Amigos.

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Esperando su turno en aquella cafetería, pensando en falsificar el dinero con su magia, encontró en uno de sus bolsillos la tarjeta de crédito de Anthony que aún no había devuelto. Supuso que el midgardiano ya la habría cancelado o algo, aunque había servido para pagar su habitación de hotel. No tenía nada que perder, probo suerte y la entrego al momento de pagar. Funciono. Tal vez el millonario simplemente había olvidado que ya no la tenía, o ni siquiera le importaba.

Tomo su café para llevar y camino hasta el parque más cercano. El ida nublado de otoño le brindaba esa soledad que tanto estaba necesitando. El aire frío le rodeo en su sencillo banco elegido. Sentía que un escalofrió debió haberlo recorrido, pero nada paso. En cambio, el café en sus manos parecía más caliente de lo que realmente estaba.

Quito la tapa del recipiente intentando no pensar más en eso. El vapor escapo como un eterno prisionero ante la distracción del guardia. No le disgusto el olor que llego a sus fosas nasales, pero no era el mismo del té que Steve preparaba con tanta fidelidad. 

Una ventisca más fuerte sacudió su cabello negro, entrelazando en él hojas anaranjadas. El paisaje atreves del humeante café le pareció tan familiar, era similar a estar encerrado en aquella biblioteca personal que tanto amaba, ensimismado en libros de todas clases. Con sus poderos, enfrió el café solo lo suficiente para ya no sentir ardor en sus manos. Probó el sabor, y tampoco era tan exquisito como las infusiones del soldado. Sentía el líquido caliente intentando calentar su interior de hielo, perdiendo inevitablemente la batalla.

James se sentó a su lado, con un café de la misma tienda en sus manos. Sus miradas se cruzaron por un segundo para luego volver al paisaje sin decir palabra. Un grupo de aves surco el cielo gris, ambos las siguieron con la mirada. Marrón y verde coordinados. James intento pensar como lo haría el villano, rogando que no pensara en más nada ya, sabiendo de la herida que el pensamiento causaba.

Tony ocupo el espacio vacío a su derecha. También llevaba un café de la pequeña tienda. Una bufanda cubría su cuello, haciéndolo parecer más pequeño a los ojos del villano. Se percató de el por si visión periférica, pero no volteo, y Tony tampoco lo hizo. Era difícil para el millonario mantenerse en silencio, pero la nueva sensación que la situación causaba en él le pareció satisfactoria, como un trabajo bien hecho.

Una suave brisa, que coló un mechón de cabello en la vista del Dios, trajo a Steve al banco. El mismo embace de la tienda que el ojiverde selecciono adornaba sus manos. A diferencia de los otros tres, Steve sonreía suavemente, como con paz interior. Había hecho las cosas bien, y ahora estaba completamente seguro de ello.

El banco ya no disponía de más lugares disponibles, y eso solo lo hacía más perfecto. El roce y calidez de las personas a su alrededor, aquietaron los demonios en la cabeza del pelinegro. Sumergidos en un silencio acogedor, sin necesidad de romperse para sanar las heridas sangrantes en el alma del más viejo del grupo. La brisa más fuerte parecía un soplido cuando cuatro se enfrentaban a ella. El gris denotaba un brillo particular que recordaba el sol oculto detrás de él y las aves parecían pasar con más constancia. El café se terminó en las manos finas y heladas, y fue el mejor café que jamás probo. No por el sabor o el aroma, sino por el contexto. ¿Era así como se sentía tener amigos?

No more illusions.Where stories live. Discover now