43. En qué acaba todo

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—Hoy he visto a Emma con una actitud un poco más... cercana, con su amigo Lucas.

—¿En serio, Alfred? ¿Tus hijos enfrentándose por primera vez a la repercusión social de la fama y tú preocupado por el amigo de Emma?

—No me gusta.

—Alfred...

—Vale. No pensé que fuéramos a empezar con estas historias tan pronto.

—Pues es lo que nos queda, ruru. Ya verás cuando les toque a Álex y a Helguita.

—Dentro de muuuuuuchos años.

—Jajajajaja. O no. El tiempo pasa volando... Yo solo espero que les haga felices. No quiero verles sufrir.

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(Amaia)

Me asusté mucho cuando vi aparecer a Álex con aquella chica que no conocía. Los dos venían bastante nerviosos y con prisa.

­—¡Mamá! ¡Mamá! —gritó por toda la casa, hasta que me encontró—. Mamá, ¿nos puedes llevar a Lleida?

¿Qué?

—Mamá, por favor, es importante. Tenemos prisa. Laura tiene que estar allí ya, y no le va a dar tiempo a llegar —me explicó Álex, sin solución de continuidad.

Entonces me fijé en la chica que estaba detrás de él, frotándose las manos y tratando de contener los sollozos. ¿Esa era la misteriosa chica en la que Álex no dejaba de pensar?

Pero no me dio tiempo a pensar nada más, porque mi hijo me sacudió el brazo con urgencia.

—¡Mamá! ¿Nos puedes llevar o no? Si no, llamo a un taxi ahora mismo.

—Os puedo llevar, Álex. —La idea del taxi no me gustaba nada, sobre todo porque... ¿cómo se volvería él después?—. Pero no entiendo a qué vienen tantas prisas...

—Da igual. Mamá, tenemos que irnos ya —continuó Álex.

—Vale, vale. Voy a coger el bolso —cedí por fin, resignándome a no obtener más datos por el momento.

Me crucé con la chica, y vi cómo lanzaba un pequeño suspiro de alivio, justo cuando Álex se volvía y le cogía las manos entre las suyas, en una estampa que me pareció cargada de ternura... si no fuera porque la chica estaba al borde de un ataque de nervios. ¿A qué se debía esa prisa?

—¿Qué pasa? ¿Todo bien? —me preguntó Emma, que bajaba las escaleras en ese momento.

—Nos vamos a llevar a Laura —le expliqué, mientras entraba en el salón. Creo que había dejado el bolso allí.

Lo último que vi fue cómo Emma escrutaba a Laura con la mirada. "Sí, hija, sí. Esta es", dije para mis adentros. De verdad... Vaya manera de conocernos.

Menos mal que no tardé mucho en encontrar mi bolso, porque si no, al que le habría dado un ataque de nervios habría sido a mi propio hijo, que se asomaba constantemente desde la puerta para ver cómo andaban mis pesquisas. Comprobé que tenía las llaves del coche y salí, para encontrarme con Emma aún estudiando a Laura.

—Vamos —les animé, guiándoles hacia la puerta que daba al garaje.

—Yo también voy —añadió Emma, siguiéndonos.

Álex no dijo nada, y yo tampoco tenía excusa ni razón para oponerme, así que ella se sentó a mi lado, dejando a Álex y a la chica en el asiento de atrás. Puse el coche en marcha y empecé el trayecto.

Una voz compartidaWhere stories live. Discover now