Capítulo Diez: El Destierro

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Peter bajó la mirada y permaneció callado. Su padre comprendió que necesitaba un tiempo para procesar el haber descubierto recién a los diecisiete años su verdadero origen y no haber conocido jamás a su madre complicaba la situación.

Llegaron a la playa y salieron del coche. Erik detuvo a su hijo antes de que comenzaran a caminar.

-Peter, hay algo que quiero proponerte – el joven lo miró, expectante -. Quiero reconocerte públicamente y darte mi apellido, si tú lo aceptas.

Peter sonrió, conmovido, y lo abrazó con fuerza.

-Seré Peter Lehnsherr Maximoff – rio con sus hoyuelos -. No suena nada mal.

Erik deshizo el abrazo y le palmeó la espalda con orgullo.

-Nada mal, hijo.

-Papá – Peter bajó la mirada porque ahora llegaba la tercera cuestión -. Con respecto a lo que dijo Emma Frost de heredar Genosha, yo . . .

-Si no quieres hacerlo, no voy a obligarte.

El muchacho sopló con alivio.

Erik continuó.

-Debes descubrir más adelante lo que deseas hacer con tu vida, y yo estoy dispuesto a acompañarte y ayudarte en lo que te propongas.

Se abrazaron de cuenta nueva, rieron los dos y emprendieron una caminata por la orilla del mar. El sonido del oleaje y de los pájaros los acompañó durante todo el trayecto.

Regresaron al castillo al atardecer.

...........

A los pocos días, Erik lanzó un comunicado oficial para reconocer a Peter como su hijo biológico y le dio su apellido. No se hizo ninguna mención del joven como su heredero y Peter se alivió. Fue extraño ser aludido en la escuela como "Lehnsherr" y se sintió orgulloso, hasta que lo llamaron al frente para exponer una lección que no había estudiado y no se alegró. Menos cuando regresó al castillo con la notificación y Erik lo sermoneó durante la cena.

El trabajo con Logan marchaba sobre ruedas y se seguía divirtiendo. El lobo lo enviaba a llevar documentos a distintos lugares y, después, se sentaban juntos a beber licuado y a platicar. Peter se sentía tan a gusto con él que había veces que le costaba regresar al castillo y, en un par de ocasiones, Logan directamente tuvo que echarlo para que regresara a su casa.

Erik y Charles estaban felices. Congeniaban y sentían la necesidad de estar juntos, no solo para amarse sino para compartir momentos. Su jornada comenzaba amaneciendo en la recámara ya de uno o ya del otro, se daban un baño ligero juntos y bajaban al comedor a desayunar con Peter. Los domingos, que tenían el día libre, solían hacerlo juntos en la sala de Charles y reían y se divertían como niños. Durante la semana, concluido el desayuno, se despedían para que Erik se ocupara de sus asuntos y el telépata bajaba al subsuelo a trabajar con Hank. Si Magneto no tenía alguna reunión importante, se juntaban a almorzar, si no, tenían que esperar hasta la tarde para reencontrarse. Cenaban con Peter y al quedar solos, solían sentarse frente al tablero de ajedrez a disputar una partida, platicaban, ya bebiendo o compartiendo algún aperitivo, e iban a la cama bien entrada la noche. Erik era normalmente reservado pero con Charles se abría y le contaba anécdotas que no había compartido con nadie más. De a poco comenzó a confiarle asuntos de Estado porque el telépata le parecía una persona justa y sabia, y con sus conocimientos universitarios, tenía otra visión diferente.

La noche de un jueves, después de cenar con Peter, la pareja se sentó a disputar sola una partida en los aposentos de Erik. Charles notaba que su marido estaba ausente sin necesidad de leerlo.

Alianza Forzada. Cherik. WolversilverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora