CAPITULO XI

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Un vistazo al pasado


—¡Dániel date prisa! Por favor. Ya es tarde, mamá dijo que tenía que llegar temprano esta vez, y si no te apresuras no me dejará salir más.

Dániel siempre tardaba cuando íbamos a cualquier lugar, siempre tenía que apresurarlo.

—Ya voy, ya voy —respondió con su característica pereza cuando venía bajando por las escaleras; con su rostro en puro cansancio pero siempre sonriente, traía una camiseta negra y unos short's del mismo color. Me parecía raro que Dániel siempre vistiese de negro, ¿pero quién era yo para opinar? Además esos eran sus gustos y se veía genial.

—Espero que cuando estemos grandes no tardes tanto tiempo en salir —reclamé y pasó a mi lado revolviendo mi cabello con una sonrisa.

Salimos de casa y empezamos a correr hacia el Parque. Dániel siempre ganaba en las carreras al parque. Era el más rápido y más fuerte que conocía, siempre decía que cuando llegara a grande iba a jugar en un equipo de fútbol profesional y ser el mejor.

Y creía todo eso.

—¿Cómo es qué corres tan rápido? —pregunté cuando nos detuvimos.

Yo jadeaba del cansancio cuando apoyaba las manos en mis rodillas y trataba de descansar un poco mientras que Dániel apenas se le alteraba la respiración. Yo siempre sufrí de asma leve, sólo que después de tratamientos la fui pasando. Las competencias con él me hacían superarme.

—Sabes que hago muchos ejercicios, Andrew —respondió como si eso explicara su buen estado, y tenía razón, seguro eran todos esos entrenamientos a los cuales era sometido.

Dániel observaba con atención el parque, sólo disfrutaba la vista, mientras tanto yo estaba acostado a un lado de él descansando en el césped.

En momentos lo vi cerrar los ojos prolongadamente, como si meditara y respirara de manera apaciguada.

—No, yo creo que son tus zapatos, los tuyos corren más que los míos, son rápidos —bromeé.

Podría ser que sí fuesen su zapatos, porque ¿cómo era posible que un niño de 13 años corra un 1,5km seguido a una velocidad mantenida? y apenas su respiración era alterada, seguro sus zapatos hacen todo el trabajo.

—Que tonto eres —empezó a reír al escuchar mi comentario. Él ya estaba sentado a mi lado en el césped, y aún yo seguía acostado—. Sería genial que los zapatos hicieran todo el trabajo.

Llegaron otros niños con un balón de fútbol y empezamos a jugar con ellos. Después de un rato de correr como locos y molernos a patadas nos volvimos a sentar para descansar.

Uno de los chicos con lo que habíamos jugado fútbol empezó a perseguir a una rana, ¡la quería aplastar sólo porque era fea! La rana iba saltando por el parque y el niño iba corriendo detrás de ella con una rama y una sonrisa burlona. De golpe sentí que Dániel se levantó y salió directo hacia donde estaba el niño, el chico era de nuestra misma edad pero era de contextura más ancha, era casi como Dániel.

Dániel hacía ejercicio y se mantenía en forma, ya jugaba al fútbol en un equipo menor y allí lo mantenían en buen estado físico. Quería que no le pasara nada a la pequeña rana pero Dániel llegó tarde, el niño ya le había pegado con el palo al pobre animal.

SUICIDE NOTE -∆-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora