80. Tsunami

59 2 3
                                    

—Es perfecta, Amaia. Estoy deseando ver la cara de Emma y Alejandro cuando conozcan a su hermanita.

—Uffffff, me ha dejado agotada. Y pensar que este es solo el principio... No sé cómo vamos a hacer, con tres tan pequeños.

—Seguro que irá bien.

—A ver si también piensas eso dentro de unos años. Sabes que no siempre estaremos de acuerdo.

—Pues nos enfrentaremos a ello en ese momento. Lo importante es que no dejemos de confiar en el otro, cuquita, pase lo que pase.

—Pase lo que pase, Alfred.

__________________________________________________

(Alfred)

La tarde en que se hicieron públicos los nominados de Los 40 Music Awards de ese año fue como si un tsunami hubiera arrasado Suebre Music.

Aún estaba tratando de recuperarme de la joya de single que había sacado nuestra hija, y que me llenaba de orgullo todavía más al saber que lo había escrito íntegramente ella. Por primera vez me había planteado que quizás, solo quizás, dejarla marchar no había sido tan mala idea, si era lo que ella quería.

Ahora, después de aquel single, no quedaba ninguna duda del potencial de Helga, que ya estaba empezando a materializarse... Aunque podría haberlo hecho más cerca de casa. Al menos, con un poco de suerte, sería la música la que nos la traería de vuelta. Bueno, o la presión mediática, lo mismo daba.

En cualquier caso, las pocas dudas que podían quedar sobre su nominación como Artista Revelación se habían desvanecido después de aquello. Helga, o Hell D., con el nombre artístico que finalmente había adoptado, ya dominaba el panorama musical.

—A Ben no se le ocurrirá impedir que venga, ¿no? —me había preguntado Amaia por videollamada, tan pronto como se había enterado de la noticia.

—No, no va a dejar pasar semejante oportunidad de promoción. Ben Ortega tiene muchos defectos, pero de tonto no tiene ni un pelo —le aseguré.

La vi lanzar una sonrisa sincera, quizás la primera que le veía en mucho tiempo. Y la correspondí. Nos quedamos así unos segundos.

Por la paz que experimenté entonces comprendí que la tensión de tener puntos de vista diferentes sobre lo que era mejor para nuestros hijos nos estaba pasando factura. Tenía que intentar ponerme más a menudo en su lugar, o nos acabaríamos rompiendo.

—Pero Helga no es la única que se merece la enhorabuena —le recordé, refiriéndome al premio que iba a recibir por su trayectoria—. Esta noche habrá que celebrarlo.

Amaia incluso rio esta vez, juguetona. Uffffff, cómo lo echaba de menos. ¿Cuándo era la última vez que habíamos jugado? Me parecía que hacía un siglo.

Entonces, sin previo aviso, Amaia volvió a ponerse seria.

—¿Y Emma? —No entendí a qué se refería, y eso debió de mostrarse en mi gesto—. Ella no ha sido invitada, ¿no?

Ah, era eso. Yo también lo había pensado.

—Amaix, por favor. Ya sé que no lo aprovecho con frecuencia, pero no estoy en este mundillo para nada —le aseguré, guiñándole un ojo.

La ilusión volvió a su mirada, y ese fue el único aliciente que me hacía falta.

—Será la primera vez que estaremos todos —comentó.

Era verdad. Alejando también había sido invitado a interpretar el tema de Eurovisión como una de las actuaciones de la gala, y yo estaba invitado porque varios de los nominados eran producidos por Suebre Music, así que, si conseguía el permiso para Emma, estaríamos todos.

Una voz compartidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora