Capítulo 36: La noche en la que las estrellas bajan a la tierra

Start from the beginning
                                    

—Sígueme—. Ordenó Patrick, yendo nuevamente a la delantera, una vez notó que su compañero se había recuperado de la estupefacción.

Con una taciturnidad impropia de él, Alfred se dispuso a obedecer aquella orden, forzando a su trémulo cuerpo a avanzar, y nuevamente surcaron un mar de árboles idénticos a los que había atrás, en los cuales era imposible para Alfred orientarse. Con respecto a las antorchas, si es que la lluvia y el viento no las habían apagado todas, se habían alejado totalmente, de ellas.

Moviéndose detrás de una formación rocosa invadida por la hierba, el americano vislumbró pobremente una especie de difusa y tenue iridiscencia la cual parecía huir del ojo humano.

—¡Ahí está!—. Señaló Patrick, precipitándose hacia la formación rocosa, siendo inmediatamente seguido por Alfred, quien vio entonces a un muchacho parecido a su guía, aunque un poco más bajo y con el cabello más claro.

—¿Quién es este?—. Inquirió el recién llegado, del cual emanaba la iridiscente luz, y compartía con Patrick la característica de permanecer inmutable ante las fuerzas de la naturaleza tales como el frío, el viento o la lluvia.

—Es un amigo de Arthur—. Explicó Patrick. —Sabe dónde se encuentra, tenemos que guiarlo.

—¿Es eso cierto?—.Preguntó desconfiado el recién llegado de los hermanos, dirigiéndose a Alfred con cierto tono amenazador.

—P-por supuesto que sí—. Respondió Alfred levemente intimidado.

Ambos hermanos parecieron percibir algo, y despojando completamente a Alfred de su atención, miraron al cielo al unísono, acto que el americano no tardó en imitar por reflejo, y vio entonces la estrella roja similar a un asteroide que se aproximaba a tierra.

Al percatarse de que Alfred presenciaba también la escena, el hermano de Patrick le cubrió rápidamente los ojos con sus manos, para evitar así que el brillo de la estrella descendente le arrebatase la vista para siempre.

—Si lo ves directamente, tus ojos se derretirán—. Explicó en respuesta al sobresalto que Alfred mostró ante este gesto.

Las cosas sucedieron de la misma forma que los casos anteriores, y si bien Alfred creía que jamás sería capaz de acostumbrarse a algo así, supo sobrellevarlo mejor que las otras dos veces, manteniendo los ojos cerrados, se tapó los oídos con las manos, y recargó su espalda en un árbol para así no perder el equilibrio tras el potente temblor de la tierra.

Buscando algo en que distraer su mente, recordó algunos de los detalles que había escuchado en el pueblo, entre ellos, todo lo relacionado con el poema de "La noche en que las estrellas bajan a la tierra". El cual trataba de tres estrellas, que bajaban del cielo y se mezclaban entre las luces del pueblo.

Tras meditar unos instantes, sabiendo que no podía basar su juicio solo en el vago recuerdo de la charla de dos hombres, se dijo que tal vez el poema estaba mal: Tal vez no se trataba de tres estrellas, sino de tres hermanos muertos; tal vez no se mezclaban entre las luces, sino que ellos eran quienes causaban las luces. Y... ¿Qué tal si el poema no estaba tan equivocado?

Resonó entonces con un eco fantasmal, la pregunta que Patrick le había hecho: "¿Te has preguntado alguna vez que sucede con las personas que mueren?". Ellos tres estaban muertos, y habían caído del cielo, y el poema decía que...

Una nueva posibilidad se creó en su mente: "¿Acaso todas las estrellas del cielo son personas muertas?". Los rostros de sus padres, los cuales no evocaba hacía demasiado tiempo, salieron a la luz.

—Estrellas—. Susurró para sí mismo sin darse cuenta. —Se vuelven estrellas.

—¿Y este quién es?—. Escuchó decir a una nueva voz, más ronca que las de los otros dos.

Fairytale (usuk)Where stories live. Discover now