36

8.4K 432 5
                                    

Camila había ido todos los días de la siguiente semana, a la misma hora y siempre con la esperanza de encontrarse con unos hermosos ojos esmeralda espiándola desde la puerta.

Nunca sucedió.

Llegado el viernes se dio por vencida; supuso que la ella ni siquiera habría leído la carta. Simplemente la habría tomado, observado el nombre y seguido, esa hoja con sus más profundos sentimientos había terminado arrugada al fondo del bote de basura.

Lo supuso, pero a lo mejor estaba equivoca.

La chica mayor había ido cada día de esa semana aunque le aconsejaron reposar; nunca se atrevió a espiar por la gran puerta de madera.

Simplemente se limitó a escuchar.
Se limitó a escucha la débil voz de Camila tratar de cantar aunque sabía que su corazón estaba roto en mil pedazos.
Se limitó a escuchar como la pequeña lloro una o dos o tres veces cada día que fue a verla; susurrando su nombre dulcemente, nunca con odio.

Algo dentro de ella quería arriesgarse, entrar y abrazarla fuertemente hasta que estuviera segura que no iba a perderla de nuevo; pero no lo hizo, no porque no lo estuviera deseando con cada fibra de su cuerpo sino porque temía perder todo lo que había conseguido.

“¡Eres una estúpida!” se dijo a si misma ante de marcharse con dificultad fuera del edificio; su pie derecho había resultado afectado por sus estupidez en año nuevo y ahora tenía que pagarlo.

2 meses con muletas.

2 meses sin poder practicar.

Pero bueno, ella ya había conseguido la beca de todas maneras.

You found me.Where stories live. Discover now