CAPITULO XVII

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Lentamente mi frente se tornar fría y húmeda mientras el lucido recuerdo de Dániel se disipa lentamente.

¿Qué diablos fue eso?

El recuerdo se pierde y termina con un tenue dolor en mi cabeza, con cada palpitar de mi corazón se va desvaneciendo la punzada.

Intento recordar, intento concentrarme pero una sensación fría y húmeda en mi frente termina por despertarme.

—Quiero dormir —demandé pero mi voz fue agonía pura, como si estuviera lleno de dolor.

Hubo un corto silenció en mi habitación, Alisson no solía quedarse callada, algo que me pareció muy extraño.

—¡Gracias a Dios estás bien!

Abrí los ojos al escuchar el grito de felicidad.

—¿Megan?

—¡Me diste tremendo susto! —me dijo dándome un golpe en el pie.

Vi mis calcetines negros al terminar la cama y a Megan muy cerca de mí. Cerré los ojos ya que todavía tenía restos del dolor de cabeza que desaparecían mediante despertaba.

—¿Estás bien?

—Sí, creo que sí, solo fue un colapso —confesé e inmediatamente me arrepentí porque no quería que Megan supiera que estaba muy mal después del golpe.

Megan se quedó mirándome con atención, sus ojos viajaron a los míos, como intentando resolver lo que me había pasado.

Tomé aire y sonreí para distraer su preocupación.

—Me asusté Andrew —dijo cuando me vió sentarme en la cama y recostarme en el copete.

Miré a los alrededores y rápidamente pude identificar que no me encontraba en mi cuarto.

Pude notar el enrojecimiento en su nariz y pómulos, ella había llorado.

—¿Tú sola me trajiste aquí?

Me miró directamente a los ojos como queriendo decírmelo por telepatía.

—No sé cómo logré meterte al auto —aseguró poniendo un mechón húmedo detrás de su oreja—. Pesas demasiado.

Tomo asiento a un lado de la cama y veo mi camiseta tirada a un lado.

—¿Por qué no traigo mi camiseta? —dudé al verla parada cerca de ella.

La recogió y la tendió en una mesilla a un lado de la cama, para luego sentarse a mi lado algo ruborizada y llena de picardía.

—Tenías fiebre así que tuve que...

—¿Tenía fiebre?

Sonrió y eso afirmó todas mis dudas.

—Quería ver si tenías... —se detuvo y pasó su mano por su zona abdominal, y volvió a reír—. Quería ver si tenías algún golpe en el torso.

—Sí, claro.

Asintió levemente con picardía e hice a un lado lo que tenía en la cabeza, era un pañuelo húmedo y frío.

Mi vista fue atraída por un cuadro semi pintado; algunos pinos, parecía un bosque. También había un pequeño estante con un montón de libros a un lado, un armario, la habitación me resultaba conocida, ¿pero de quién?

—¿Dónde estoy?

—Es mi habitación —respondió recogiendo algo de su ropa que aún no estaba doblada.

Tragué y no sé cuántas veces había estado pensando en entrar en su habitación, pero no de esta forma.

—¿Cómo llegamos aquí?

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