CAPÍTULO VI

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Chica de la pulsera 4

Sigo tratando de asimilar lo que acaba de ocurrir. No puedo entender cómo es posible que Dániel me ocultó eso por tanto tiempo, ¿por cuánto fueron pareja?¿Por qué lo escondería? ¿Acaso pensó que yo...?

El sonido del timbre me despierta de mis pensamientos y avanzo a la puerta de la biblioteca donde me quedo parado, mirando el suelo fijamente, pensando: ¿Por qué la ocultaría de mí? Siempre conocía a sus novias, las chicas con las que salía pero nunca lo oí mencionar a Juliet.

El pasillo se empieza a vaciar, veo a todos entrar a sus clases.

Niego al pensar en lo tonto que era este tema... ¿Pero él escondía algo o simplemente yo estaba exagerando?

Me separo de la puerta creyendo que probablemente estén mal mis interrogantes y camino por pasillo a mi próxima clase de Deportes.

Paro cuando recuerdo que no había venido preparado para deportes, no traía ropa deportiva. Giro sobre mis pasos con intenciones de faltar a clases, pero ya sería la tercera vez este mes. No quería que me llamaran la atención nuevamente.

Ví desde lejos al profesor dictando la clase.

—Mira quien llegó, El Tardío Andrew —habló el profesor Franco-ides con un tono superior desde el centro de un círculo que había formado con los estudiantes de su clase.

Observé la pista de ese tono ladrillo donde reposaban los traseros de mis compañeros, algunos ni siquiera podían abrir los ojos por los escandalosos rayos de sol.

Hice un gesto de con mi mano mientras con la otra me cubría los ojos del reflejo del sol:

—Llegué un poco tarde.

—No me digas —Tomó el silbato que colgaba de su cuello y avanzó un poco para salir del círculo de estudiante que lo rodeaba—. ¡Quinientas lagartijas!

Algunos rieron con el comentario del demente profesor adicto a los esteroides que los intimidaba con cada clases. Siempre nos conseguía incomodar con sus franelillas finas que dejaban sus bíceps repletos de celulitis a la vista de todos.

—¿Lo dice en serio?

—¡Quinientas lagartijas dije! —demandó de nuevo para después sonar el silbato con fuerza hasta hacer rechinar los tímpanos de algunos.

—Pero... —dudé forzando mi cuerpo a no obedecer las órdenes.

Él me observó furiosos, o eso vi por debajo de esa cabellera marrón y falsa que era cubierta por una gorra arrugada y vieja.

—No traes uniforme ¿eh? —preguntó observándome de pies a cabeza.

—Eh, no —soné tranquilo mientras repasaba y miraba mi ropa.

—Entonces no participarás en la clase de hoy —parloteó con un toque de triunfo y superioridad—. Y perderás tu nota en mi clase.

Algunos fruncieron sus entrecejo por la precipitada decisión.

—Está bien, ¿entonces me puedo ir?

Al parecer le irritó aún más mi poco interés por su clase.

—No no, tú vas a sentarte con la señorita que está en las gradas tomando un bronceado gratis —Señaló a un costado.

—¿Esto es un castigo? —Me encogí de hombros sin quitarle la vista al profesor.

—¿Acaso no está claro? —respondió triunfante sacándome de su camino.

«Mal nacido»

—¿Dijiste algo? —preguntó en mi dirección.

SUICIDE NOTE -∆-Where stories live. Discover now