27. El desencadenante

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—Helguita, ¿qué te pasa?

—He visto mi canción.

—¿Cuál? ¿City Of Stars?

—Sí. Pero Emmita dice que en ese concierto no estabais juntos. ¿Habías dejado de querer a papá?

—No, cariño. Yo no había dejado de quererle.

—¿De verdad?

—...

—¿De verdad, mami?

—A ver, cariño... Solo tienes cinco años y eres un poco pequeña para entenderlo, pero ahí... Ay, no, Helguita, no. No pongas esa cara...

—No... estoy... llorando...

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(Amaia)

Dudé mucho si ir al encuentro con Mateo. Quería decirle a Alfred, pero él estaba de gira en Galicia ese fin de semana y se había llevado Álex. Emma también estaba en el campo con unos amigos, así que estaba sola. ¿Qué se suponía que debía hacer?

No dormí esa noche. A la mañana siguiente llamé a Alfred para ver a qué hora pensaba llegar, pero las comunicaciones con Galicia eran tremendas, así que, aunque me aseguró que trataría de llegar lo antes posible, en realidad dudaba que fuera a ser antes de las cinco.

—¿Pero ha ocurrido algo, Amaia? ¿Va todo bien? —me preguntó. Sentí un punto de ansiedad en su voz.

Mierda. Mi preocupación había sido demasiado evidente.

—Bueno... Es que llevo todo el fin de semana sola —traté de excusarme—. Y... —dudé. ¿Debía decírselo?—. Tengo algo que contarte.

Silencio al otro lado de la línea. No sabía qué se estaría pensando, pero así me aseguraba de que se daría prisa.

El día se me pasó tan lento que pensé que me volvería loca. Había llamado varias veces a Helga y no me había respondido, y eso no había hecho sino aumentar mi ansiedad. ¿Y si le había pasado algo? ¿Y si Mateo le había hecho algo?

"No, Amaia. Él solo habla de su chaqueta", me recordé, tratando de mantener la calma y releyendo el mensaje por enésima vez, para tranquilizarme.

Decidí que iría, aunque no le había contestado a Mateo. Él tampoco me había vuelto a escribir, así que quizás no contaba con mi respuesta. Pero ya era hora de cerrar esa etapa.

No había visto a Mateo en persona desde aquellas primeras fotos, y quizás por eso me seguía persiguiendo su sombra, para aparecer en mi vida en el peor momento.

Álex fue el primero en aparecer por casa, y lo cierto es que no lo esperaba. Me pilló de los nervios porque no quería llegar tarde a la cita, pero no me atrevía a salir sin el móvil, que no encontraba.

Pero él me aportó la paz que necesitaba. Le miré justo antes de salir: era el único que nunca me había dirigido una palabra más alta que otra, nunca me había juzgado ni había dudado de mí. En ese momento, ante su mirada asustada, me prometí que sería una madre mejor, porque se lo merecía, mis hijos lo merecían.

Y eso empezaba por dejarle las cosas claras a Mateo. Demasiado daño nos había hecho, y ya estaba bien de esconderse.

Después había salido en dirección al parque donde me había citado y donde solíamos vernos antes, tantos años atrás. No estaba lejos de casa, así que no tardé en vislumbrarlo, sentado en el banco de siempre. ¿Se pensaba que todo iba a ser como entonces, hacía ocho o nueve años?

Una voz compartidaWhere stories live. Discover now