CAPÍTULO II

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La chica de la pulsera

Ya han pasado dos meses desde que mamá fue por mí al instituto, un 25 de Enero, unos de mis peores días, o el que se convirtió en el peor de todos en aquel momento.

Subí al auto de mamá esa cálida mañana de invierno, ella parecía afligida, con mirada perdida y dudosa.

Mi ceño se frunció, la miré y pregunté qué ocurría. Ella me observó y pude ver en su semblante que algo no estaba bien.

—Andrew. Dániel se ha... —Tragó y fue evidente el nudo que eliminó con lastima-. Él se ha suicidado.

Sentí que todo se tornó lento; mi rostro hormigueo, mis labios perdieron sabor alguno y mi cuerpo por un momento fue uno junto al frío de invierno. Quedé paralizado analizando como mi amigo ya no estaba conmigo.

«¿Por qué lo había hecho? Él nunca pareció estar mal, todo a su alrededor él lo volvía alegre y animado. Pero al parecer nunca fue así, todo era una farsa...» pensé. De verdad, aún no puedo asimilar lo que pasó, en mi mente no cabe la idea de que él se fue, de que no voy a poder hablar ni reír más con él.

Todo ha cambiado.

Después de eso al instituto lo llenaron de consejeros para que les contemos todos nuestros problemas y mierdas como esas "para evitar que los estudiantes con problemas de mierda se suiciden".

Ha servido de algo, la tasa de estudiantes que mueren al año disminuyó, eso dijo el director. ¡Qué estupidez! Ni siquiera ha pasado un año después de su partida, y si me preguntaran, les respondería que no vale de nada, ya Dániel no está.

Dos meses después. 25 de marzo. 6:45 am.

Suena mi fastidiosa y repetitiva alarma; acerco mi dedo a mi teléfono y lo deslizo sobre la pantalla para hacerlo callar. Y ojalá pudiera callar mis pensamientos solo deslizando un dedo. Me siento en el borde de la cama mientras sólo quedo observando mi zapato izquierdo que posa inmóvil en el suelo, sin hacer nada, no sé qué espero, ¿qué el zapato hablé y me de una revelación del universo? O tal vez que de alguna forma tenga respuestas a las dudas que me dejaron las notas de Dániel.

Niego rendido como todas las mañanas, me levanto y voy al baño, hago lo mismo de todos los día: me visto después de bañarme y bajo para desayunar; me encuentro con mi madre y mis tres hermanas, ¿un padre? No está, seguro ya se fue a su trabajo. Mi madre me sirve pan con huevos revueltos y me da un revolver de cabello como siempre hasta hacerlo un nido, término y me levanto para irme avisando lo siguiente:

—Me voy al instituto.

—¿Si quieres te puedo llevar? —Se ofreció mamá al mismo tiempo que dejó de comer y se levantó rápido para buscar las llaves de su auto.

—No, tranquila yo caminaré.

—No, ¿cómo qué vas a ir caminando? Yo te llevo —volvió a insistir—. Además tienes que llegar temprano.

Niego con la cabeza por lo terca que es.

—Voy caminando, mamá.

Se detiene tal cual un niño le hubiesen quitado las ilusiones de ir a un viaje.

—¿Seguro qué quieres caminar? Además llegarás tardé, ya faltan... —Miró su reloj—. Sólo quince minutos para que inicie tu primera clase.

Siguió rondando buscando las llaves de su auto pero yo estaba de suerte hoy, no las encontró por ninguna parte.

—Tranquila estaré bien, sólo caminaré, tengo piernas largas, recuerda —Sonreí y le regalé un guiño al salir.

—Andrew, está bien. Ten cuidado. Y que tengas un buen día —siguió hablando pero la dejé de escuchar cuando salí—. ¡Ten cuidado!

SUICIDE NOTE -∆-Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon