01. Sueños literalmente mojados

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Jimin caminaba hacia la puerta del liceo con partes iguales de miedo y admiración. No podía creer que en Venezuela existía un lugar como aquel. Todo lo que podía ver era el gran edificio al final de la colina, con grandes ventanas de cristal, tan grande como para que todos los liceístas de Caracas entraran allí. A su alrededor, numerosas flores hermosas, como un gran jardín. Incluso podía ver a lo lejos, campos de golf e instalaciones deportivas de ensueño.

Subía y subía una gran colina, a la vez que numerosos autos caros pasaban por su lado. Por supuesto, él era el único caminando allí. Ni siquiera parecía un estudiante, porque no llevaba uniforme todavía. Él uniforme era en exceso caro, y todavía estaba tratando de maquinar como iba conseguir pagarlo.

En la entrada, Jimin se sintió todavía más desubicado. Todos los estudiantes se bajaban de sus lujosos carros solo y cuando su chofer iba y les abría la puerta. Por su lado pasaron algunos estudiantes conversando sobre sus acciones en la bolsa. ¿Quién carajos tenía acciones a los 17 años?

Adentro, todo un lujo. Un pasillo de altos techos y paredes llenas de casilleros. Jimin pensaba que eso solo existía en Estados Unidos. En su antiguo liceo no había ni agua en el baño, pero este le hacía creer que si habría el grifo iba a salir oro líquido.

La gente lo ve. No mucho, pero lo ven. Quizás preguntándose qué hacía él allí, sin uniforme y completamente de otro mundo. Jimin era de otro mundo. De un mundo donde la gente protestaban solo en diciembre, por un pedazo todo mocho de pernil, y el resto del año se la pasaban como webones esperando una caja que trae dos kilos de lenteja y tres atunes vencidos.

Esta gente, Jimin estaba seguro, nunca se habían comido una arepa toda tiesa y malograda hecha con harina de la caja. Quizás ni comían arepa. Solo comían kimchi y demás cosas que la abuela de Jimin preparaba y él ni siquiera sabía pronunciar el nombre.

Sacó su teléfono y empezó a escribirle un mensaje a Yoongi. Tenía que encontrarlo. Yoongi lo acompañaría en esa jungla de cristal y uniformes sin manchas de grasa de la empanada.

Había visto más iPhones en ese liceo, que en el resto de su vida. Jimin tenía un perol Orinoquia. Su perol Orinoquia rojo con el táctil escoñetado y línea Movilnet, pero suyo. Como decía el tipo de la propaganda del seguro, "Es mejor tenerlo, y que no sirva para un coño de su madre nada, que necesitarlo y no tenerlo".

Paro su caminata un segundo y empezó a presionar la pantalla con arrechera y desesperación. Deseó lanzar esa mierda de la arrechera, pero respiró profundo y recordó que su madre lo caería a coñazos si terminaba de romperlo. ¡Claro! Si Jimin dañaba el teléfono coñazo parejo, pero si Hoseok le escoñetaba el teléfono al pobre Jimin, nadie decía nada porque Hoseok se ponía a chancearle a su mamá y se le quitaba la arrechera.

Sacudió la cabeza tratando de sacar las imágenes perturbadoras de su amigo cuadrándose a su mamá antes de que le dieran ganas de vomitar.

Abrió el teléfono para sacarle la pila, y la pila rodó al piso. Maldijo en su mente y se agachó para recogerla. No alcanzó a poder volver a ponerla en su teléfono, porque cuando se dio cuenta, estaba en medio de dos chicos mirándolo fijamente.

Miró hacia los lados. No solo estaban los dos chicos, si no que alrededor de los dos chicos había todo un circulo de personas mirándola. Entre esas personas, Yoongi.

No sabía cómo había terminado allí ni que estaban haciendo todas esas personas reunidas así. Lucia como si Jimin estuvieran en medio de dos jevas que se iban a caer a coñazos por un malandro marihuanero.

Pero esto era un liceo de niños ricos y ellos eran efectivamente niños, así que seguro lo que estaban haciendo era un enfrentamiento de unga unga para ver quién era más simio y más digno de gobernar el liceo, porque en términos de plata, ambos estaban igual de enchufados.

Mala Junta || BTSNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ