permite entrar.

—¿Quiénes son?—preguntó, interesada.

—Son tus hermanos—respondió su papá.

Así que tenía dos hermanos. Se preguntó qué clase de relación tendrían, ¿se llevarían bien?

—Me gustaría ir a casa—dijo, sonriendo un poco.

Por primera vez se sentía emocionada. Quizás en un ambiente familiar podría recuperar lo había perdido.

...

Cuando por fin le permitieron usar el baño por sí misma, aprovechó para mirarse en el espejo por primera vez. Su rostro estaba justo como lo había imaginado, lleno de contusiones y arañazos.

Colocó una mano sobre el espejo, este era su reflejo. Ella era esa chica de ojos oscuros, que le recordaban tanto a esa niña. Sintió una punzada en el pecho al recordarla, aunque tan solo había sido un sueño. Un sueño que se había sentido tan real, todavía podía sentir la calidez de sus manos.

Akari...

Estuvo tanto tiempo en el baño, que la enfermera entró sin preguntar, preocupada.

—¿Estás bien?

La miró, asintiendo y ésta suspiró, aliviada.

—No tienes de qué preocuparte, pronto todo esos golpes desaparecerán—la tranquilizó—. Ven, tienes que seguir descansando.

Sonrió tristemente. Volvió a la camilla con ayuda y después de unos minutos de revisión rutinaria, se quedó sola. No le gustaba esa habitación, empeoraba su estado de ánimo. Miró hacia la ventana, quería salir y probar algo de aire fresco, sentir como el viento ondeaba su cabello.

Teniendo cuidado, se levantó. Sus piernas todavía estaban un poco temblorosas por estar tanto tiempo en cama. Salió de la habitación, mirando a todos lados.

No había moros en la costa.

Se sentía un poco nerviosa mientras caminaba, buscando el ascensor. Quería ir a la azotea, pero estaba perdida. De repente vio a su enfermera hablando con otras mujeres de uniforme, pero ésta no la había notado todavía. Tragó saliva y comenzó a caminar más rápido, sin dejar de mirarla. Sin darse cuenta, chocó contra algo.

O mejor dicho, alguien.

Sus pies se resbalaron hacia atrás y estuvo apunto de darse un buen golpe contra el piso, si no fuera sido porque unos brazos la sujetaron firmemente por la cintura.

Jadeó sorprendida, a su vez escuchó el sonido de algo caer al suelo. Por suerte no había sido ella.

Miró al hombre que la sostenía y se quedó sin respiración. Era guapo, de cabello y ojos negros. Se veía tan sorprendido como ella.

Y era el chico de su sueños, el que la había hecho cosquillas y dicho que la amaba.

Lentamente la ayudó a ponerse sobre sus pies, pero los brazos masculinos seguían rodeando su cintura, no parecían querer soltarla.

Él conocía a Akemi, podía notarlo en la forma en que la miraba. Había amor y desesperación, tanta que hacía que su corazón doliera.

—Gracias por haberme sujetado. Lamento mucho haber chocado contra usted, debí prestar más atención—se disculpó, sonrojada.

—¿Tú... Realmente no recuerdas nada?—Preguntó, soltándola con cuidado. En su voz había dolor y desolación.

—¿Te conozco?—le preguntó con voz ahogada, extrañando la sensación de sus brazos rodeándola.

Él dio un paso hacia atrás, luciendo cada vez más afectado. Quiso ir a abrazarlo y decirle que lo sentía, pero se contuvo.

—Ya veo...—murmuró, alejándose cada vez más. Parecía tener intenciones de irse y dejarla.

Entró en pánico al pensarlo.

—¡Espera!—exclamó, tomando su mano, que estaba caliente al tacto, muy diferente a la de ella—. ¿Me llevarías a la azotea?

Se dio cuenta de que iba a negarse, pero le dio un apretón a su mano y lo miró a los ojos, haciendo un puchero triste.

—Por favor.

—¿Es importante para ti ir hasta allí?—preguntó él con suavidad.

Asintió.

—Sí, lo es.

Quería respirar aire fresco, pero ahora lo que más le importaba era mantenerse al lado de ese hombre, que no dejaba de mirarla como si fuera lo más preciado.

Aquí el inicio del libro 2. Je, je.

Gracias a todas por sus lindos comentarios, que me emocionan y hacen reír. Las amo mucho. ❤

Deseos ProhibidosWhere stories live. Discover now